CAP 2

POV KANSAS

—¿Qué dices? —escucho la voz de Ángeles y ello me saca de mis pensamientos.

—Perdón ¿decías? —le respondo al girar a verla

—¿No me has estado oyendo, Kansas? —me reclama al fruncir su entrecejo, lo cual me hace sonreír

—Lo lamento —le digo sincero—. ¿Qué quieres? —pregunto interesado.

—Te decía que quiero replicar las notas de una canción en nuestro piano —me pide al mirarme con su dulce mirada.

—Está bien, pero no por mucho tiempo. Tienes que estar en la cama en una hora como máximo —le recuerdo; y ella asiente sonriente.

Así que, con esa premisa, ambos decidimos ir hacia donde se encontraba el instrumento que había pertenecido a mi madre.

—Déjame ayudarte —le pido al tratar de cargarla para sentarla en su silla de ruedas.

—No, estoy bien —me detiene—. Últimamente, ya no pierdo mucho el equilibrio —me señala sonriente y orgullosa de sí—. Quiero caminar —expresa firme; así que no podía negarme.

—Está bien, pero te sujetarás de mi brazo

—Me parece un trato justo —concluye; y, así, nos vamos rumbo a la esquina en la que se encontraba el piano.

Llevábamos mucho tiempo practicando y se nos había pasado la hora, pero, aun así, no había sido capaz de detener a Ángeles de seguir tocando el piano.

—No, no… mmm… tal vez debas bajarle un tono —le sugiero

—¿Tú crees? —contesta dudosa

—Creo que no perdemos nada intentándolo —respondo al mirarla a sus ojos y sonreírle.

—Bien, entonces ahí vamos… —contesta. Luego, suspira profundamente e, inmediatamente, empieza a tocar “Always remember us this way” de Lady Gaga en nuestro viejo piano.

Y ahí empezaba, otra vez, uno de mis momentos favoritos: ver a mi hermana feliz y disfrutando de su música. Llevábamos poco más de 3 horas frente al viejo piano que perteneció a mi madre y el cual tocaba todas las noches durante el tiempo que llevó a Ángeles en su vientre.

—¡Oye! ¡Suena bien! —exclama emocionada—. ¡Qué digo bien!... ¡Suena más que perfecto! —aclara con una gran sonrisa—. La vamos a dejar así —acota mientras hace unos escritos en el pentagrama.

—Bieeen… —contesto al mirar el reloj de pared—. Entonces, aquí lo dejamos —le demando mientras me paro de mi asiento.

—¿No nos podemos quedar un rato más? —me pide con su fallido intento de hacer la mirada del gato con botas.

—Eso ya no funcionará, Ángeles —le advierto divertido.

—Por favor… un tiempo más —suplica.

—No —contesto tajante—. Ya debes ir a la cama

—Por favooorr… di que sí —pide al juntar sus manos como una súplica.

—Ángeles, a la cama

—Por favor —continúa con su infantil súplica

—Ángeles White, me estás orillando a tomar medidas drásticas —le indico al sonreírle; y esta sonríe también al leer mi mirada y darse cuenta de a lo que me refería.

—Oooh no, no lo harías

—¿Estás retándome? —cuestiono al arquear una ceja y levantarme de mi asiento para acercarme a ella

—Oh nooo… ¡no lo vayas a hacer! —demanda seria, pero me sigo acercando a ella—. ¡Kansas! Si lo haces, prometo una venganza —añade amenazante—. ¡Así que aléjate! —agrega, pero sigo sin hacerle caso y decido acercarme por completo y cargarla al tiempo en que me las ingenio para hacerle cosquillas.

—¡No! ¡Suéltame! —demanda entre risas—. ¡Kansas! —se queja y empieza a hacer lo mismo conmigo

—Esta es una guerra, señorita —le aviso entre risas mientras camino hacia su habitación con ella en brazos.

—¡Tú empezaste! —me aclara sin dejar de reír—¡Ya! ¡Ríndete! —pide sonriente cuando hemos llegado a su cuarto y voy hacia su cama para depositarla ahí.

—Esto no se ha acabado —le advierto al verla a sus hermosos ojos, los cuales había heredado de mamá.

—Tenlo por seguro —afirma—. Voy a disfrutar mi venganza —señala al tiempo en que yo me dedico a abrigarla con su suave edredón.

