El reloj marcaba ya las diez de la noche, y el apartamento de Agatha estaba en un silencio inquietante. Había decidido tomar el control de su vida, de su relación con Samer, y ahora solo quedaba dar el siguiente paso. El teléfono aún estaba en su mano, las palabras de su hermana resonando en su mente: "Lo que importa es el presente y cómo enfrentan juntos el futuro". Agatha había hecho su elección, pero el miedo a lo desconocido aún la mantenía en vilo.Había pasado la última hora dando vueltas en su apartamento, dudando si sería el momento adecuado para hablar con Samer, si realmente estaba lista para afrontar la conversación que debía tener. Finalmente, sin pensarlo más, marcó el número. No iba a esperar más. Esta era su oportunidad para ser sincera consigo misma y con él.El teléfono sonó varias veces antes de que la voz grave y tranquila de Samer contestara.—¿Agatha? —Su voz, siempre tan segura, la hizo sentirse vulnerable, pero no retrocedió. Esta vez, sabía que debía ser direct
La tormenta que había azotado la ciudad durante las últimas horas había amainado, pero el aire aún se sentía pesado, como si la atmósfera misma estuviera esperando a que algo más ocurriera. Agatha miraba por la ventana del departamento de Samer, sus pensamientos tan dispersos como las gotas de lluvia que seguían deslizándose por el cristal. La luz de la ciudad brillaba débilmente a través de la cortina, y la luna parecía apenas asomar entre las nubes.La charla que había tenido con Samer seguía resonando en su mente. Las palabras que él había dicho, y aquellas que había guardado, pesaban sobre sus hombros como una carga. Sabía que no podía seguir adelante sin entender completamente lo que estaba sucediendo entre ellos. La relación que parecía tan clara en sus inicios ahora estaba llena de grietas, de inseguridades, y, sobre todo, de dudas. ¿Realmente Samer la veía de la misma manera que ella lo veía a él?La realidad era que Agatha había estado tan atrapada en sus propios sentimientos
El sol comenzaba a ponerse, tiñendo el cielo de tonos cálidos que contrastaban con la tensión palpable en el aire. Agatha estaba sentada frente a Samer, con los brazos cruzados, mirando sus manos mientras jugaba con el borde de su camisa. La conversación de la tarde había dejado un vacío incómodo entre ambos, como si algo esencial estuviera por decirse, pero ninguno de los dos se atrevía a dar el primer paso.—Agatha, no entiendo por qué sigues resistiéndote a lo que sentimos —dijo Samer, su voz seria pero suave, sin perder la calma que tanto lo caracterizaba.Ella levantó la mirada, encontrándose con los ojos intensos de él, pero apartó la vista rápidamente, como si esa mirada pudiese desarmarla. En su interior, una guerra silenciosa se libraba. Por un lado, sus sentimientos por Samer eran profundos, pero por otro, el miedo a las consecuencias de entregarse a esa relación la mantenía a la defensiva.—No se trata de lo que siento, Samer —respondió, tratando de mantener su voz firme, a
Agatha abrió los ojos con dificultad, sintiendo una presión punzante en su cabeza. El aire a su alrededor era denso, impregnado del perfume de flores exóticas, algo que nunca había olfateado antes. Al parpadear, la luz tenue que se filtraba a través de las cortinas de seda la cegó momentáneamente. Se incorporó lentamente, su corazón latiendo con fuerza mientras sus recuerdos comenzaban a fluir de manera desordenada.El último recuerdo claro era de la oscuridad, el sudor frío en su frente mientras la capturaban. La sensación de manos fuertes sujetándola, arrastrándola hacia una furgoneta. El pánico la envolvió como una niebla espesa y aterradora. Intentó recordar más, pero su mente estaba borrosa. Un destello de luz hizo que su mirada se centrara en la habitación que la rodeaba.Todo era de una elegancia abrumadora. La habitación tenía paredes de mármol, y el mobiliario era una mezcla de modernidad y antigüedad, con muebles tallados a mano que podrían haber sido sacados de un museo. Un
