El hombre, alto y moreno, había sido citado a un club tranquilo, en las afueras de Helsinki. Según el mensaje, Demian, de Zorro Blanco, deseaba negociar con él sobre la compra de unas jóvenes. Su especialidad. No estaba de acuerdo con la idea de hacer tratos con quienes por años habían sido sus adversarios, pero debía reconocer que parecía bastante lucrativo. Y eran órdenes de su hermano.Entró escoltado por su propia guardia personal, y lo recibieron dos sujetos, aparentemente rusos, con un aspecto de pocos amigos. Debían ser los guardaespaldas de su nuevo socio.Se sentó en el confortable sillón del despacho, decorado con sobriedad, pero cómodo y cálido. El ruso de cabello rubio le dijo antes de colocarse a un lado de la puerta.-En media hora lo atenderán, lamentamos la demora. ¿Se le ofrece algo para beber? ¿Tal vez un poco de compañía femenina?El invitado sonrió con lujuria.-Ambos… No me vendría mal conocer el tipo de "mercadería" que ofrecen en su organización…El guardia a
La policía llegó fuertemente armada a la mansión Kasparov. Estaban listos para un operativo por orden directa del vicepresidente. Agnes, tranquila, hacía tiempo mientras hablaba con su madre por teléfono, tratando de tranquilizar a Amalia.Pero su hermana menor, Sara, por alguna razón no quería conversar con ella. La joven supuso que estaba enojada por cómo le había respondido. La niña todavía no lograba comprender que su vida era al lado de Mikhail, y, en su ausencia, debía preocuparse por el futuro de su hijo.Darle la espalda a todo eso, y huir, no era para ella.Apenas sonó el timbre, Alexei saltó en su sitio, con los nervios a flor de piel, y la mujer se despidió con un breve:-Te volveré a llamar cuando pueda, mamá. Abraza a Sara de mi parte.Se puso de pie con elegancia, con un hermoso traje de pantalón y blazer, que no ocultaba el pequeño bulto en su vientre. Ordenó con firmeza mirando a sus hombres:-Que nadie haga una tontería, de seguro habrá cámaras y mucha prensa. No que
Cuando Agnes despertó, más descansada que en semanas, Mikhail aún dormía a su lado.Se quedó unos minutos, observándolo dormir, fascinada por la perfección de sus rasgos. Se lo notaba algo más delgado, y también agotado. Acarició con cuidado su cabello rubio y sus mejillas angulosas, ásperas por la barba de dos o tres días.Era más que claro que ninguno de los dos la había pasado nada bien con esa separación forzada, y que él había trabajado duro para dar un golpe certero a quienes los habían dañado tan seriamente.No quiso despertarlo, aunque se moría por abrazarlo y besarlo. Las hormonas del embarazo la tenían algo más exaltada de lo usual, y se combinaba con la euforia de verlo vivo.Bajo una sencilla camiseta blanca y unos pantalones de tela vaquera, se adivinaba el cuerpo fuerte de su esposo.Se mordió el labio inferior pero se contuvo.Además, después de muchos días, por fin tenía hambre y necesitaba una buena comida.Se cambió la ropa elegante con la que se había quedado dormid
Sara palideció.Si había alguien en el mundo con quien no quería hablar, ni en mil años, ese era Mikhail.Y allí estaba, justo frente a ella a pesar de sus esfuerzos por evitarlo.Era tan alto y fuerte que de por sí, le daba un pánico terrible, rodeado de ese aura inponente que conquistaba y amedrentaba por igual. Y tenerlo frente a ella la llenaba de sentimientos confusos.Intentó evadirlo:-Ah… hola… Yo… Tengo que irme con Agnes… A la prueba de vestidos.Él fue terminante, entró y cerró la puerta a su espalda mientras le decía con firmeza:-Aún falta una hora para eso. Esto no me tomará mucho tiempo. Siéntate.La niña obedeció, temblando. Intentó no mirarlo a los ojos, porque su intensidad podía atravesarla.Balbuceó un poco al responder:-No sé… no tenemos nada que hablar.Mikhail sonrió. Trató de suavizar su forma natural de hablar, consciente de que podía ser intimidante. -Tú no tienes por qué tenerme miedo, Sara. Jamás te haría daño. Al contrario, tengo claro que mi deber es cu
