Capítulo 4: En el hogar.

Magaly y yo tenemos un mes en nuestro nuevo hogar, la señora Valeria nos ha visitado cada sábado desde que dejó que nos llevaran, yo me quedo con ella solo el tiempo necesario para saber de Gabriela y José, lo demás que tenga de decirme me tiene sin cuidado.

Mi hermana es diferente, ella se queda las dos horas de visita con su mamá, pero tiene claro que yo no quiero saber de esa señora. No me interesa que sufra por nosotros, debió luchar por nosotros.

Ahora me encuentro haciendo mis deberes escolares. La única ventaja que le encuentro a estar aquí es que el dinero que me pagan por hacer las tareas de otros compañeros y por lustrar zapatos, me queda de ahorro.

Quiero juntar ese dinero para cuando sea mayor. Buscaré a mis hermanos pequeños y les compraré cuanto deseen. Por los estudios no me preocupo, sé de lo valioso de mi inteligencia, puedo recibir todas las becas ofrecidas por el estado, no tengo dudas de ello.

Llaman a la puerta de mi habitación, la fortuna de ser de los grandes es que tengo mi propia habitación. A Magaly le ha tocado compartir con dos chicas más, dice le da lo mismo, en casa dormía con su mamá, ahora tiene al menos una cama para ella sola y nadie la patea.

Me pongo de pie para ver quien es y me encuentro un par de ojos marrones que han llamado mi atención desde que llegué aquí. Claudia tiene ocho años, es una de las que comparte habitación con mi hermana. Llegó aquí porque su padre mató a su madre y sus abuelos no podían hacerse cargo de ella por la edad.

-Hola, Marco – está sonrojada, algo que se me hace gracioso -. Quería pedirte ayuda con una tarea de historia y tu hermana me dijo que eres muy inteligente.

-Claro, pasa. Deja la puerta abierta, esa es la regla.

La chica entra y se sienta en la cama al lado de mi escritorio. Me entrega el libro y cuaderno. Leo las instrucciones, frunzo el ceño y me quedo pensativo. 

-Bueno, primero tienes que hacer un resumen del texto, te sugiero las ideas principales, las que tú crees más importantes. 

-Pensaba en que la historia de los pueblos originarios no es sólo importante aquí en Chile, sino para todos los países de América. Por eso es importante celebrar el 12 de octubre.

-Sabes, yo creo algo distinto. Pero es mi opinión, puedes escribir sobre la tuya, te daré mi ejemplo – me acomodo en la silla y la veo fijamente a la cara -. Pienso que el 12 de octubre es una manera de recordarnos que estamos sujetos a algo, que alguien está sobre nosotros. Sería mejor no celebrar esa fecha, que nos recuerda que llegaron europeos a matar a nuestros ancestros.

-No… no lo había visto de esa manera. Yo pensaba en que ese fue el inicio de evolucionar, de aprender cosas nuevas. Creo que ambas ideas me sirven, gracias. 

-Por nada. 

-¿Te debo algo? – la miro sorprendido y ella sonríe, es muy hermosa para ser tan pequeña-. Tu hermana me dijo que cobras por ayudar.

-Para los chicos de aquí es gratis – le sonrío de vuelta-. Lo que más necesitados todos aquí es ayuda.

-Pero no quiero deberé nada, así que te pagaré con algo que se me acaba de ocurrir.

Se acerca a mí, con sus cosas aferradas a su pecho, algo indecisa posa sus labios en mi mejilla. La veo a su rostro enrojecido y sale corriendo de la habitación. 

Luego de unos segundos petrificado, sonrío tocándome la mejilla.

-Que linda es – es la primera vez que una niña se me acerca de esa manera -.

Me pongo de pie, cierro la puerta y me dedico a lo mío. Esta es la única manera de surgir.

Tras dos horas de estar sentado me duele un poco la espalda. Me quedo mirando la pared, no niego que en lo más profundo de mi corazón tengo la esperanza de salir de aquí, volver a mi casa. Quiero que mi mamá trabaje, que demuestre nos puede mantener y cuidar. Pero no para estar con ella, quiero estar con mis hermanos. 

Sin darme cuenta, una lágrima llega a mis labios, la seco rápido, no quiero llorar, quiero trabajar. Los lamentos no sirven de nada en la vida, si te caes te levantas.

Llaman a la puerta, no esperan a que conteste, ingresan de una vez. Veo a Magaly curiosa, mira a todos lados. 

-Oye, me gustaría tener una de estas. Pero no creo que la tenga ordenada como la tuya.

