El ambiente en la sala era denso, cargado de tensión. Agatha sentía cada segundo como una losa pesada sobre sus hombros. Frente a ella, Al-Fayed, el hombre que había tratado de destruirlos, mantenía una expresión de satisfacción perturbadora.—Nunca pensé que lograrías llegar tan lejos —dijo Al-Fayed, su voz teñida de burla.Samer, a su lado, permanecía inmóvil. Su mirada era una mezcla de furia contenida y cálculo frío. Sabía que cualquier movimiento en falso podría costarles caro. Al-Fayed había jugado sus cartas con precisión, y ahora los tenía acorralados en su propio territorio.—Tu juego termina aquí —respondió Samer, con la voz firme. No había lugar para el miedo en su tono.Agatha sentía el peso de la situación sobre sus hombros. Habían logrado tantas cosas juntos, superado obstáculos que parecían imposibles, y sin embargo, en ese preciso instante, todo parecía pender de un hilo.—¿De verdad crees que vas a salir de aquí? —Al-Fayed sonrió, cruzando los brazos—. Estás en mi ter
El sonido del helicóptero retumbaba en la distancia, una señal de que el tiempo se agotaba. Samer tomó la mano de Agatha con firmeza mientras ambos corrían hacia la parte trasera de la mansión. Los jardines ahora parecían un laberinto interminable, pero Samer los guiaba con seguridad, su conocimiento del terreno les daba una ventaja crucial.—Hay un camino por el bosque, hacia el helipuerto —dijo Samer, sin dejar de avanzar. Su mirada estaba fija en el horizonte, siempre calculando, siempre un paso adelante.Agatha apenas podía procesar todo lo que estaba sucediendo. El pánico aún vibraba en su pecho, pero se aferraba a la mano de Samer como a un ancla en medio de una tormenta. Él la había salvado, pero sabía que el peligro no había pasado. Las sombras los seguían de cerca, y el eco de las voces de los hombres de Al-Fayed todavía resonaba en su cabeza.—No puedo más —jadeó Agatha, tropezando levemente sobre la hierba húmeda.Samer se detuvo solo lo suficiente para mirarla a los ojos.
El sol comenzaba a ocultarse detrás de las montañas, tiñendo el cielo de un hermoso tono naranja. Agatha se encontraba sentada en el balcón de su habitación, contemplando la vista y tratando de calmar la agitación que sentía en su interior. La reciente confrontación con Al-Fayed aún la tenía inquieta, y no podía evitar pensar en las repercusiones que eso podría tener para ella y Samer.Al entrar Samer, su presencia llenó la habitación con una energía reconfortante. Se acercó a ella, sus ojos oscuros brillaban con determinación.—¿Cómo te sientes? —preguntó, ocupando el asiento a su lado.Agatha suspiró, sintiendo el peso de sus pensamientos. Había tanto que decir y tan poco tiempo para hacerlo.—No puedo dejar de pensar en lo que pasó —respondió, mirando el horizonte—. Al-Fayed no se detendrá aquí. Tiene que haber algo más que esté planeando.Samer asintió, tomando un momento para pensar. Era cierto; Al-Fayed era un hombre que no aceptaba la derrota fácilmente.—He estado investigando
El día de la reunión con Al-Fayed había llegado. Agatha se despertó temprano, la luz del sol filtrándose a través de las cortinas, proyectando patrones dorados en el suelo de la habitación. Sin embargo, no sentía el calor reconfortante de la mañana. En su lugar, un nudo de nerviosismo se formaba en su estómago. Samer había preparado un plan meticuloso, y a pesar de la confianza que le transmitía, la idea de enfrentarse directamente a Al-Fayed le producía un ligero escalofrío. Se vistió con un vestido elegante, uno que había elegido por su capacidad para mezclarse en el entorno de los inversores. Quería parecer digna de confianza, y al mismo tiempo, mantener un aire de misterio. Mientras se preparaba, Marta entró en la habitación, con una mirada decidida en su rostro. —Es hora de que nos pongamos en marcha. Samer ya está abajo esperando —anunció, ajustándose una bufanda que le daba un toque sofisticado. Agatha asintió, respirando hondo para calmar sus nervios. Ambas mujeres se d
