En el cuartel Marcos está de rodillas sosteniéndose con las manos apoyadas en el piso, respirando con esfuerzo al sentir que el humo impregnado en su nariz, cierra los ojos con molestia al resonarle un pitido en la cabeza. La explosión lo ha dejado tan aturdido que no es capaz de oír nada, desorientado mira a su alrededor intentando hacerse una idea de lo que ha ocurrido, se ve obligado a entornar los ojos para lograr distinguir alguna forma a través del humo y el polvo, logrando ver que los muebles han quedado desparramados a lo largo de la sala junto a algunos pedazos de ladrillos.Comienza a avanzar con cautela gateando con la cabeza gacha, aunque sin ser capaz de ubicar en qué dirección va. Su mano choca con la suela de la bota de uno de los soldado provocando que una oleada de miedo le recorra el cuerpo al ver al hombre tirado en el piso con medio cráneo hundido. Tragando saliva con dificultad se queda paralizado, sintiendo una presión en el pecho que le hace la respiración
El General se retuerce en una superficie dura sintiendo un fuerte dolor en la cabeza, tiene el impulso de levantarse para buscar a sus soldados, pero ni siquiera puede mantener los ojos abiertos. Unas extrañas imágenes cruzan su mente que parece adormecerse, ve un campo, oye el ruido de las aguas de un río o quizás un arroyo. De su garganta escapa un gemido al reconocer el lugar, al recordar lo que allí sucedió…Dos niños delgados de unos diez años corren a través del césped de un campo en medio de risas divertidas, el niño de cabello castaño y piel bronceada va al frente sacándole una buena ventaja a su compañero, ambos se dirigen hacia un arroyo que corre con energía en medio de la verde hierba llena de vida. Sin detener su carrera se quitan las remeras que lanzan al suelo, su piel se calienta rápidamente por el sol que brilla en todo su esplendor en esa tarde de verano.—¡Te gané Marcos, eres muy lento! Pareces una tortuga amigo —grita el niño de cabello castaño saltando al agua
—¡Ya suéltame maldita criatura del infierno! ¿Por qué no me matas de una vez? —grita Marcos retorciéndose y tratando de zafarse del agarre de Belial.—Puedes patalear todo lo que quieras, resistirte, pero creo que deberías intentar retener la poca dignidad que te queda. Aunque parezcas solo una rata más, tienes algo especial que se debe exterminar antes de poder mataarte —responde el demonio con una sonrisa sobradora.—Nada de lo que dices tiene sentido, solo intentas confundirme —acusa Marcos con un rostro de furia.—¿Confundirte? Como si necesitáramos eso, ¿Acaso no has visto a tu sociedad? Ya ni siquiera saben lo que son, no solo han perdido todos su valores, sino hasta su propia identidad. Son presas tan fáciles que esta lucha hasta parece injusta —responde Belial muy divertido.—¡Muerte a los invasores! ¡Ya salgan de nuestro mundo! —grita un joven alto a unos cien metros comenzando a disparar junto a otros muchachos a Belial.El demonio es alcanzado por varios de los disp
Víctor se despierta al sentir el calor del sol quemándole el rostro, abre los ojos algo desorientado al ver las ramas de un árbol por encima de él. Se levanta extrañado de ver que se encuentra en el parque de la entrada a la ciudad. ¿Cómo llegó hasta ahí? ¿Por qué la gente corre y juega como si los invasores no estuviesen acechando? ¡Tienen que buscar un refugio, deben esconderse antes que los encuentren!—Al fin despertaste, pensé que dormirías toda la tarde —dice una voz femenina que el escritor reconoce al instante.—Ju-Elizabeth, ¿Qué hacemos aquí? ¿Por qué no estamos refugiados en el sótano de la iglesia? —pregunta Víctor alarmado agarrando a su esposa de los brazos.—¿Por qué iríamos a la iglesia? No recuerdo que hubieras quedado con el Pastor para ir a ayudarlo con algo —responde Elizabeth con una ceja levantada, sin entender mucho la reacción de su esposo.—Pero los invasores, estamos muy expuestos, no podremos escapar de las naves aquí —alarma Víctor con la respiración
