El rugido del motor era el único sonido en el coche mientras Samer conducía hacia la zona industrial. Agatha, sentada a su lado, repasaba mentalmente las pocas herramientas que tenían para enfrentarse a Ahmed. Karim, en el asiento trasero, no dejaba de ajustar los detalles en su equipo portátil, tratando de obtener más información antes de llegar al lugar.—Hay una cámara de seguridad en el área que podríamos hackear para ver qué nos espera —anunció Karim, sin apartar la mirada de la pantalla—. Pero necesitaré tiempo para acceder al sistema.—Tiempo es lo único que no tenemos —respondió Samer, su tono grave. Miraba por el espejo retrovisor, atento a cualquier movimiento que indicara que los estaban siguiendo.Agatha lo observó de reojo, notando la tensión en sus hombros. Aunque intentaba parecer calmado, sabía que la situación estaba empezando a superarlo.—Samer, debemos tener cuidado. No podemos simplemente entrar sin un plan —dijo, su voz tranquila pero firme.Samer giró levemente
El aire frío de la noche envolvía el puerto abandonado, mientras las olas golpeaban con suavidad las rocas cercanas. Agatha y Samer avanzaban con cautela, manteniéndose en las sombras. El lugar estaba más vigilado de lo que esperaban; cada rincón parecía esconder un par de ojos atentos.—No podemos acercarnos demasiado —murmuró Agatha, agachándose detrás de una pila de contenedores oxidados—. Hay más hombres de los que imaginábamos.Samer, quien observaba con unos binoculares de visión nocturna, asintió. El resplandor tenue de las linternas barría la zona con regularidad, pero no había indicios claros de quién lideraba la operación.—Esperaremos el movimiento principal —dijo él en voz baja—. Cuando el jefe aparezca, sabremos cómo actuar.Agatha soltó un suspiro, intentando calmar su respiración. Estaban en territorio enemigo, rodeados de desconocidos armados. La tensión era palpable, pero su determinación la mantenía firme.Los minutos transcurrieron lentamente hasta que un vehículo d
Las primeras luces del amanecer pintaban el cielo de tonos anaranjados mientras el puerto, que horas antes había sido escenario de tensión y traición, comenzaba a despertar con una calma engañosa. Samer y Agatha permanecían escondidos en la cabina de un viejo barco pesquero, tratando de recuperar el aliento después de la emboscada.—Esto no puede seguir así —dijo Agatha, rompiendo el silencio. Sus ojos estaban cansados, pero su voz reflejaba una determinación renovada—. Estamos un paso atrás, siempre reaccionando, nunca anticipándonos.Samer, apoyado contra una pared oxidada, asintió en silencio. Tenía un corte en la mejilla que no había notado hasta que Agatha se lo señaló con un gesto.—Déjame ver eso —dijo mientras sacaba un pañuelo de su bolso. Se acercó a él y, con cuidado, limpió la herida. Samer no se movió, pero sus ojos no se apartaron de los de ella.—Estamos demasiado cerca de descubrir la verdad —respondió Samer después de un momento—. Pero también estamos cerca del límite
Las calles estaban desiertas a esa hora, con solo el sonido de sus pasos rápidos rompiendo el silencio. Samer y Agatha se movían con cuidado, buscando un lugar donde planear su siguiente movimiento. Habían llegado a un pequeño taller abandonado, cubierto de graffiti y con puertas oxidadas que crujían al abrirse.—Aquí estaremos seguros por ahora —dijo Samer mientras inspeccionaba el interior, asegurándose de que nadie los estuviera siguiendo.Agatha se apoyó contra una de las paredes, todavía empapada y con la respiración entrecortada. El agua helada la había dejado tiritando, pero su mente seguía trabajando, buscando sentido a todo lo que había sucedido.—Samer, necesitamos un plan claro. No podemos seguir improvisando.Él asintió, quitándose la chaqueta mojada y dejándola caer al suelo.—Lo sé. Pero primero, necesitamos información. Tenemos que descubrir quién está detrás de esto y cuál es su siguiente movimiento.Agatha lo miró fijamente. Había una determinación en sus ojos que no