—Estaré esperándola —señalo divertido—. Pero ahora duerme.

—¿No me puedes hablar de papá y mamá un momento?

—Solo un momento —le digo y ella asiente.

Me quedé como una hora acostado a su lado contándole cómo eran nuestros padres y todo lo que hacían ellos para cuidarla cuando se enteraron de que estaban embarazados.

—Entonces ellos eraaan…

—Los mejores —respondo con una amplia sonrisa mientras tomo su mano y la beso.

—Me habría encantado conocer a papá y a mamá —comenta cuando termina de cubrirse por completo con el edredón.

—Y ellos a ti— contesto sincero en medio de un suspiro y después, le regalo una sonrisa, la cual es correspondida de inmediato.

—¿Me cuentas otra vez cómo decidieron mi nombre? —pregunta divertida

—Lo haría, pero ya es tarde y debes ir a dormir —le contesto al besar su mano una vez más antes de cubrirla con la colcha por completo.

—Nooo… —se queja—. Por favor, Kansas —demanda como toda una niña, lo cual me parece divertido—. Aún es muy temprano —determina—. Por favor —pide.

—Ángeles White —la nombro al mirarla fijamente—. Mañana cumplirás trece años y te sigues comportando como una niña de cinco —expreso jocoso; con lo cual me gano que aquella tome su almohada y me la lance con todas sus fuerzas y, aquel gesto, me hace reír—. Por eso te amo —menciono al mirarla directamente a sus ojos—. Que descanses— añado al tiempo en que me acerco a ella para besar su frente.

—Yo también te amo —murmura al envolver sus brazos alrededor de mi cuello y abrazarme muy fuerte.

Luego de unos segundos, nos separamos, coloco su almohada nuevamente en su lugar e, inmediatamente, me dirijo a la salida.

—Hasta mañana —le susurro desde la puerta.

—Hasta mañana —contesta ella y yo procedo a apagar la luz para que pudiese dormir.

Al salir de la habitación de Ángeles, voy de inmediato a mi habitación a asearme para dormir y poder levantarme temprano para otro día de trabajo. Tardo menos de 30 minutos en ducharme, colocarme mi pijama y cepillarme los dientes. Después, le envío un mensaje a Brescia (mi novia).

—En serio, pa, aún no me creo que ella sea mi novia —murmuro al sonreír.

Luego, solo me limito a ir a mi cama para poder dormir, no sin antes mirar la foto que tenía de mis padres en mi mesita de noche y, sin quererlo, los recuerdos tristes de aquel día quieren invadirme nuevamente.

«Me pregunto qué habrá sido de la otra persona», digo en mi mente al recordar la voz de la mujer que lloraba desconsolada en algún lugar del hospital.

* * * * * * * * * * * * * * * *

POV AUSTRAL

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—Así que no esperaste hasta mañana para venir a molestar a mis padres —escucho la voz de quien, en algún momento, fue como una hermana para mí.

—No estoy para pleitos, Brescia.

—Así que la princesita no quiere pleitos —sonríe irónicamente

—Solo estoy aquí para ver que todo esté listo para la fiesta anual —le aclaro—. Si por mí fuera, no volvería a este lugar.

—¿Qué? ¿La culpa te persigue? —pregunta al sonreír maliciosamente.

—Iré a dormir. Buena noche —decido no hacerle caso.

—Claro… huye de tu culpa —menciona y veo cómo se acerca a mí—. Pero así huyas de mí —habla al pararse frente a mí y mirarme con odio—, jamás podrás huir de ti —afirma sin contemplación alguna—. Mi abuelo murió por tu culpa y eso… eso jamás te lo perdonaré —escupe con mucho odio y luego sube las escaleras con rapidez para tomar el camino que llevaba a su habitación. En tanto, yo me quedo quieta en mi lugar, repasando las palabras de Brescia.

A pesar de que ella siempre hacía lo que fuese para jugarme malas pasadas con trampas, chismes o comentarios fuera de lugar; había algo en lo que sí tenía razón y es que yo…

«Yo sí había matado a mi abuelo», completo en mi mente.

—Espero que algún día puedas perdonarme —le pido en un susurro y después, solo me dirijo a mi habitación para seguir siendo atormentada por los recuerdos de aquella casa a la que llegué cuando tenía 8 años al ser adoptada por William Foster.

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