Los pasos afuera del pasillo resonaban cada vez más cerca, como un tamborileo ominoso que marcaba su inminente captura. Samer, con el ceño fruncido, tiró del brazo de Agatha y señaló a Karim.-¿Hay alguna salida alternativa? preguntó con urgencia, mientras sus ojos analizaban cada rincón de la sala de reuniones.Karim revisó frenéticamente su dispositivo.-La única opción es desactivar el sistema desde adentro. Necesito un minuto, pero necesitan cubrirme.Samer asintió, posicionándose cerca de la puerta con su arma en alto. Agatha lo siguió, apretando su propia pistola, aunque su respiración era errática.-No podemos permitir que nos rodeen -murmuró Samer, sin apartar la vista de la puerta cerrada.El supuesto aliado, que ahora temblaba visiblemente, se encogió en un rincón de la sala.-¡No sabía que esto pasaría! ¡Me dijeron que Ahmed estaría aquí! -dijo, su voz quebrada por el miedo.-Cállate -respondió Samer con frialdad, sin siquiera mirarlo-. Si es una trampa, tú formas parte de
El silencio del estacionamiento subterráneo era perturbador, solo roto por el leve eco de gotas que caían desde algún punto en el techo. Agatha trataba de mantener la calma, pero la incertidumbre y el cansancio hacían que sus pensamientos fueran un caos. Samer revisaba el área con una mirada penetrante, mientras Karim intentaba localizar alguna señal en su dispositivo.-¿Crees que nos hayan seguido hasta aquí? -preguntó Agatha en un susurro, aunque el eco hacía que su voz sonara más fuerte de lo que quería.Samer negó con la cabeza, aunque su postura seguía alerta.-No lo creo. Pero no podemos confiarnos. Farid no tardará en llegar, debemos mantenernos listos para cualquier cosa.Karim, inclinado sobre su tableta, levantó la vista con una mueca preocupada.-No estoy captando ninguna señal de sus dispositivos, pero eso no significa que no puedan encontrarnos. Este lugar tiene puntos ciegos que no puedo cubrir.Agatha suspiró y cerró los ojos por un momento. Su cuerpo pedía descanso, p
El silencio que siguió al ultimátum de Ahmed era tan espeso que parecía tangible. Agatha, aún detrás de la columna, sentía el peso de las palabras de Ahmed aplastándola. La mirada de Samer no se apartaba del hombre que había logrado sacudir su plan al límite, mientras Karim estudiaba nerviosamente la situación, sus dedos tamborileando de manera compulsiva contra su pierna.—Si algo le pasa a Farid —dijo Samer con un tono glacial—, te aseguro que no habrá lugar donde puedas esconderte.Ahmed soltó una risa burlona, ajustándose el cuello de su camisa como si nada en el mundo pudiera perturbarlo.—Lo mismo digo, amigo. Por eso esto es sencillo: tú me das lo que quiero, y yo te devuelvo lo que necesitas. Ambos ganamos, y nos vamos por caminos separados.—No hay garantías de que cumplas tu palabra —intervino Agatha, finalmente saliendo de las sombras. Sus ojos estaban clavados en Ahmed con una mezcla de desafío y rabia contenida—. Si Farid ya no estuviera vivo, no tendrías nada que perder
El rugido del motor era el único sonido en el coche mientras Samer conducía hacia la zona industrial. Agatha, sentada a su lado, repasaba mentalmente las pocas herramientas que tenían para enfrentarse a Ahmed. Karim, en el asiento trasero, no dejaba de ajustar los detalles en su equipo portátil, tratando de obtener más información antes de llegar al lugar.—Hay una cámara de seguridad en el área que podríamos hackear para ver qué nos espera —anunció Karim, sin apartar la mirada de la pantalla—. Pero necesitaré tiempo para acceder al sistema.—Tiempo es lo único que no tenemos —respondió Samer, su tono grave. Miraba por el espejo retrovisor, atento a cualquier movimiento que indicara que los estaban siguiendo.Agatha lo observó de reojo, notando la tensión en sus hombros. Aunque intentaba parecer calmado, sabía que la situación estaba empezando a superarlo.—Samer, debemos tener cuidado. No podemos simplemente entrar sin un plan —dijo, su voz tranquila pero firme.Samer giró levemente
