Me encontraba en la habitación, con Lian. Estaba totalmente vestida para la ceremonia, se casarían en el jardín, mi madre había organizado todos los preparativos con la agencia prematrimonial y lo había convertido en un lugar precioso.
Me miré hacia el espejo del baño, mientras mi hermana me llamaba, admirando como aquel hermoso vestido negro con transparencias me quedaba de lujo. Tenía el rostro maquillado y el cabello atorado en un bello recogido.
Llegué a la habitación y admiré como Lian me miraba dubitativa. Algo ocurría, podía notarlo, ella estaba preocupada por algo.
La fiesta seguía su curso, me senté en la mesa nuevamente, admirando como la gente bailaba junto al escenario, donde tocaba la orquesta.Estaba cansada de huir de Han Tae Sang. Se había pasado la tarde persiguiéndome, intentándome hacerme entrar en razón, o así lo llamaba él. Pero ya era tarde, ya no quería volver a ser engañada por él. Estaba harta de secretos, de mentiras, de fingir, de aceptar vivir en una casa donde no era feliz, el tener que soportar a su madre para poder estar con él. No, no quería volver a aquello, era más feliz en aquel momento.Mi hermano acababa de llegar a la mesa, me miró preocupado mientras se sentaba a mi lado.Alegra esa cara, Ana – me espetó, mientras cruzaba los brazos, desafiante – tu hermana pequeña acaba de casarse.
Apenas habían pasado dos días desde que mi hermana se había ido de luna de miel a Cancún, y ya la echaba de menos.Tae Sang había vuelto a Corea un día después de la boda, con la mera explicación de que debía volver al trabajo. No me importó lo más mínimo. Sabía que el trabajo era más importante que yo, dijese lo que dijese, eso nunca cambiaría.Marcos había vuelto a Carabanchel, donde vivía con su mujer y sus dos hijos. Y mis padres volvían a la carga, recién recordaba la razón por la que me había marchado de casa, entre otras cosas había decidido casarme por mis padres: si bien mi padre era el mejor padre del mundo… mi madre… era un incordio. Parecía que disfrutaba molestando al prójimo, y no lograba entender como mi padre podía a
Nada más llegar a Nueva York, justo después de abandonar el aeropuerto, aún en el taxi, recibí la llamada de la señora Chang. Al parecer se encontraba en la ciudad y quería que acudiese a una cita con ella enseguida pues tenía que tratar un asunto legal conmigo, así que me citó en su casa. ¿Su casa? Ignoraba que tuviese casa en la ciudad.Bajé del taxi con las maletas acuestas, ya que no me había dado tiempo a pasar por casa, debido a su insistencia. Y corrí a una abarrotada acera, donde peatones y carritos de niños abarrotaban el lugar. Me hice paso como pude hasta llegar al portal número 7 de la avenida principal.Hacía un día de perros, llovía a cántaros y mi pequeño paraguas se había roto al bajar del avión, así que estaba empapada.El portero me abrió la puerta y e
Todo había cambiado en mi ausencia…El café había pasado a manos de Philip como gerente del local, mientras que yo seguía siendo la dueña, pero ya no tenía que ir al lugar de trabajo, tan sólo recibía informes a mi email de empresa, semanalmente… y poco más.De modo que me aburría mucho, ya no tenía un negocio al que acudir.No llevaba ni una semana allí y ya no sabía qué hacer, no estaba acostumbrada a quedarme de brazos cruzados, a no tener un trabajo al que acudir. Aquello me estaba sacando de quicio, ya que debido al gran tiempo que tenía a lo largo del día no paraba de pensar en cierta persona, en sí habría hecho bien en dejarle atrás.Aquella tarde, mientras bebía el té con la señora, en la sala de estar, esta intentaba animarme para
A la mañana siguiente me levanté temprano, ya que tenía que ir a aquella cita de trabajo en uno de los barrios más peligrosos de la ciudad. Me encontraba bastante lejos, en el distrito de Queens.La Avenida Libertad estaba abarrotada de gente aquel día y la verdad aquel lugar no tenía buen aspecto, había gente muy rara deambulando por allí.¿eres Ana Álvarez? – Me preguntó un tipo algo desaliñado, con los pelos alborotados y con un cigarro en la boca. Asentí con algo de miedo, tengo que reconocer. El chico dio una larga calada al cigarro antes de volver a hablar, y dejó escapar el humo de sus amarillos dientes antes de proseguir – Sígueme.Continuamos por la calle principal casi una manzana y luego doblamos a la derecha dos veces, hasta llegar a un callejón aleja
Me encontraba sentada en una amplia sala de espera, eran las ocho de la mañana, me habían hecho pasar y me habían ordenado que rellenase el formulario antes de entrar con el responsable de reclutamiento:La primera hoja constaba de datos personales como nombre y apellidos, fecha de nacimiento, nacionalidad, dirección, idiomas que podía o sabía hablar, y un largo etc, pero además venían preguntas bastante sospechosas, del tipo iniciativa y motivación para formar parte de nuestra agencia, ¿sabe relacionarse con los demás?, ¿podría ser capaz de tomar decisiones frías en situaciones que salgan de lo común?, ¿diría usted que mantiene una imagen positiva en su vida diaria?La segunda hoja era mucho más rara que la primera: Había ejercicios de razonamiento lógico, ejercicios para atender a los detalle
Llamé al despacho de Vincen, temiendo llegar tarde a la reunión, y entré rápidamente, admirando como el resto de los nuevos reclutas ya se encontraban allí, todos, bien vestidos y firmes como si les hubiesen metido un palo por el trasero.Vincen carraspeó molesto, mientras miraba hacia mí, para luego tomar aire y proseguir su discurso…Como iba diciendo, debéis recoger el material en la oficina número 65, allí os proporcionaran lo básico para empezar: una pistola, un cajillete con 25 balas, un chaleco antibalas, los zapatos y el traje de vestir, una camiseta con letras estampadas del FBI (que como ya hemos dicho no debéis poneros a la ligera). El resto del material lo encontraréis en vuestra taquilla el viernes. De momento para entrenar con vuestro compañero sólo lo que acabo de deciros. Todos tenéis ya asign
Acababa de llegar al centro, montada en mi bicicleta, cuando me percaté de que mi compañero se me había adelantado y estaba haciendo el entrenamiento sin mí.Aparqué la bici a un lado de la calle, asegurándola a una farola con su candado, para luego comenzar a caminar, a grandes zancadas hacia el andén del tren, donde transcurría la acción.Llevaba unos jeans, una blusa y mis conver.¿por qué no me has esperado? – pregunté al llegar hasta él, el cual llevaba una camisa vaquera negra, entreabierta, lo que me hizo enmudecer, al instante. Él pareció darse cuenta del detalle, porque en ese momento, y como solía hacer cada vez que me quedaba embobada mirándole, siguió caminando, sin tan siquiera dirigirme la palabra - ¿dónde está el sujeto? – Pregunté mientras le agarrab