-Por eso es mía, recuerda la  primera semana, estaba en la misma habitación con tres chicos más y eran un desastre, hasta que llegué a poner orden.

-Tu alma de viejo me miedo. Eres un niño y ya no tienes que ocuparte de nosotros. 

-Por ahora. Pero eso algún día cambiará, te lo juro. 

-Como sea… la directora nos manda a llamar. 

Sin preguntar, me pongo de pie y salgo de allí con mi hermana. Espero que sea para decirnos que mi mamá nos quiere de regreso, que volveremos a ser una familia. Que podré volver con José y Gabriela.

Nos paramos frente a la puerta abierta de la oficina, en ella veo a la Cabo Terner, a su compañero y al abogado que me ayudó. Los dos nos sorprendemos, no me lo esperaba aquí. Ni siquiera pensaba me lo podría encontrar otra vez.

-Niños, tomen asiento por favor – dice la directora muy seria y algo preocupada-. Tengo que darles una noticia muy difícil… - suspira-. Los cabos Terner y Sepúlveda me acaban de informar algo muy lamentable. Su mamá – para unos segundos y los labios le tiemblan -. Su mamita ha muerto.

-¡¿Qué?! – grita Magaly-. ¡Eso no puede ser! Vino a vernos hace tres días, prometió volver este sábado… no, mi mamá no.

Se tiró al suelo y pataleó cuanto quiso. Que envidia me daba mi hermana, porque podía expresar el dolor de perder a su mamá. Pero yo, era hombre, un niño de diez años, pero hombre Al fin.

El hermano mayor de cuatro hijos, los que ya no podrían volver a su casa. Ya no estaríamos juntos, la única persona quien podría hacerlo posible, está muerta.

-¿Cómo fue? – dije sin sentimiento alguno, mientras la directora trataba de calmar a Magaly -.

-Se suicidó – dijo sin reparos el cabo Sepúlveda, lo miré justo cuando se ganó la mirada de molestia de su compañera-.

-Marco – puso una rodilla en el suelo para mirarme fijamente -. Tu mamá tenía una fuerte depresión, la estaba tratando. Pero no fue suficiente, ella se quitó la vida hoy en su casa. 

-¿Cuándo será el funeral? 

-Mañana. 

-Supongo mis hermanos pequeños podrán estar ahí, aunque Gabriela ni siquiera la recuerde. 

-Sí, yo misma me encargaré de eso – dijo la directora-. Puedes llorar la muerte de tu madre, Marco. No tienes que ser fuerte en un momento así – Me dijo mientras Magaly estaba sentada con las rodillas pegadas a su barbilla sin dejar de llorar -.

-¿Para qué? Eso no la revivirá. Lo único que quería de ella es que luchara por nosotros y poder estar con mis hermanos otra vez. Si no hay nada más que decir, me voy a terminar mis deberes.

-Espera – dice el abogado, del que olvidé su nombre -. Queremos hacerte una propuesta. Mi mujer – señala a la Cabo Terner-. Me habló de ti, al igual que yo. No sabía que hablábamos del mismo niño. Mira… - se sienta a mi lado y me toma las manos-. No podemos tener hijos, yo soy estéril. Pero es lo que más deseamos, por eso te ofrezco adoptarte a ti y a tu hermana. 

-¿No podemos ser los cuatro? – le pregunto con esperanza e inocencia -.

-Me temo que no. 

-Si me adoptará ¿Podría visitar a mis hermanos pequeños?

-No, porque solo pueden ser visitados por sus padres.

Me miro las manos, pensando en que sería fabuloso llegar a un hogar en donde me quieran de verdad, pero me importa más que cuiden a mis hermanos pequeños. 

-Y si ustedes adoptaran a mis hermanos pequeños ¿podrían visitarme?

-Sí, pero… Marco, aunque tu idea no es mala, debes estar preparado. Por tu edad tienes menos posibilidades de ser adoptado.

-No importa, se los ruego – allí no contuve mis lágrimas. No me importaba que ellos quisieran niños grandes, yo quería ver a mis hermanos-. Por favor, adopten a mis hermanos pequeños y denles mucho amor. Quiero que sean felices y que los cuiden como yo lo hacía, por favor. 

Ambos se miran, como si se hablaran por telepatía.

Tan solo una sonrisa de ese hombre me dio una ligera esperanza de lo que sería el futuro de mis hermanos, en medio de la pena de saber que tan solo un día después de cumplir los once mi madre murió. 

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