Julio lanza un fuerte puñetazo a la bolsa de arena del patio, la cual no parece que vaya a resistir mucho más, ya que lleva más de una hora golpeándola con rabia. La bolsa se sacude siendo atravesada de lado a lado por un nuevo puñetazo, dejando salir su contenido que cae al piso, el Alfa ladea la cabeza contemplando el efecto de su golpe con indiferencia. “¿No crees que te has excedido un poco?”, pregunta Francis bajando los escalones de la mansión para ir a su encuentro.“Estamos en el umbral de guerra, es matar o morir, y preferiría seguir con vida para cuando termine”, responde Julio sin darle importancia al asunto.“Pero recuerda que la guerra terminará en algún momento, no debes permitir que te deje marcado”, advierte el padre cruzando los brazos sobre su pecho.“¿Realmente terminará? Tarde o temprano habrá otra manada a la que enfrentarse, es nuestro estilo de vida”, espeta el Alfa que está con un humor sombrío, sintiéndose traicionado por Bianca, por la mujer a la que le abri
Julio se muerde el labio inferior hasta hacerse sangrar sin poder apartar la mirada del cadáver de su padre, el dolor que siente poco a poco comienza a convertirse en una furia que amenaza con consumir todo a su alrededor. Por lo que aferrándose a ese furor se pone de pie y clavando sus ojos enrojecidos en los hombres que están de rodillas se dispone a ver lo más pronto posible sus cuerpos sin cabeza.“¿Qué sucedió aquí?”, pregunta el alfa obligándose a informarse de lo que es bastante obvio.“Tú padre quedó con estos hombres a solas ya que ordenó que saliéramos a buscarlos, cuando uno de nosotros volvió nos encontramos con esto”, informa uno de sus lobos con pesar, sintiendo que ha fallado estrepitosamente a su líder.“¿Qué es lo que ustedes tienen para decir en su defensa?”, interroga a Julio queriendo ver si los asesinos tienen el valor para confesar su crimen.“Nosotros solo seguimos las órdenes que nos dieron”, responde uno de los guardaespaldas sin mostrar el más mínimo remordim
“Así que en este aburrido viaje no hemos topado con una bella flor”, murmura Xako devorando con la mirada a la esbelta rubia que se ha encontrado en medio de su misión de reconocimiento.“¡Están muy lejos de su territorio, este es el bosque de la manada Tempestad! ¡No tienen derecho a estar aquí!”, advierte Kayla retrocediendo unos pasos, pero intentando no mostrarse intimidada.“¿Se supone que eso debería asustarnos? ¿Temer a esa estúpida manada?”, se burla otro de los hombres meneando su cabeza llena de finas trenzas atadas en una cola.“¡Si el Alfa de la manada aparece podría acabar fácilmente con ustedes cuatro, así que deberían marcharse antes de que sea demasiado tarde!”, amenaza la mujer con voz firme apretando las manos en puños a los lados de su cuerpo.“Tienes una boca demasiado descarada, parece que por aquí ya ni siquiera son capaces de enseñarle respeto a sus mujeres”, reclama Xako arrugando la nariz con disgusto, nadie le habla de esa manera y mucho menos una mujer.“¡Es
“Alfa, todos los guerreros están preparados para la batalla”, informa Kaitu entrando a la mansión de su líder. “Bien, partiremos en breve. Asegúrate de dejar solo los hombres que sean imprescindibles para la protección de la manada, es posible que no volvamos en mucho tiempo”, ordena Julio mirando el crepitar del fuego en la chimenea. “Señor… ¿Está seguro que tenemos las fuerzas necesarias para enfrentar a César y sus manadas?”, consulta el guerrero con marcada preocupación por el resultado de esa campaña. “Sí, las tenemos, y además me tienen a mí que valgo por veinte lobos. La guerra no se gana solo con fuerza y número, sino con astucia y estrategia. Es como un pequeño fuego que comienza a arder en el bosque, en sí mismo es tan pequeño que el pie de un hombre podría apagarlo, pero aprovecha todo lo que tiene a su alrededor para fortalecerse hasta el punto que no puede ser combatido. Y nosotros… nosotros haremos arder hasta al ultimo de ellos”, asegura el líder sin quitar su mirada
