El día avanzaba lentamente tras el encuentro con Karim, pero la tensión entre Agatha y Samer era palpable. Ambos sabían que lo que tenían entre manos podría no solo destruir a Al-Fayed, sino también poner sus vidas en peligro de manera irreversible. De vuelta en la mansión, el silencio era tan denso que casi se podía cortar con un cuchillo.Samer, sentado frente a su escritorio, estudiaba los documentos que Karim había entregado. Cada archivo contenía pruebas contundentes de las actividades ilícitas de Al-Fayed. Transferencias de dinero, contratos sospechosos y correos electrónicos que lo vinculaban directamente con operaciones de tráfico de armas."Esto es suficiente para hundirlo," murmuró Samer, aunque había un atisbo de preocupación en su voz. Sabía que exponer esta información no sería un camino fácil.Agatha, de pie junto a la ventana, observaba el jardín exterior. El sol brillaba con una falsa sensación de calma. Sabía que en el fondo, este momento de paz no duraría mucho. Al-F
El sol se colaba por las cortinas de la habitación, pero Agatha apenas había dormido. Los pensamientos sobre lo que vendría la mantenían alerta. Samer seguía durmiendo profundamente a su lado, ajeno a la agitación que ella sentía.Se levantó con cuidado para no despertarlo y se dirigió al balcón. El aire fresco de la mañana la ayudó a despejarse un poco, pero el peso de la decisión que estaban por tomar seguía presente. Sabía que no había vuelta atrás. Una vez que filtraran la información sobre Al-Fayed, no solo ellos estarían en peligro, sino también cualquier persona asociada con ellos.De repente, un sonido vibrante interrumpió sus pensamientos. Era su teléfono. Un mensaje había llegado, y al abrirlo, una sensación de frío recorrió su espalda. Era un mensaje de Karim.“Debemos actuar ya. Al-Fayed sospecha algo. Me están siguiendo.”El corazón de Agatha se aceleró. No había tiempo que perder. Corrió de vuelta a la habitación y sacudió a Samer, quien despertó de inmediato al ver la e
Agatha se encontraba sentada frente a su laptop, su corazón latiendo con fuerza mientras revisaba los documentos que Samer le había dado. Los archivos contenían todo lo necesario para destruir a Al-Fayed: contratos ilegales, transacciones ocultas y testimonios comprometidos de aquellos que habían caído bajo su poder. Cada línea de información era una bomba de relojería, y ahora estaba en sus manos el detonador.Samer caminaba de un lado a otro en el amplio salón, con el teléfono pegado al oído, dando órdenes precisas. El plan estaba en marcha. No solo iban a exponer a Al-Fayed ante las autoridades internacionales, sino que también habían organizado una serie de filtraciones a los medios de comunicación para garantizar que la noticia se propagara rápidamente.“Lo haremos esta noche,” dijo Samer, colgando finalmente el teléfono y acercándose a Agatha. Ella levantó la vista, notando la firmeza en sus palabras. Habían trabajado en esto durante semanas, y ahora todo se reducía a ese moment
El rugido del motor resonaba en la oscuridad mientras la camioneta se alejaba rápidamente de la ciudad. Agatha miraba por la ventana, intentando calmar el ritmo frenético de su corazón. Sabía que cada kilómetro que recorrían los alejaba de la venganza de Al-Fayed, pero el peligro todavía la perseguía, como una sombra imposible de sacudirse.Samer, sentado junto a ella, mantenía los ojos clavados en su teléfono. Los mensajes y llamadas de sus contactos fluían sin cesar, actualizándolo sobre cada movimiento de su enemigo. Cada segundo era crucial. Sabían que Al-Fayed no iba a quedarse de brazos cruzados. Samer había preparado este escape al detalle, pero incluso el mejor plan podría fallar si el oponente era lo suficientemente astuto y desesperado.“¿Cómo va todo?” preguntó Agatha, con la voz cargada de tensión.Samer levantó la vista por un segundo, sus ojos llenos de determinación. “Todo está en marcha. Las autoridades están movilizándose en varios frentes. No será fácil para Al-Fayed