El aire frío de la noche envolvía el puerto abandonado, mientras las olas golpeaban con suavidad las rocas cercanas. Agatha y Samer avanzaban con cautela, manteniéndose en las sombras. El lugar estaba más vigilado de lo que esperaban; cada rincón parecía esconder un par de ojos atentos.—No podemos acercarnos demasiado —murmuró Agatha, agachándose detrás de una pila de contenedores oxidados—. Hay más hombres de los que imaginábamos.Samer, quien observaba con unos binoculares de visión nocturna, asintió. El resplandor tenue de las linternas barría la zona con regularidad, pero no había indicios claros de quién lideraba la operación.—Esperaremos el movimiento principal —dijo él en voz baja—. Cuando el jefe aparezca, sabremos cómo actuar.Agatha soltó un suspiro, intentando calmar su respiración. Estaban en territorio enemigo, rodeados de desconocidos armados. La tensión era palpable, pero su determinación la mantenía firme.Los minutos transcurrieron lentamente hasta que un vehículo d
Las primeras luces del amanecer pintaban el cielo de tonos anaranjados mientras el puerto, que horas antes había sido escenario de tensión y traición, comenzaba a despertar con una calma engañosa. Samer y Agatha permanecían escondidos en la cabina de un viejo barco pesquero, tratando de recuperar el aliento después de la emboscada.—Esto no puede seguir así —dijo Agatha, rompiendo el silencio. Sus ojos estaban cansados, pero su voz reflejaba una determinación renovada—. Estamos un paso atrás, siempre reaccionando, nunca anticipándonos.Samer, apoyado contra una pared oxidada, asintió en silencio. Tenía un corte en la mejilla que no había notado hasta que Agatha se lo señaló con un gesto.—Déjame ver eso —dijo mientras sacaba un pañuelo de su bolso. Se acercó a él y, con cuidado, limpió la herida. Samer no se movió, pero sus ojos no se apartaron de los de ella.—Estamos demasiado cerca de descubrir la verdad —respondió Samer después de un momento—. Pero también estamos cerca del límite
Las calles estaban desiertas a esa hora, con solo el sonido de sus pasos rápidos rompiendo el silencio. Samer y Agatha se movían con cuidado, buscando un lugar donde planear su siguiente movimiento. Habían llegado a un pequeño taller abandonado, cubierto de graffiti y con puertas oxidadas que crujían al abrirse.—Aquí estaremos seguros por ahora —dijo Samer mientras inspeccionaba el interior, asegurándose de que nadie los estuviera siguiendo.Agatha se apoyó contra una de las paredes, todavía empapada y con la respiración entrecortada. El agua helada la había dejado tiritando, pero su mente seguía trabajando, buscando sentido a todo lo que había sucedido.—Samer, necesitamos un plan claro. No podemos seguir improvisando.Él asintió, quitándose la chaqueta mojada y dejándola caer al suelo.—Lo sé. Pero primero, necesitamos información. Tenemos que descubrir quién está detrás de esto y cuál es su siguiente movimiento.Agatha lo miró fijamente. Había una determinación en sus ojos que no
El aire en el pequeño taller estaba denso, cargado de tensión. Los tres, Samer, Agatha y Dmitri, sabían que sus movimientos a partir de ese momento estarían siendo observados. Los documentos que Dmitri había recuperado eran la clave para desmantelar la red de traición que los había perseguido durante tanto tiempo, pero también los ponían en la mira de un enemigo implacable. La situación había escalado a un punto en el que no podían confiar en nadie más que en ellos mismos.Samer se acercó a la mesa donde estaba la laptop, su expresión imperturbable mientras analizaba los archivos que Dmitri había proporcionado. Agatha permaneció junto a él, con la mirada fija en la pantalla, absorbiendo cada detalle. Sabía que este momento podría ser crucial para su supervivencia.—Todo esto apunta a un solo nombre —dijo Samer finalmente, con voz grave. Era el nombre que temían oír, el que había estado en la sombra desde el principio: Emir Jaber, un antiguo aliado de la organización que ahora se había