—¡Te voy a dar la paliza que tus padres deberían haberte dado de niño! —grita Víctor sentado en el pecho del Tirano dándole bofetadas en el rostro, resistiéndose a usar los puños porque no tiene interés en desfigurarlo, aunque piensa que más de una persona opinaría que se lo merecería.—¡Sáquenme a este viejo loco de encima! —grita el Tirano intentando sacudirse debajo del peso de Víctor, lo cual es tan inútil como intentar que no se le sacudan todas las ideas en la cabeza ante cada bofetada propinadas por esas manos que parecen de Gorila.—¡Ya suéltalo maldito viejo! —grita uno de los seguidores del Tirano rodeando con sus brazos a Víctor intentando levantarlo, con el rostro rojo por el esfuerzo que no da resultado busca con la mirada a sus compañeros que se unen a él tirando del anciano.—¡No tienen respeto por un hombre mayor! —reclama una mujer tomando una silla que pertenecía a un pupitre y comenzando a golpear la espalda de uno de los seguidores del Tirano, el hombre suelta
Una fina llovizna comienza a mojar la destruida ciudad de Olavarría, el cielo grisáceo parece ser la combinación perfecta para el panorama deprimente y carente de actividad humana a la que ha sido reducida esta metrópolis. Las gotas de agua se abren camino a través de todas las superficies que hallan, incluyendo la pila de escombros que ha formado una especie de madriguera en la que Víctor ha encontrado refugio de los invasores que por segunda vez estuvieron a punto de asesinarlo. Pequeñas gotas de lluvia comienzan a caer sobre el rostro cubierto de tierra del joven sumido en un profundo sueño que con un gemido de molestia se queja girando el cuerpo con pereza. Una cuarta gota de agua logra que el escritor abra los ojos lentamente, al verse rodeado de oscuridad se sobresalta levantando la cabeza por impulso , un adolorido quejido escapa de su garganta al golpearse con un pedazo de concreto del techo de su improvisado refugio.—¿Pero qué demonios? —susurra tratando de recordar en dón
—Yo soy el rey de este lugar —susurra el Tirano, habiendo recibido un apoyo tan directo por parte de los invasores, ya ni siquiera necesitará mantener su falsa imagen de piedad, finalmente puede mostrarse tal cual es, incluso delante de los que depositaban su fe en él, sacará a luz la parte que solo el escritor se atrevía a exponer. Con una gran sonrisa se sienta en su sillón saboreando la amplia libertad para ordenar y exigir, para tomar lo que quiera sin que nadie lo pueda detener, sin que haya una voz que se atreva a protestar.—Alberto, consígueme algo bueno para festejar esta victoria —pide el Tirano guiñándole un ojo a uno de sus colaboradores. Extasiado por su poder y control disfruta con gusto de su recuperada posición de líder del grupo, aunque sabe que ninguna de estas cosas será capaz de frenar la paranoia y la locura que han comenzado a tomar su mente. Por más que lo intente no será capaz de quitarse de la mente al escritor, a ese escritorcillo que es el único responsabl
—Pastor, tiene que comer algo —aconseja Bernardo pasándole un frasco de conservas.Han pasado dos horas desde el derrumbe que bloqueó la puerta, ya no hay posibilidad de volver a salir al exterior. Lo cual produce un gran alivio en Bernardo, su corazón no tan joven va a agradecerle la falta de conmociones, pero no puede decir lo mismo del Pastor que se ha mantenido en un silencio sepulcral. —¿Cómo puedo sentarme a comer cuando allí afuera hay gente que ni siquiera tiene unas migajas que llevarse a la boca? —responde el Pastor sentado en el piso con la mirada fija en la puerta, simplemente siente que debe permanecer allí, aun a pesar que su corazón decepcionado sigue lamentando haber perdido a ese muchacho.—No tiene caso seguir dándole vueltas a lo que sucedió, no hay forma de que movamos esos escombros desde aquí dentro. Nadie entrará y sin duda ninguno de nosotros podrá volver a salir —dice Bernardo sonando algo duro para su gusto, pero intentando ser realista.—¿Por qué nos ha
