El día siguiente amaneció con un leve sol que parecía reflejar el estado de ánimo de Agatha. Tras su decisión de abrirse a la posibilidad de algo con Samer, un torrente de emociones la acompañaba en cada paso que daba. Había una mezcla de alivio y expectativa, pero también la sombra de la duda se mantenía a su lado, como una sombra que se rehusaba a desaparecer.Esa mañana, mientras se preparaba para el día, miró al espejo y se encontró a sí misma vacilante. ¿Realmente estaba lista para todo lo que implicaba involucrarse más con Samer? Era tan complicado, tan diferente a lo que había conocido, pero, al mismo tiempo, algo dentro de ella se sentía atraído hacia él de una manera que no podía explicar completamente. En su vida, había aprendido a confiar en su intuición, y esta vez su instinto le decía que debía seguir adelante, aunque con cautela.Con su café en mano, salió rumbo a la oficina. A lo largo del camino, se sorprendió al ver lo tranquila que estaba, a pesar de la tormenta inte
El paso del tiempo parecía jugar en contra de Agatha, que sentía cómo la incertidumbre comenzaba a consumirla, a pesar de la calma con la que Samer se había presentado ante ella. Mientras Samer la había tranquilizado, había algo en su interior que seguía inquieto, una sensación de no saber qué era lo correcto. Los días siguientes fueron una especie de vaivén emocional; había momentos en los que pensaba que había tomado la decisión correcta, pero luego los pensamientos de sus dudas volvían a invadir su mente.Agatha se encontraba en su apartamento, rodeada de la quietud de la noche, cuando se dio cuenta de lo que realmente le preocupaba. No era el miedo al compromiso o al futuro, sino el temor de perder su autonomía, su independencia. Había estado tan acostumbrada a manejar su vida de manera autónoma que el simple hecho de pensar en un "nosotros" le generaba una especie de claustrofobia emocional. Pero, a su vez, el deseo de explorar lo que podía haber entre ella y Samer la atraía como
Los días que siguieron a la conversación con Samer estuvieron marcados por una sensación de ligereza en Agatha, una calma que se instaló en su interior, pero también por una constante reflexión sobre lo que acababa de decidir. Había sido sincera consigo misma, y al hacerlo, había dado un paso importante, pero no podía evitar la pregunta persistente: ¿estaba realmente lista para entregarse a esta nueva etapa?Durante semanas había vivido con la duda, el miedo al cambio, el temor de perder su autonomía. Pero, al igual que en muchas otras ocasiones de su vida, Agatha había decidido hacer frente a la incertidumbre. Había elegido arriesgarse, y la idea de hacerlo junto a Samer, un hombre que, aunque impredecible, se había mostrado genuinamente interesado en ella, le daba fuerzas.Esa tarde, cuando terminó su jornada de trabajo, recibió un mensaje de Samer. Un simple “¿Te gustaría cenar esta noche?” hizo que una sonrisa se asomara en su rostro. Había algo en la forma en que se comunicaba co
Agatha abrió los ojos con dificultad, sintiendo una presión punzante en su cabeza. El aire a su alrededor era denso, impregnado del perfume de flores exóticas, algo que nunca había olfateado antes. Al parpadear, la luz tenue que se filtraba a través de las cortinas de seda la cegó momentáneamente. Se incorporó lentamente, su corazón latiendo con fuerza mientras sus recuerdos comenzaban a fluir de manera desordenada.El último recuerdo claro era de la oscuridad, el sudor frío en su frente mientras la capturaban. La sensación de manos fuertes sujetándola, arrastrándola hacia una furgoneta. El pánico la envolvió como una niebla espesa y aterradora. Intentó recordar más, pero su mente estaba borrosa. Un destello de luz hizo que su mirada se centrara en la habitación que la rodeaba.Todo era de una elegancia abrumadora. La habitación tenía paredes de mármol, y el mobiliario era una mezcla de modernidad y antigüedad, con muebles tallados a mano que podrían haber sido sacados de un museo. Un
