La mansión se sacudía con cada impacto. Los guardias corrían en todas direcciones, siguiendo las órdenes precisas de Samer. El ataque había comenzado, y la sensación de caos reinaba en el aire. Los sonidos de pasos apresurados y el chasquido de armas cargándose llenaban el espacio, mientras Samer y Agatha se preparaban para lo inevitable."Debemos mantenernos juntos," dijo Samer, su voz fuerte y decidida. No había tiempo para dudas. Sabía que Al-Fayed no había venido solo; el hombre era conocido por llevar consigo un pequeño ejército personal, mercenarios entrenados para este tipo de misiones.Agatha sintió un escalofrío recorrer su espalda. A pesar de todo lo que había pasado en las últimas semanas, nunca había imaginado verse en medio de una situación así. La violencia de todo aquello era algo que no había experimentado antes. Miró a Samer, buscando alguna señal de debilidad en él, pero solo encontró determinación."Vamos," dijo él, tomándola de la mano con firmeza. "No te separes d
El búnker era pequeño y claustrofóbico. Agatha sentía la opresión del espacio cerrado, y el sonido sordo de las explosiones en la superficie apenas mitigaba el constante zumbido de la tecnología a su alrededor. Los monitores eran su única conexión con el mundo exterior, pero cada escena de batalla que veía la llenaba de una sensación de impotencia.Samer había salido hacía solo unos minutos, pero cada segundo que pasaba sin noticias parecía una eternidad. Agatha no era una mujer acostumbrada a quedarse de brazos cruzados, mucho menos cuando su seguridad dependía de la valentía de otro. Sin embargo, en ese momento, no tenía otra opción. Todo estaba fuera de su control.Observó los monitores, buscando desesperadamente a Samer. Había demasiada actividad en las cámaras exteriores, los guardias moviéndose entre sombras, disparos destellando en la oscuridad. No podía distinguirlo en medio de aquel caos.De repente, el sonido de la puerta del búnker resonó. Alguien estaba tratando de abrirla
El ambiente en la sala era denso, cargado de tensión. Agatha sentía cada segundo como una losa pesada sobre sus hombros. Frente a ella, Al-Fayed, el hombre que había tratado de destruirlos, mantenía una expresión de satisfacción perturbadora.—Nunca pensé que lograrías llegar tan lejos —dijo Al-Fayed, su voz teñida de burla.Samer, a su lado, permanecía inmóvil. Su mirada era una mezcla de furia contenida y cálculo frío. Sabía que cualquier movimiento en falso podría costarles caro. Al-Fayed había jugado sus cartas con precisión, y ahora los tenía acorralados en su propio territorio.—Tu juego termina aquí —respondió Samer, con la voz firme. No había lugar para el miedo en su tono.Agatha sentía el peso de la situación sobre sus hombros. Habían logrado tantas cosas juntos, superado obstáculos que parecían imposibles, y sin embargo, en ese preciso instante, todo parecía pender de un hilo.—¿De verdad crees que vas a salir de aquí? —Al-Fayed sonrió, cruzando los brazos—. Estás en mi ter
El sonido del helicóptero retumbaba en la distancia, una señal de que el tiempo se agotaba. Samer tomó la mano de Agatha con firmeza mientras ambos corrían hacia la parte trasera de la mansión. Los jardines ahora parecían un laberinto interminable, pero Samer los guiaba con seguridad, su conocimiento del terreno les daba una ventaja crucial.—Hay un camino por el bosque, hacia el helipuerto —dijo Samer, sin dejar de avanzar. Su mirada estaba fija en el horizonte, siempre calculando, siempre un paso adelante.Agatha apenas podía procesar todo lo que estaba sucediendo. El pánico aún vibraba en su pecho, pero se aferraba a la mano de Samer como a un ancla en medio de una tormenta. Él la había salvado, pero sabía que el peligro no había pasado. Las sombras los seguían de cerca, y el eco de las voces de los hombres de Al-Fayed todavía resonaba en su cabeza.—No puedo más —jadeó Agatha, tropezando levemente sobre la hierba húmeda.Samer se detuvo solo lo suficiente para mirarla a los ojos.