Una extraña e inmensa maquina atraviesa el cielo de la silenciosa Olavarría, pasa con indiferencia por encima del comedor que era utilizado como refugio, el cual humea y arde envuelto en llamas como si fuera un holocausto, aunque en esencia eso ha sido, nadie parece haber escapado de la explosión causada por el hijo del Tirano.—Los humanos son tan fáciles de controlar, solo hay que darles un poco de poder y pronto estarán tan hambrientos de más que se vuelven capaces de todo —susurra el líder de la invasión mirando la pantalla que muestra la estructura consumiéndose.—Son muy predecibles, aunque mi señor, no soy capaz de entender porque los mantuvimos tanto tiempo con vida —cuestiona un sirviente encorvado sin atreverse a levantar la vista.—¿Por qué crees que en vez de ir a Nueva York, a Londres, o a Hong Kong, he decidido venir a esta pequeña ciudad? —pregunta el líder irguiendo la espalda en su sillón de oro en el centro de la sala de control.—Esa es una pregunta que muchos
—¡Vamos soldados, a formarse, este mundo no se va a salvar solo! —resuena la voz gruesa de Tony en el cuartel.Los soldados obedecen al instante, y en solo unos segundos están formados en una pulcra hilera. Con la espalda recta y los mentones levantados miran al General que camina de una punta a otra de la hilera inspeccionándolos, el hecho de que sea el fin del mundo no lo ha hecho olvidarse de los formalismos. Son solo quince hombres, un numero que no parece muy alentador, nadie en su sano juicio podría imaginar que puedan representar resistencia a los invasores. Sobre todo sabiendo que todos los grandes ejércitos del mundo fueron destruidos sin mucho esfuerzo en cuestión de minutos, pero los pechos de estos hombres están hinchados de orgullo, y junto a sus miradas firmes logran transmitir un espíritu de resistencia, una esperanza. No se ve duda, ni cobardía en sus ojos, sus rostros no expresan vacilación alguna, transmiten un claro mensaje: "La humanidad aún resiste, y luchará p
El grupo de soldados avanza sigilosamente en una hilera de dos en dos a través de las penumbras de una mañana tormentosa, los negros nubarrones han cubierto el cielo dejando caer una fina llovizna que empapa rápidamente los impermeables de los valientes hombres. El aire expulsado de sus bocas se convierte en una estela de vapor ante el frío clima, aunque el paso rápido que llevan los ayuda a mantener sus cuerpos en calor.—Un día perfecto para dar un paseo, me recuerda a cuando nos entrenaban—comenta Rivas a su compañero sintiendo el agua corriendo por el rostro.—Recuerdo mucho más lodo, y estábamos muy lejos de tener algo parecido siquiera a estos impermeables, pero con suerte esta lluvia servirá para interferir la vista de esas malditas naves —responde Barrios tratando de seguir el paso de los apresurados soldados.—No es la manera en que me gustaría pasar una tarde de lluvia, eso te lo puedo asegurar —se queja Rivas con una sonrisa de picardía. —Oh claro, ¿Te esperaba una ta
Bernardo no puede apartar sus ojos lagrimosos de su sobrino, por su mente nunca le pasó que el Pastor pudiera tener razón, había permanecido incrédulo ante la sola idea de que pudiera aparecer alguna persona, pero allí está frente a él. Con las manos temblorosas aprieta entre sus brazos al muchacho en un fuerte abrazo, él prácticamente había criado a ese muchacho, fue quien lo guio en cada decisión importante aún cuando no deseaba escucharlo. Verlo aún con vida le reconforta su angustiado corazón, hasta ese momento estaba seguro de haber perdido a sus hijos, pero Víctor enciende la esperanza de que ellos aún estén allí afuera. —No puedes hacerte una idea de la alegría que me da verte hijo —exclama Bernardo sin soltarlo.—No fue nada fácil llegar, pero esto supera las expectativas que tenía —responde el muchacho con la voz ahogada.Víctor cierra los ojos ante el fuerte apretón de su tío, los huesos y músculos de su cuerpo golpeado responden con una descarga de dolor ante el agarre