Samer guardó el teléfono con una rapidez fría, su mente ya trabajando en la próxima jugada. El peligro se acercaba, y aunque habían tomado todas las precauciones posibles, sabía que Al-Fayed no se detendría hasta verlos destruidos. Habían subestimado su alcance.“¿Qué vamos a hacer?” preguntó Agatha, con una mezcla de miedo y ansiedad en su voz. Sus ojos se encontraron con los de Samer, buscando una respuesta que la tranquilizara, pero la gravedad en su mirada le indicó que la situación era más seria de lo que imaginaba.Samer respiró hondo antes de hablar. “Vamos a mantenernos firmes. La seguridad aquí es impenetrable, pero no podemos depender solo de eso. Mis contactos están movilizando más recursos para detenerlo antes de que pueda actuar. No vamos a huir más, Agatha. Este es nuestro hogar por ahora, y lo defenderemos.”Agatha asintió, aunque el miedo aún la consumía. No quería seguir corriendo, pero tampoco podía ignorar la sensación de estar siempre un paso detrás de un hombre ta
La mansión se sacudía con cada impacto. Los guardias corrían en todas direcciones, siguiendo las órdenes precisas de Samer. El ataque había comenzado, y la sensación de caos reinaba en el aire. Los sonidos de pasos apresurados y el chasquido de armas cargándose llenaban el espacio, mientras Samer y Agatha se preparaban para lo inevitable."Debemos mantenernos juntos," dijo Samer, su voz fuerte y decidida. No había tiempo para dudas. Sabía que Al-Fayed no había venido solo; el hombre era conocido por llevar consigo un pequeño ejército personal, mercenarios entrenados para este tipo de misiones.Agatha sintió un escalofrío recorrer su espalda. A pesar de todo lo que había pasado en las últimas semanas, nunca había imaginado verse en medio de una situación así. La violencia de todo aquello era algo que no había experimentado antes. Miró a Samer, buscando alguna señal de debilidad en él, pero solo encontró determinación."Vamos," dijo él, tomándola de la mano con firmeza. "No te separes d
El búnker era pequeño y claustrofóbico. Agatha sentía la opresión del espacio cerrado, y el sonido sordo de las explosiones en la superficie apenas mitigaba el constante zumbido de la tecnología a su alrededor. Los monitores eran su única conexión con el mundo exterior, pero cada escena de batalla que veía la llenaba de una sensación de impotencia.Samer había salido hacía solo unos minutos, pero cada segundo que pasaba sin noticias parecía una eternidad. Agatha no era una mujer acostumbrada a quedarse de brazos cruzados, mucho menos cuando su seguridad dependía de la valentía de otro. Sin embargo, en ese momento, no tenía otra opción. Todo estaba fuera de su control.Observó los monitores, buscando desesperadamente a Samer. Había demasiada actividad en las cámaras exteriores, los guardias moviéndose entre sombras, disparos destellando en la oscuridad. No podía distinguirlo en medio de aquel caos.De repente, el sonido de la puerta del búnker resonó. Alguien estaba tratando de abrirla
El ambiente en la sala era denso, cargado de tensión. Agatha sentía cada segundo como una losa pesada sobre sus hombros. Frente a ella, Al-Fayed, el hombre que había tratado de destruirlos, mantenía una expresión de satisfacción perturbadora.—Nunca pensé que lograrías llegar tan lejos —dijo Al-Fayed, su voz teñida de burla.Samer, a su lado, permanecía inmóvil. Su mirada era una mezcla de furia contenida y cálculo frío. Sabía que cualquier movimiento en falso podría costarles caro. Al-Fayed había jugado sus cartas con precisión, y ahora los tenía acorralados en su propio territorio.—Tu juego termina aquí —respondió Samer, con la voz firme. No había lugar para el miedo en su tono.Agatha sentía el peso de la situación sobre sus hombros. Habían logrado tantas cosas juntos, superado obstáculos que parecían imposibles, y sin embargo, en ese preciso instante, todo parecía pender de un hilo.—¿De verdad crees que vas a salir de aquí? —Al-Fayed sonrió, cruzando los brazos—. Estás en mi ter