Agatha avanzó con cautela por el pasillo, sus pasos resonando en el silencio como un eco de su creciente ansiedad. Las paredes estaban adornadas con cuadros de paisajes impresionantes y retratos de personas que no reconocía. A pesar del lujo y la belleza que la rodeaba, su corazón seguía latiendo con una mezcla de miedo y determinación. La idea de estar atrapada en una mansión tan extravagante no podía calmar la inquietud que la invadía.Al final del pasillo, una gran puerta de madera oscura la esperaba, casi como un portal a lo desconocido. Se detuvo un momento, conteniendo la respiración, antes de empujarla lentamente. La puerta chirrió, y Agatha sintió que el sonido resonaba en su pecho.El espacio que se abría ante ella era un salón vasto y opulento. Un gran candelabro de cristal colgaba del techo, iluminando el lugar con una luz cálida y suave. Los muebles eran lujosos, con tapices que parecían haber sido traídos de algún palacio europeo. Pero Agatha no podía permitirse distraers
El silencio en la mansión era ensordecedor, interrumpido solo por el suave susurro del viento que se colaba por las rendijas de las ventanas. Agatha se quedó en el salón, luchando por controlar el torrente de emociones que la abrumaban. La conversación con Samer había sido intensa, y su presencia, aunque desconcertante, había despertado algo en ella: un deseo de lucha.Mientras la ira se calmaba en su interior, Agatha decidió que no podía permitir que su situación la dominara. No iba a ser una prisionera en el lujo. Necesitaba un plan, una forma de recuperar su libertad. Caminó de un lado a otro, cada paso resonando en el mármol frío, mientras su mente se llenaba de recuerdos de su vida anterior.Imágenes de su hogar en Italia comenzaron a desdibujarse. Recordó la calidez del sol en su piel mientras paseaba por las calles de Roma, la risa de sus amigos en las terrazas de los cafés. Había sido una vida llena de sueños y aspiraciones. Pero ahora, esos recuerdos se sentían lejanos, como
La atmósfera en la mansión se tornó tensa tras la declaración de Samer. Agatha podía sentir que estaba en un juego, uno cuyas reglas aún no entendía del todo. La forma en que él había mirado sus labios mientras hablaba la hizo cuestionarse qué parte de su rechazo lo había intrigado. ¿Era un desafío para él? La confusión se instaló en su pecho, pero sabía que no podía permitir que eso la distrajera de su verdadero objetivo: encontrar una salida.“¿Qué quieres decir con ‘juguemos juntos’?” preguntó Agatha, su tono desafiante. Se acercó un poco más, desafiando la distancia entre ellos. “Porque yo no tengo intención de dejar que esto se convierta en un juego.”Samer sonrió, esa sonrisa que hacía que su corazón se acelerara y su cabeza se llenara de confusión. “Todo en esta vida es un juego, Agatha. Y en este juego, debemos aprender a jugar nuestras cartas correctamente.” Su voz era profunda, como el suave murmullo del mar.“¿Y cuál es tu carta?” preguntó ella, cruzando los brazos en un ge
Los días se convirtieron en una extraña rutina. Agatha se despertaba cada mañana en la lujosa habitación que Samer le había proporcionado, un espacio decorado con elegancia que contrastaba drásticamente con el caos que había invadido su vida. Sin embargo, a pesar de la belleza que la rodeaba, se sentía atrapada en una jaula dorada.Decidida a recuperar parte del control que había perdido, Agatha comenzó a explorar la mansión a solas durante las horas en que Samer estaba ocupado. Cada rincón del lugar parecía tener una historia, un secreto esperando ser descubierto. Mientras recorría pasillos interminables y escaleras adornadas con artefactos costosos, su curiosidad se convirtió en una herramienta para enfrentar su ansiedad.Un día, mientras examinaba una biblioteca repleta de libros antiguos, Agatha se encontró con un diario polvoriento escondido en un estante alto. Al abrirlo, su corazón dio un salto. Las páginas estaban llenas de garabatos, pensamientos dispersos y reflexiones sobre