La atmósfera en la sala se volvió eléctrica cuando Al-Fayed bloqueó el camino de Agatha y Marta. La tensión era palpable, y Agatha sintió cómo el sudor comenzaba a resbalar por su frente. Su mente se disparaba, buscando una salida mientras la figura imponente de Al-Fayed se acercaba.—¿Qué hacen ustedes dos aquí? —preguntó Al-Fayed, su mirada afilada como un cuchillo.Agatha intercambió una rápida mirada con Marta, que también estaba claramente nerviosa. Sin embargo, Agatha sabía que no podían dejarse intimidar. En ese momento, tenía que ser valiente.—Solo estábamos interesadas en conocer más sobre tus proyectos, Al-Fayed. Tu trabajo es... impresionante —respondió Agatha, tratando de mantener la voz firme y el tono casual.Al-Fayed sonrió, pero no había nada amistoso en su expresión.—¿Impresionadas, dices? Me parece que hay algo más aquí que simplemente admiración. —Sus ojos se estrecharon, y Agatha sintió que estaba siendo desnudada ante su mirada penetrante.Detrás de Al-Fayed, la
La atmósfera en la habitación era tensa y cargada de electricidad. La irrupción de Samer había cambiado el curso de la conversación de manera abrupta. Al-Fayed, al ver su rostro serio, frunció el ceño, pero no mostró signos de intimidación.—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Al-Fayed, su voz fría como el acero.Samer no respondió de inmediato; su mirada se centró en Agatha y Marta, y en un instante, pudo ver el temor en sus ojos. La situación había escalado rápidamente, y su instinto protector se activó al instante.—Salgan de aquí, ahora. —La autoridad en su voz no dejaba lugar a dudas.Agatha sintió que el corazón le latía con fuerza. Aunque había tenido sus reservas sobre Samer, en ese momento, lo necesitaba más que nunca. Sin embargo, no podía dejar de preocuparse por lo que podría suceder si abandonaban la sala.—Samer, espera... —comenzó a decir, pero él la interrumpió.—No hay tiempo para discutir. Al-Fayed es peligroso, y no te dejará ir tan fácilmente.La tensión se palpaba
Agatha se detuvo un momento, su respiración todavía agitada por la adrenalina de la fuga. La calle era un torbellino de gente, ruidos y luces, un contraste abrumador con el pánico que acababan de dejar atrás. Samer y Marta la miraban con una mezcla de preocupación y alivio, pero la sensación de inseguridad aún pesaba sobre sus hombros.—¿Dónde vamos ahora? —preguntó Marta, su voz temblando ligeramente.Samer frunció el ceño, mirando a su alrededor como un depredador en busca de la próxima presa.—Necesitamos encontrar un lugar seguro donde podamos escondernos y planear nuestro próximo movimiento —respondió, su tono decidido.Agatha asintió, sintiendo que la urgencia de la situación la empujaba hacia adelante. No podían permanecer allí por mucho tiempo; Al-Fayed seguramente no tardaría en darse cuenta de su ausencia y enviar a sus hombres tras ellos.—Hay un hotel a unas pocas calles de aquí —dijo Agatha, recordando un lugar al que había ido anteriormente. —Podríamos refugiarnos allí p
El sol apenas comenzaba a asomarse en el horizonte cuando Agatha se despertó, aún en la habitación del hotel. La luz tenue se filtraba a través de las cortinas, iluminando los elegantes muebles y el lujoso entorno en el que se encontraban. Sin embargo, el ambiente era todo menos tranquilizador.Mientras se estiraba, su mente se llenaba de pensamientos sobre la decisión que habían tomado la noche anterior. Sabía que arriesgaban mucho, pero no podían permitirse seguir viviendo con miedo. Samer había hablado sobre hacer contactos, y en su mente, Agatha ya empezaba a formular un plan.Al salir del baño, encontró a Samer sentado en la mesa, revisando información en su teléfono. La expresión en su rostro era seria, pero había algo en su postura que la hacía sentir segura.—Buenos días —saludó, intentando ocultar su nerviosismo.Samer levantó la vista, y una pequeña sonrisa iluminó su rostro.—Buenos días. Estaba revisando algunas cosas sobre Al-Fayed y su empresa. Necesitamos estar un paso