El sol comenzaba a ocultarse detrás de las montañas, tiñendo el cielo de un hermoso tono naranja. Agatha se encontraba sentada en el balcón de su habitación, contemplando la vista y tratando de calmar la agitación que sentía en su interior. La reciente confrontación con Al-Fayed aún la tenía inquieta, y no podía evitar pensar en las repercusiones que eso podría tener para ella y Samer.Al entrar Samer, su presencia llenó la habitación con una energía reconfortante. Se acercó a ella, sus ojos oscuros brillaban con determinación.—¿Cómo te sientes? —preguntó, ocupando el asiento a su lado.Agatha suspiró, sintiendo el peso de sus pensamientos. Había tanto que decir y tan poco tiempo para hacerlo.—No puedo dejar de pensar en lo que pasó —respondió, mirando el horizonte—. Al-Fayed no se detendrá aquí. Tiene que haber algo más que esté planeando.Samer asintió, tomando un momento para pensar. Era cierto; Al-Fayed era un hombre que no aceptaba la derrota fácilmente.—He estado investigando
El día de la reunión con Al-Fayed había llegado. Agatha se despertó temprano, la luz del sol filtrándose a través de las cortinas, proyectando patrones dorados en el suelo de la habitación. Sin embargo, no sentía el calor reconfortante de la mañana. En su lugar, un nudo de nerviosismo se formaba en su estómago. Samer había preparado un plan meticuloso, y a pesar de la confianza que le transmitía, la idea de enfrentarse directamente a Al-Fayed le producía un ligero escalofrío. Se vistió con un vestido elegante, uno que había elegido por su capacidad para mezclarse en el entorno de los inversores. Quería parecer digna de confianza, y al mismo tiempo, mantener un aire de misterio. Mientras se preparaba, Marta entró en la habitación, con una mirada decidida en su rostro. —Es hora de que nos pongamos en marcha. Samer ya está abajo esperando —anunció, ajustándose una bufanda que le daba un toque sofisticado. Agatha asintió, respirando hondo para calmar sus nervios. Ambas mujeres se d
La atmósfera en la sala se volvió eléctrica cuando Al-Fayed bloqueó el camino de Agatha y Marta. La tensión era palpable, y Agatha sintió cómo el sudor comenzaba a resbalar por su frente. Su mente se disparaba, buscando una salida mientras la figura imponente de Al-Fayed se acercaba.—¿Qué hacen ustedes dos aquí? —preguntó Al-Fayed, su mirada afilada como un cuchillo.Agatha intercambió una rápida mirada con Marta, que también estaba claramente nerviosa. Sin embargo, Agatha sabía que no podían dejarse intimidar. En ese momento, tenía que ser valiente.—Solo estábamos interesadas en conocer más sobre tus proyectos, Al-Fayed. Tu trabajo es... impresionante —respondió Agatha, tratando de mantener la voz firme y el tono casual.Al-Fayed sonrió, pero no había nada amistoso en su expresión.—¿Impresionadas, dices? Me parece que hay algo más aquí que simplemente admiración. —Sus ojos se estrecharon, y Agatha sintió que estaba siendo desnudada ante su mirada penetrante.Detrás de Al-Fayed, la
La atmósfera en la habitación era tensa y cargada de electricidad. La irrupción de Samer había cambiado el curso de la conversación de manera abrupta. Al-Fayed, al ver su rostro serio, frunció el ceño, pero no mostró signos de intimidación.—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Al-Fayed, su voz fría como el acero.Samer no respondió de inmediato; su mirada se centró en Agatha y Marta, y en un instante, pudo ver el temor en sus ojos. La situación había escalado rápidamente, y su instinto protector se activó al instante.—Salgan de aquí, ahora. —La autoridad en su voz no dejaba lugar a dudas.Agatha sintió que el corazón le latía con fuerza. Aunque había tenido sus reservas sobre Samer, en ese momento, lo necesitaba más que nunca. Sin embargo, no podía dejar de preocuparse por lo que podría suceder si abandonaban la sala.—Samer, espera... —comenzó a decir, pero él la interrumpió.—No hay tiempo para discutir. Al-Fayed es peligroso, y no te dejará ir tan fácilmente.La tensión se palpaba