Llovía estrepitosamente, mientras bebía un sorbo de la taza de café y agarraba la manta que me envolvía con la otra mano, admiraba como caía la lluvia desde mi ventana.
Era más de media tarde. No había ido a trabajar debido a la lluvia pues mi compañero opinaba que aquella ventisca no nos iba a dejar ver nada con claridad. Así que me encontraba en casa, dándole vueltas al tarro.
Aún no podía quitarme de la cabeza sus últimas palabras “esto ha dejado de ser un simple polvo”. ¿Qué habría querido decir? ¿En qué etapa estábamos ahora? ¿Qué era exactamente lo que éramos?
El teléfono volvió a sonar haciéndome salir de mis pensamientos mientras volvía la vista hacia él. Era la quinta vez aquel día, y cada vez que descolgaba nadie contestaba. Des
Sonreía divertida hacia mi compañero, acababa de hacer una broma sobre mis nuevos manolos y no había podido evitarlo.Estábamos en una de esas misiones aburridas, pero ya no era lo mismo, ahora lo pasaba realmente bien charlando con él.De nuevo con prismáticos en mano, dentro de su coche, ya que volvía a llover, vigilábamos la casa del sujeto en cuestión: una prostituta que parecía ser la amante de Luis Costa, uno de los traficantes de maría más grandes de todo el país.Estás radiante últimamente – comenzó mi compañero mientras dejaba de prestar atención a la casa de la muchacha, bajaba los prismáticos y me prestaba atención.Jonas – le llamé divertida – deja de intentar ligar conmigo – bromeé haciendo que el chico riese
Me encontraba sentada en la cama mirando hacia él que se vestía para ir a trabajar. Era mi día libre, así que no tenía que ir a trabajar.Estaba realmente apuesto con aquellos vaqueros negros y su camiseta negra. Seguí allí devorándole con la mirada, sin perder detalle a lo que hacía.Se pasó la mano por el pelo para alborotarlo un poco y volvió la cabeza para mirarme.Sonreí pausadamente al sentir su mirada sobre la mía, al mismo tiempo que él lo hacía también.Me levanté de la cama, aún con mi camisón de transparencias y caminé hacia él, admirando como él se acercaba a mí, despacio, hasta que ambos nos encontramos a mitad de camino.¿puedo hacerte una pregunta? - pregunté cuando sentí la yema de sus dedos sobre
Me levanté de la cama, mientras admiraba la cama revuelta sin poder evitar sonreír al recordar cómo me había vuelto a hacer suya sobre ella de nuevo.Llevaba semanas jugando a dos bandas. Él lo sabía, Kevin. Podía notarlo en cada sacudida que me proporcionaba cuando estábamos haciéndolo, pero era demasiado cobarde para enfrentarme, para decirme que no le gustaba lo que hacía.Solía quedar con Han Tae Sang para pasear, para hablar sobre nuestra historia juntos, sobre lo mucho que deseaba que volviera. Pero yo nunca le hablaba en claro, siempre tenía una excusa para marcharme. Sabía que no podía seguir huyendo mucho más.No era cierto que no sintiese nada por Han Tae Sang, pero lo que sentía por Kevin crecía cada día, así que no podía aceptar a mi ex novio, aunque me lo negas
Kevin entró con chulería en la habitación de su amigo, mientras este dejaba el teléfono sobre la mesa y volvía la mirada hacia él.¿y bien? – preguntó con curiosidad, ya que le había llamado y le hacía pedido que viniese a verle en seguida. No entendía cuál era la urgencia, ya que estaba igual que siempre, no parecía haber nada diferente en él - ¿Cuál es la urgencia?¿tenías algo mejor que hacer? – Preguntó Han Tae Sang mientras se servía una copa de whisky. Admirando como Kevin se encogía, para luego sentarse sobre el sofá de mala gana – Ana estuvo aquí – admitió haciendo que él se enderezase y pusiese toda su atención en su amigo.¿y? – Preguntó con indiferencia mientras se levantaba
Aquella noche era hermosa, llovía con fuerza, pero aun así nunca había visto una noche tan bonita como aquella.Por primera vez en mucho tiempo me sentía libre. Ya no tenía nada que me atase a Han Tae Sang.Había llegado del hotel un par de horas antes y me sentía satisfecha de haber podido dejarle atrás.Ahora lo sabía, ya no sentía nada por él, tan sólo eran sentimientos del pasado, tan sólo eran recuerdos.Miré hacia abajo, hacia el pequeño buldog francés que había recogido de la tienda de animales aquella misma tarde. Era precioso, de un marrón chocolate y un blanco nuclear precioso.Lo cogí en brazos mientras notaba como la felicidad del animalillo crecía.Hola bebé – le llamé mientras el perro sacaba la lengua y me babeaba la na
La tienda estaba a rebosar aquel día, podía ver a miles de clientes pedir café mientras yo, sentada en uno de los sofás admiraba como mis trabajadores hacían su trabajo. Con aquel traje de rayas y aquellas zapatillas blancas que tanto adoraba. Intentando escuchar los consejos de mi abogado y amigo Philip, pero aquel día no podía parar de recordar el pasado, no podía dejar de acordarme de él…Hang Tae Sang el único hombre al que realmente había amado en toda mi vida, aquel al que abandoné cinco años atrás, aquel al que aún amaba con todo mí ser.Y sí, lo habéis adivinado, soy Ana, Ana Álvarez, retrasmitiendo desde la gran ciudad de Nueva York, donde vivía desde entonces.¿Qué cómo se torció todo entre aquel hombre y yo?Si os digo la verdad no lo sé,
Me encontraba sobre mi cama, con un sinfín de pintauñas sobre ella, intentando elegir cual era el acertado para la inauguración de mi nueva sala de café en la tienda, quería un tono discreto.Seguro que acabas escogiendo un color discreto – decía una voz tras de mí haciendo que mirase hacia él y sonriese. Me sentía a salvo en aquella habitación, con el cabello alborotado y aún con su camisa puesta. – seguro que escogerás el dorado, y los sorprenderás a todos con ese vestido negro que me cautivó. - añadía mientras yo me reía a carcajadas.El dorado está pasado de moda, me gusta más este rojo borgoña – admití mientras le mostraba el color al que me refería.No esperaba otra cosa, siemp
Aquella mañana desperté temprano, el aún dormía, la noche anterior habíamos hecho el amor desenfrenadamente hasta altas horas de la noche, es normal que estuviera exhausto.Me vestí rápidamente y bajé al salón para desayunar.Agarré un poco de café que acababa de calentar y lo serví en mi taza preferida. Caminé hacia el sofá y me senté sobre él, dejando la taza sobre la mesa, percatándome entonces de que su teléfono móvil se encontraba allí.Una lucecita azul se encendía intermitentemente, indicando que un nuevo mensaje había llegado.Una curiosidad crecía en mí en aquel momento, aunque una parte de mi sabía que ese mensaje me haría daño, necesitaba saciarlaCogí el teléfono móvil y lo desbl