Aprendiendo a Vivir Sin Ti
Aprendiendo a Vivir Sin Ti
Por: SilvinaTracy
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Mathías Blanco

Tengo 28 años y estoy casado desde los veintitrés con Zoe Parrish, aunque eso no fue más que un dolor de cabeza para mi. Además de algo que me trajo grandes penas, bajó mi autoestima, me destrozó el ego y me hizo descubrir que lloraría amargas lágrimas por una mujer.

Una serie de acontecimientos trajo a mi grandes cambios, pero tal como le sucede a muchas personas, mi esposa me abandonó en ese momento haciéndome sentir aún más miserable y perdido.

-Matt alguien dejó esto para ti- Susana quien está en portería me dejó un sobre con una expresión contrariada

-Gracias Su, eres muy amable- Agradezco y tomo el sobre para ir finalmente a mi apartamento después de un día agotador

Entro y me quito la chaqueta junto a mi bufanda y los guantes. Preparo un café y me siento para mirar aquella correspondencia que me desconcierta y me genera cierta ansiedad.

No doy crédito a lo que veo, en mis manos está la demanda de divorcio. Justo en el peor momento mi esposa, la única mujer a quien he amado decide abandonarme.

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AÑOS ATRÁS...

Mis padres son dueños de una cadena hotelera que ha pasado por varios problemas. Yo estudié administración de empresas para cuando llegara mi momento de heredar pero mis padres tenían otros planes.

Yo no sabía que la herencia familiar estaba pasando por serios inconvenientes económicos y que por eso necesitaban una inyección de capital ni cuál sería el precio de aquello.

-La única forma de salir adelante es con una alianza con los Parrish y para eso ellos piden una unión por medio de tu matrimonio con su hija Zoe- Explicaba mi madre tomando mis manos con una gran pena

-Hijo si no deseas hacerlo lo entenderemos de verdad, fueron nuestras malas decisiones las que nos llevaron a esto y es injusto que seas tu quien deba pagar por nuestros errores- Mi padre se veía triste, cansado por toda ésta situación

Los hoteles eran la herencia que teníamos, algo que amábamos y que obviamente daban sustento tanto a nuestra familia como a varios trabajadores. Haría lo que fuera por preservar nuestro patrimonio.

No tenía nada que pensar, estar casado con una hermosa mujer por un lapso de cinco años no me suponía ningún sacrificio.

Conocía a Zoe, habíamos coincidido en varios sitios y por eso sabía que era una preciosa modelo heredera de una fortuna aún mayor que la nuestra. Era refinada, educada y se mantenía fuera de los escándalos; tenía por tales cualidades cientos de pretendientes.

Ella era pelinegra, esbelta, con su piel bronceada y unos ojos azules que cautivaban a quien mirara. Sus pestañas abundantes llamaban mucho la atención y hacia aún más llamativo el color de sus ojos. Con una nariz pequeña y respingada, unos labios ni finos ni gruesos que esbozaban tímidas sonrisas se convertía en un atractivo que robaba suspiros en cualquier hombre.

Nos casamos sin amarnos pero hablamos sobre nuestros intereses previamente a la boda. Ella era una mujer muy centrada en sus objetivos y en su trabajo por lo que siempre me dijo que no debía interferir en el plano laboral.

Estar tan cerca, dormir en la misma cama y asistir a reuniones sociales juntos dónde fingimos amarnos cuando la prensa nos entrevistaba o tomaba fotografías nos hizo aún más cercanos. Yo comencé a abrirme con ella y a mirarla con profundo cariño que fue creciendo con el tiempo y ella creí que sentía lo mismo por mi.

Al cabo de un año de matrimonio comenzamos a tener relaciones y aunque no fue como esperé, le hice el amor. Allí le dije que la amaba por primera vez, pero por más que esperé oír lo mismo por su parte jamás llegó.

Comencé a ser más detallista y atento, a mantenerme más cerca como todo hombre enamorado y preocupado por su esposa, pero ella siguió manteniendo sus reservas y una muralla impenetrable que me impedía acercarme más.

Sentía que Zoe era fría y distante, de la timidez que me mostraba poco quedaba. Ella no era la misma mujer con quién me había casado y sospechaba que tal vez esa persona nunca había existido en realidad.

Tras dos años de matrimonio no habíamos tenido grandes avances pero yo seguía siéndole fiel e intentando que lo nuestro funcionara.

Hacíamos el amor pocas veces pero aunque era un poco fría me encargaba de encender el fuego en su interior y de hacerla alcanzar el orgasmo. Más tarde comprendí que era tal vez el único momento en el que estábamos más conectando y luchando por lo mismo. Fuera de la cama no compartíamos nada, ella poco me incluía en su vida y aunque yo si la tomaba en cuenta no era de su interés lo que yo hiciera.

Sospechaba que pudiera tal vez estar engañándome pero jamás ví nada sospechoso en su actitud. Siempre sabía dónde estaba y al ser una figura tan pública era imposible que alguien no la fotografiara en los lugares que iba.

Creí que nuestra relación tenía futuro y podía apostar por eso pero muy tarde me di cuenta de que yo era el único que luchaba y tenía fe por lo nuestro.

Teníamos casi tres años de casados cuando Zoe me comunicó que dejaría las pasarelas para asumir su lugar como CEO en la empresa familiar y la apoyé. Siempre nuestra intimidad era complicada porque tenía que tratarla con mucha delicadeza para no dejarle ni una mínima marca en la piel, así que me puse feliz porque eso lograría que seamos más espontáneos y que no nos contengamos en los momentos de más pasión.

Desgraciadamente que ella fuera CEO le consumía más tiempo que el modelaje y por eso menos aún la veía. Llegué a soñar con que fuéramos padres porque ella ya no podría arruinar su figura perfecta pero aunque se lo pedí no obtuve respuestas afirmativas ni una sola vez.

-No estoy lista

-Es muy pronto

-No quiero ser madre aún

-Me aterra la maternidad, es mucha responsabilidad para mi

Fueron algunas de las excusas que se repitieron una y otra vez. Sentía desilusión y mucha, un deseo inconcluso que no hacía más que crecer porque me sentía listo para tal responsabilidad pero no podía forzarla.

Realmente todo para nosotros aún cambiaría más, pero más aún para mi familia.

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