Capítulo 32. Festejo

Durante los días siguientes, ambos podían sentir cierta euforia, resultado de lo que habían conseguido estando juntos.

Mikhail, frío y despiadado sólo con sus enemigos, le ofrecía a Agnes un afecto del que nunca se había creído capaz.

Continuaban entrenando juntos, aumentando la experiencia y resistencia de Agnes, pero la tensión entre ellos ya no era incómoda, podían besarse, acariciarse…

Sin embargo, no habían repetido un encuentro como en el Cáucaso, por una causa que la mujer aún no descifraba.

Tal vez se sentía incómoda en esa ciudad, no se sentía libre, a pesar de que consideraba cerrado el capítulo de abusos y violencia de Fred y sus amigos.

Tal vez, las cicatrices de su alma necesitaban otro remedio.

O quizá sólo era cuestión de tiempo y de cambio de ambiente.

Kasparov era paciente, pero ahora que ya la había tenido una vez, envolviendo con calidez su hombría, la ansiaba de nuevo con premura, y no le era tan sencillo contenerse.

Por eso, planificó con cuidado un regalo para
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