Agatha avanzó con cautela por el pasillo, sus pasos resonando en el silencio como un eco de su creciente ansiedad. Las paredes estaban adornadas con cuadros de paisajes impresionantes y retratos de personas que no reconocía. A pesar del lujo y la belleza que la rodeaba, su corazón seguía latiendo con una mezcla de miedo y determinación. La idea de estar atrapada en una mansión tan extravagante no podía calmar la inquietud que la invadía.Al final del pasillo, una gran puerta de madera oscura la esperaba, casi como un portal a lo desconocido. Se detuvo un momento, conteniendo la respiración, antes de empujarla lentamente. La puerta chirrió, y Agatha sintió que el sonido resonaba en su pecho.El espacio que se abría ante ella era un salón vasto y opulento. Un gran candelabro de cristal colgaba del techo, iluminando el lugar con una luz cálida y suave. Los muebles eran lujosos, con tapices que parecían haber sido traídos de algún palacio europeo. Pero Agatha no podía permitirse distraers
El silencio en la mansión era ensordecedor, interrumpido solo por el suave susurro del viento que se colaba por las rendijas de las ventanas. Agatha se quedó en el salón, luchando por controlar el torrente de emociones que la abrumaban. La conversación con Samer había sido intensa, y su presencia, aunque desconcertante, había despertado algo en ella: un deseo de lucha.Mientras la ira se calmaba en su interior, Agatha decidió que no podía permitir que su situación la dominara. No iba a ser una prisionera en el lujo. Necesitaba un plan, una forma de recuperar su libertad. Caminó de un lado a otro, cada paso resonando en el mármol frío, mientras su mente se llenaba de recuerdos de su vida anterior.Imágenes de su hogar en Italia comenzaron a desdibujarse. Recordó la calidez del sol en su piel mientras paseaba por las calles de Roma, la risa de sus amigos en las terrazas de los cafés. Había sido una vida llena de sueños y aspiraciones. Pero ahora, esos recuerdos se sentían lejanos, como
La atmósfera en la mansión se tornó tensa tras la declaración de Samer. Agatha podía sentir que estaba en un juego, uno cuyas reglas aún no entendía del todo. La forma en que él había mirado sus labios mientras hablaba la hizo cuestionarse qué parte de su rechazo lo había intrigado. ¿Era un desafío para él? La confusión se instaló en su pecho, pero sabía que no podía permitir que eso la distrajera de su verdadero objetivo: encontrar una salida.“¿Qué quieres decir con ‘juguemos juntos’?” preguntó Agatha, su tono desafiante. Se acercó un poco más, desafiando la distancia entre ellos. “Porque yo no tengo intención de dejar que esto se convierta en un juego.”Samer sonrió, esa sonrisa que hacía que su corazón se acelerara y su cabeza se llenara de confusión. “Todo en esta vida es un juego, Agatha. Y en este juego, debemos aprender a jugar nuestras cartas correctamente.” Su voz era profunda, como el suave murmullo del mar.“¿Y cuál es tu carta?” preguntó ella, cruzando los brazos en un ge
Los días se convirtieron en una extraña rutina. Agatha se despertaba cada mañana en la lujosa habitación que Samer le había proporcionado, un espacio decorado con elegancia que contrastaba drásticamente con el caos que había invadido su vida. Sin embargo, a pesar de la belleza que la rodeaba, se sentía atrapada en una jaula dorada.Decidida a recuperar parte del control que había perdido, Agatha comenzó a explorar la mansión a solas durante las horas en que Samer estaba ocupado. Cada rincón del lugar parecía tener una historia, un secreto esperando ser descubierto. Mientras recorría pasillos interminables y escaleras adornadas con artefactos costosos, su curiosidad se convirtió en una herramienta para enfrentar su ansiedad.Un día, mientras examinaba una biblioteca repleta de libros antiguos, Agatha se encontró con un diario polvoriento escondido en un estante alto. Al abrirlo, su corazón dio un salto. Las páginas estaban llenas de garabatos, pensamientos dispersos y reflexiones sobre