Era lunes, al fin había llegado mi día libre, pues tras una larga semana aguantando al insoportable de mi compañero estaba realmente exhausta.
Aquella mañana me levanté con muchas ganas de enfrentarme al día que tenía por delante. Me arreglé y me marché al café. Tenía muchas ganas de ver a Joseph y a los chicos, ya que, desde que había llegado a la ciudad apenas había tenido tiempo para pasarme por el café y saludarlos.
Nada más llegar me percaté de que no había sido una buena idea, debería de haber llamado antes de ir, ya que la tienda estaba a rebosar y los pobres no daban a vasto.
Me puse un delantal y sin tan siquiera echar cuenta a Philip que me gritaba al otro lado del salón que me sentase, ya que era una cliente más, me puse a atender mesas.
Repartí dos
Me levanté de la cama cabreada conmigo misma, no podía dormir. Llevaba toda la noche pensando en lo que había pasado, podía recordar la forma en la que ella le hablaba a su hijo, como si realmente fuese alguien horrible, como que yo hablase con él fuese algo realmente malo.Me sacudí el cabello, cabreada, mientras agarraba el teléfono móvil para ver la hora que era. Eran más de las 4 de la mañana.Caminé despacio hacia el balcón, lo abrí y me asomé al exterior, donde llovía a cántaros. Aun así me encantó el olor a tierra mojada, y la suave brisa que se topaba con mi piel.Él no parecía tan malo, pensé. Podía recordarle con su traje impoluto, y aquella ternura que irradiaba, hablándome con dulzura. Aunque en el trabajo fuese un verdadero capullo, a veces
Ahora lo sabía, él no era Kevin Lee, tan sólo fingía ser amable conmigo, tan sólo era pura fachada, él no era así en lo absoluto, parecía que todo lo que había pasado con él en Japón e incluso allí era mentira. Ahora lo sabía el verdadero Kevin era aquel que era borde, aquel que era lastimoso frente a su madre, aquel que siempre tenía una bordería que soltarme. Ese era el verdadero Kevin Lee alguien arrogante, manipulador y engreído.Mientras pensaba en todo esto, al mismo tiempo que me vestía para ir a trabajar con muy pocos ánimos para hacerlo, Kevin Lee, al otro lado de la ciudad, conducía su moto, con una brecha en la cabeza y la sangre goteándole sobre el rostro, ensuciando todo a su paso.Conducía cabreado, con los dientes apretados, sin casco, hacia el distrito de Qu
Caminaba indecisa hacia los muelles, sin saber que era lo que pretendía mi compañero, que tiraba de mí hacia algún lugar que desconocía, no entendía cuál era aquella misión que el jefe nos había ordenado, no tenía ni idea de nada, hasta que se paró a mi lado, e hizo que admirara el enorme yate que teníamos delante, uno de aquellos que sólo los millonarios podían permitirse.¿para qué es eso? – Pregunté con perplejidad, mientras él se subía al barco con chulería.Es un barco, sirve para navegar sobre el agua sin mojarte – me espetó divertido, mientras yo le miraba con cara de malas pulgas.Sé exactamente lo que es un barco, gracias.Olivares ha encontrado una pista sobre el Gringo.- me explicó mientras yo me montaba en el n
Kevin discutía acaloradamente con su padre, pues este no paraba de insistirle sobre que tuviese una mujer.Estoy seguro de que si le dieses una oportunidad a alguna de esas chicas…Ya te he dicho que no es lo que quiero, no es lo que necesito, ya me dan lo que necesito y yo se los doy a ellas, no quiero nada más.Pero hijo…Un segundo – dijo su hijo, al escuchar el timbre de la puerta.De nuevo volvemos a mí. Estaba en la puerta de Kevin, si, la que acababa de llamar a su puerta era yo.Llevaba una camisa de lentejuelas y un pantalón de minimal Home, estaba realmente sexy con aquella ropa, cabe destacar. Pero supongo que lo que os interesará es que hacía yo allí. Pues bien, os lo explico: aquel capullo tenía la tarjeta de Ivanov, y quería recuperarla.Me miró con
Llamé a Ivanov al día siguiente y me disculpé por haber desaparecido de la fiesta tan repentinamente. Él, como todo buen caballero que era, quería volver a verme, para disculparse y enmendar su abrupta salida cuando acabábamos de conocernos.Había quedado con él, volvía a dar una fiesta en su casa aquel día, y quería que fuese a verle. Decía que sería su invitada de honor, me hizo gracia escuchar aquello.Salí de mi apartamento con una sonrisa de oreja a oreja, pensando en el modelito que debía comprar para esa noche, cuando tropecé con Kevin. Era un pesado.¿dónde vas tan risueña? – Preguntó molesto mientras yo caminaba calle abajo sin dar si quiera una explicación, no quería estropear aquel sentimiento con alguno de sus comentarios típicos. - Ana – me supli
Cuando salí de aquella habitación él ya tenía la mesa puesta, al parecer había comprado comida antes de recogerme, porque tenía unas bolsas enormes de comida china. Le sonreí agradecida mientras me sentaba junto a él en el sofá, ni siquiera me percaté del estado de la casa, de que los cristales estaban sucios, ni un largo etc. que ya os contaré en otra ocasión. En ese momento tan sólo quería comer, estaba realmente hambrienta.¿tienes hambre? – Preguntó mientras ponía sobre mí un recipiente con pollo al limón y los palillos. - ¿sabes comer con esto? – Preguntó mientras yo asentía. Alargué la mano para coger la comida y comencé a engullir. No me había dado cuenta de lo realmente hambrienta que estaba hasta aquel momento.
Llegué a casa cansada, estaba cansada de la manera en la que él se comportaba conmigo, siempre haciendo dudar, siempre confundiéndome sobre lo que realmente me pasaba con él, siempre apartándome cuando las cosas se ponían serias. Ufff realmente le odiaba en aquel momento.Nada más entrar en casa me quedé de piedra al ver al señor Miyagui allí, hablando con Duncan, el hijo mayor de la señora.Es una pena que tu madre no esté, tenía cosas que discutir con ella… - decía, mientras levantaba la mirada y se percataba de mi presencia - ¡Ana! – Exclamó.Es genial que hayas venido, Ana, tengo que coger un avión en una hora, y no puedo acompañar al señor Miyagui a su hotel. - me informaba Duncan. Parecía realmente apurado. Llevaba una maleta en su mano izquierda y su maletín con l
Mi cabeza daba vueltas. No, no era la comida china de la noche anterior lo que me había sentado mal, si no la noticia de que Han Tae Sang y la señora se conocían desde antes incluso que, a mí, y que los dos me lo habían ocultado. Durante todo aquel tiempo me habían mentido.Y luego estaba la triste y melancólica historia de Aina, aquella historia que hacía que se me encogiese el corazón de sólo pensar en lo mal que lo habría pasado Kevin todos aquellos años.Me levanté más temprano de lo habitual, me recogí el cabello en un alto moño, me maquillé un poco, aunque sin demasiados ánimos por hacerlo, me vestí con una camiseta gris, unos jeans y mi chaqueta de cuero, y me paré frente a la puerta de la casa al mismo tiempo que esta se abría y entraba él:He traido unas