Gisel gatea en el frío piso del cuartel tanteando con sus manos temblorosas para encontrar sus gafas , su mala vista no le brinda la más mínima ayuda en su tarea, sin desearlo recuerda las palabras de su médico: “Niña, estás casi ciega”. Una débil tos escapa de su garganta al inhalar el humo de lo que parece ser algún tipo de madera ardiendo. Después de lo que parece ser una eternidad su mano choca con una forma conocida haciéndole soltar un suspiro de alivio al reconocer que son sus lentes. Parpadea varias veces para que su vista llorosa pueda distinguir lo que ahora sí es capaz de ver, una estela de humo capta su mirada que se posa en su antiguo escritorio que envuelto en llamas es el que está acabando con el aire limpio. La muchacha ubica el extintor de incendios y lo acciona para acabar con el fuego, pronto una blanca espuma cubre el mueble y acaba con las llamas.Dejando el extintor en el piso ojea la entrada por enésima vez, calcula que debe haber pasado media hora desde que
Tony se despierta sintiendo un agudo dolor de cabeza que le hace apretar los ojos cerrados por unos minutos, un hilo de sangre caliente le recorre la frente por lo que se lleva una mano temblorosa a la sien intentando ubicar la herida, al tocar con dedos torpes un corte no muy profundo recibe una fuerte punzada de dolor. Al ver todo borroso intenta agudizar el oído para ser capaz de ubicarse por lo que escuche, pero aún sigue tan aturdido que no percibe nada, solo espera que no sea permanente, aunque debe estar más que agradecido de seguir con vida, esa explosión podría haberlo matado con facilidad. El General apoya las manos en el piso en un esfuerzo por levantarse, pero los brazos ni siquiera son capaces de soportar su peso y vuelve al piso golpeando el pecho contra los escombros, mueve sus piernas comprobando que están igual de débiles que sus miembros superiores. Con una expresión seria mira a su alrededor con su recuperada visión, aprieta los labios al ver parte de los cuerpos
—¿De nuevo frente a la puerta Pastor? ¿Espera a alguien más? —pregunta Bernardo con un tono de broma. —No, Ber. Solo me pregunto qué tiene planeado el Señor, sé que esto no es solo un reencuentro familiar, hay algo más detrás de todo esto, y quisiera ser capaz de ver lo que es —responde el ministro sin desviar la mirada de la puerta. —Supongo que es muy curioso que él haya venido justo ahora —reconoce Bernardo rascándose su cabeza de corto cabello negro. —Algo lo hizo regresar, y no es solo su familia. Cada uno de nosotros somos parte de un plan que ha comenzado a rodar sus engranajes desde hace mucho tiempo, solo espero que seamos capaces de cumplir nuestro papel cuando llegue el momento —comenta el Pastor rascándose la barba negra que le ha comenzado a cubrir el rostro. Unos sollozos femeninos procedentes del exterior alarman a los dos hombres que cruzan sus miradas extrañados, por un minuto se quedan paralizados, considerando si ha sido la imaginación de sus mentes cansada
Belial se encuentra sentado en su sillón en medio de la sala de mando de la nave, los operarios en su mayoría parecidos a enormes lagartos de forma semihumana, teclean frente a los monitores recolectando información brindada por las miles de naves esparcidas alrededor de todo el mundo humano. El líder se mantiene con la cabeza gacha y la mirada perdida, frunce el ceño en su intento por poner en orden los pensamientos que revolotean en su mente. Su prominente trono creado para transmitirle confianza, para dejar en claro que él es superior a todos, ya no es capaz de lograr su cometido de brindarle confianza y hacerle sentir que esta por encima de toda otra criatura terrenal o espiritual.El plan perfecto que había trazado tan cuidadosamente durante siglos, en el que proyectó hasta la más pequeña consecuencia, empieza a presentar pequeñas brechas, diminutas fisuras, casi insignificantes, de tan poca importancia que serían desestimadas por otros líderes, pero no por él. Él es cuidadoso