El aire en el pequeño taller estaba denso, cargado de tensión. Los tres, Samer, Agatha y Dmitri, sabían que sus movimientos a partir de ese momento estarían siendo observados. Los documentos que Dmitri había recuperado eran la clave para desmantelar la red de traición que los había perseguido durante tanto tiempo, pero también los ponían en la mira de un enemigo implacable. La situación había escalado a un punto en el que no podían confiar en nadie más que en ellos mismos.Samer se acercó a la mesa donde estaba la laptop, su expresión imperturbable mientras analizaba los archivos que Dmitri había proporcionado. Agatha permaneció junto a él, con la mirada fija en la pantalla, absorbiendo cada detalle. Sabía que este momento podría ser crucial para su supervivencia.—Todo esto apunta a un solo nombre —dijo Samer finalmente, con voz grave. Era el nombre que temían oír, el que había estado en la sombra desde el principio: Emir Jaber, un antiguo aliado de la organización que ahora se había
El viento frío de la madrugada acariciaba sus rostros mientras se adentraban en la oscuridad de la noche. La instalación subterránea se alzaba ante ellos como una fortaleza, silenciosa, vigilante y letal. El peso de la misión recaía sobre sus hombros, pero la determinación de Samer y Agatha era más fuerte que cualquier miedo que pudieran sentir.Samer, con su mirada fija en el horizonte, se adelantó, señalando un camino que se adentraba en la oscuridad. Agatha lo siguió de cerca, con los sentidos alerta a cada sonido que surgía en el aire. Dmitri, detrás de ellos, era el último en la fila, sus pasos firmes pero cautelosos.—Mantengan el silencio. No podemos permitirnos ser detectados —dijo Samer en un susurro, sin apartar la vista de la entrada principal de la instalación.Agatha asintió, sintiendo cómo su pulso se aceleraba. Sabía que el momento que tanto habían temido estaba por llegar. La instalación parecía vacía desde afuera, pero no se dejaban engañar. Jaber había sido astuto du
El ruido de los pasos acercándose se volvía cada vez más fuerte, resonando en los pasillos de la instalación como una advertencia de lo que estaba por venir. Samer y Agatha intercambiaron miradas fugaces, sabiendo que cada segundo que pasaba aumentaba el peligro.—Rápido, por aquí —ordenó Samer, señalando una puerta a su izquierda. Agatha no dudó ni un instante. Corrió tras él, sabiendo que su única opción era escapar antes de que los alcanzaran. La presión de los documentos en sus manos era como una pesada carga, pero no podían permitirse perderlos.Dmitri, con la mirada fija en el pasillo por donde se acercaban los guardias, se adelantó para cubrir su salida. El sonido de las botas resonaba detrás de ellos, pero no tenían tiempo de mirar atrás. Todo lo que importaba en ese momento era llegar al punto de extracción.El grupo giró rápidamente en una esquina, adentrándose en un pasillo más estrecho, que parecía estar menos vigilado. Samer, con su habilidad para leer el terreno, sabía q
El vehículo avanzaba a gran velocidad por caminos desolados, con el sonido del motor rompiendo el silencio de la noche. Agatha sentía la presión de lo ocurrido, el miedo aún latente en su pecho, pero algo más profundo también comenzaba a emerger: la necesidad de hacer justicia, de detener a Jaber antes de que fuera demasiado tarde. El resplandor de las luces del coche iluminaba su rostro, destacando la determinación que, por fin, comenzaba a tomar el control de sus pensamientos.Samer, a su lado, parecía imperturbable, pero Agatha sabía que su mente no descansaba. La misión seguía siendo peligrosa, y aunque ahora estaban a salvo, el verdadero desafío no había hecho más que comenzar. La información que habían obtenido no era suficiente para destruir a Jaber. Necesitaban más, mucho más, si querían ganar esta guerra.—¿Qué sigue ahora? —preguntó Agatha, su voz ronca por el esfuerzo. Aunque la situación estaba lejos de ser ideal, no podía evitar sentir que el mundo parecía abrirse ante el