A partir del día siguiente, la dinámica en la casa Kasparov cambió sutilmente, pero lo suficiente como para que todos se sintieran más cómodos y unidos. El señor Kasparov dormía con su esposa, y también satisfacía sus instintos potenciados por el embarazo, buscando posturas que fueran cómodas mientras su barriga seguía creciendo.Adoraba cada cambio en el cuerpo de su mujer, cómo se preparaba para cobijar una vida en su interior, cómo se modificaba el sabor y el aroma de su piel le crema.Desde que ella lo había buscado anhelante en su despacho, no volvió a alejarse para trabajar, hasta asegurarse de que ella durmiera profundamente, agotada de placer. Sara y Mikhail parecían llevarse bien desde su necesaria conversación, y la psiquiatra que él había conseguido realmente la ayudaba mucho, no sólo con las ideas raras y recuerdos oscuros e inquietantes que tenía de su cautiverio por parte de Oso Negro, si no también con el miedo que ella albergaba en su corazón a causa de su enfermedad
Alexei llegó de inmediato, con el médico… y con Mikhail por detrás pisándole los talones, furioso como un demonio.El novio miró a Kiana encendido en ira, con esos ojos que a la ex prostituta le daban algo de terror, como cuándo Karim Malik había drogado a Agnes.-¿Por qué no me avisaste a mí de lo que pasaba, prost…?Su hermano lo detuvo en seco:-Será mejor que no sigas por ahí, o esto acabará mal, hermanito. No insultes a Kiana. Tú estabas ocupado con todos esos peces gordos, y no estábamos seguros de lo que sucedía aquí… Ella hizo bien en acudir a mí. Después de todo, la seguridad es mi tarea hoy.Kasparov apretó los puños sin responderle, en tanto el doctor revisaba a Agnes que aún no volvía en sí. Ya se encargaría de ellos más tarde.Pasaron unos largos minutos, que para todos los presentes fueron más que eternos, cada uno con un temor diferente.Entonces el doctor de la familia habló por fin, mientras le daba a la joven una medicación intravenosa:-La señora Kasparov sólo está
Al día siguiente, Mikhail dejó de lado cualquier otra obligación y fueron juntos al médico para chequear que todo marchara bien con el embarazo.Él, el hombre que parecía de roca sólida, tenía tanto que perder ahora, que nuevos miedos surgían en su interior.Necesitaba asegurarse de que su esposa y los bebés estarían bien.Por eso mismo, no sólo la acompañaba al hospital como un devoto padre y esposo, informándose acerca de su salud y la de sus retoños, si no que también se encargó de orquestar un plan junto a Alexei, dejando por ahora a Agnes fuera de la organización.Por un lado, porque no deseaba ponerla en peligro. Pero, por otro lado, porque había cosas que ella no sabía, y lo deseaba mantener así.Estaba en su despacho, cuando su hermano interrumpió la línea de sus pensamientos, entrando sin llamar y cerrando la puerta a sus espaldas.-Parece que te saldrás con la tuya, Misha.Él alzó una ceja.-¿De verdad? ¿En qué sentido?Alexei se sentó frente a él antes de hablar.-Boris Kie
Agnes caminaba en círculos por la sala demostrando su enorme frustración. Mikhail se había ido sin decirle dónde, y Karl parecía una estatua inmóvil incapaz de hablar, a pesar de que ella ya lo había amenazado con su propia daga en el cuello hasta dejarle una marca.Su indignación crecía a medida que las horas pasaban y pronto, Kiana y los demás se dieron cuenta que no sería nada bueno.Todo podía salirse de control muy rápido, poniendo en peligro a los gemelos. Su amiga intentó tranquilizarla, aún sabiendo lo mucho que la joven odiaba estar lejos de su esposo. Ella se sentía vacía e incompleta. No era algo racional, pero era un malestar casi palpable para los demás.Se volvía físico.-Agnes, tienes que calmarte. Esto no es bueno para tus bebés.-No puedo, Kiana. Me dejó dormida, en la cama, creyendo que no notaría su ausencia y fue a encontrarse con Kiev. Precisamente con él. ¿Acaso se volvió loco? ¿Por qué verlo en persona? ¿Qué es lo que tienen que hablar? Y peor aún… ¿Por qué m