Kayla siente las puntas de algunas piedras clavándose en su espalda al apretarse en el fondo de la cueva para mantenerse fuera del alcance de las garras del Cazador nocturno. Con el corazón latiéndole con rapidez por el miedo observa con los ojos lagrimosos a la enorme bestia que con casi medio cuerpo dentro de la cueva lanza feroces zarpazos hacia ella, la criatura está tan cerca de ella que hasta puede sentir el aire siendo cortado por las afiladas garras, a solo centímetros de su rostro. "Hice lo que pude, Julio. Si muero al menos partiré de este mundo sabiendo que entregué mi vida para protegerte a ti y a la manada", murmura la mujer sintiendo un nudo en la garganta al considerar que todo puede haber terminado para ella, y justo cuando creía que Alana había sido capaz de salvarla. Con agilidad Alana salta a la rama de un árbol oyendo el sonido de la manada de bestias que jamás había visto en su vida siguiéndole los pasos, el peso de sus enormes cuerpos y la ferocidad con la que
"¿Hay algo? Muero de aburrimiento", pregunta un joven rubio recostado en un colchón en una caseta situada encima de un árbol. "Nada, como siempre, pero de todas formas tenemos órdenes de seguir aquí durante toda la noche. Nuestro Alfa no quiere que Noche oscura pase por aquí", responde un hombre un poco mayor, observando a través de la ventana sin vidrios. "Como si nosotros pudiéramos hacer algo contra ellos, dicen que la familia Alfa nos dobla el tamaño, y eso sin mencionar la Mirada carmesí", murmura el joven pensando que la mejor posibilidad con la cuentan es correr si llegan a verlos. "Por eso nuestro Alfa se unió a César, ya no quiere seguir temiéndoles, nadie debe estar tan por encima", murmura el hombre tratando de justificar la cuestionada decisión de su líder. "La vida es elitista, siempre habrá alguien por encima de todos los demás", replica el joven acercándose a la ventana para tomar un poco de aire. Una flecha se incrusta en el pecho del hombre que se desploma muerto
"Está haciendo mucho frío, ¿Cómo pueden aguantar este clima?", se queja Kaitu acurrucándose en la piel de bisonte que por suerte tuvo la idea de tomar de una de las manadas que destruyeron. "No es ninguna sorpresa, ya estamos en Canadá, aquí hace un frío de los mil demonios", responde el médico entornando los ojos para ver a través de la nieve que el viento sigue trasladando. "Pero si nosotros no podemos ver a través de esta tormenta, nadie debería poder hacerlo, así que tendremos una noche tranquila", comenta el guardia debajo del toldo que han armado para hacer guardia. "Yo no me confiaría de eso, llevan viviendo aquí mucho tiempo, puede que se hayan adaptado o encontrado la manera de lidiar con la nieve", replica el anciano que si bien podría haberse quedado en Phillisburg,decidió que tendría más posibilidades de deshacerse de Julio estando en el campo de batalla. "Necesitarán mucho más que eso para evitar que los masacremos como a todos lo demás”, asegura Kaitu confiado en la
Kaitu sale fuera de su tienda mirando con sorpresa que la tormenta sigue manteniendo la misma ferocidad, el fuerte viento y la fría nieve le aguijonea la piele haciéndole estremecer el cuerpo. Abrazándose a sí mismo para mantener el calor avanza lentamente por el blanco manto de nieve que ya le llega a las rodillas, por lo que ve parece que este temporal no amainará hasta taparlos por completo. Con esto en mente se dirige hacia la choza de su líder, ya le ha dado suficiente tiempo para tomar una decisión, no pueden seguir quietos allí. "¿Señor?”, llama el guerrero ingresando en la tienda con cautela, esperando no interrumpir nada. "¿Kaitu? ¿Q-qué pasa?", murmura Alma media dormida debajo de una manta. "¿Dónde está Julio?", pregunta el guerrero mirando el lugar vacío junto a ella. "Yo… no… no lo sé, quizás salió a dar una vuelta, o quizás anda detrás de esa Bianca, desde que ella llegó apenas si se acerca a mí", responde la muchacha levantándose con pereza, apretando los labios con