Acababa de llegar al centro, montada en mi bicicleta, cuando me percaté de que mi compañero se me había adelantado y estaba haciendo el entrenamiento sin mí.
Aparqué la bici a un lado de la calle, asegurándola a una farola con su candado, para luego comenzar a caminar, a grandes zancadas hacia el andén del tren, donde transcurría la acción.
Llevaba unos jeans, una blusa y mis conver.
Me encontraba realmente feliz en mi nueva vida, haciendo lo que me gustaba, porque si, aquel nuevo trabajo me encantaba, y fingiendo ser alguien que no era en mi vida diaria.Con el único que no me llevaba demasiado bien era con mi compañero, aquel que me había bautizado con el apodo de “novata” que me lo soltaba cada dos por tres.Aquel día, llevaba unos pantalones ajustados de cuero, una camisa blanca y unos taconazos de infarto. Tenía el pelo peinado hacia atrás con unos exagerados rizos.Me sujetaba con fuerza a las anillas del autobús mientras admiraba como mi compañero con su camisa de cuadros entre abierta miraba hacia mí con chulería. Estaba harta de aquella pose, pero aun así no dejé que se me notase en lo absoluto.Miré con disimulo hacia nuestra víctima, un hombre mayor d
Aquel lugar era hermoso, tal y como había imaginado.Me encontraba junto a un manantial de agua caliente, con las maletas acuestas. Aquel era el lugar, el hostal donde nos quedaríamos estaba justo arriba de la montaña, apenas a unos 20 minutos andando desde la parada de taxi.Había sido una semana de lo más ajetreada, sin dejar de preparar preparativos para el viaje, y sin apenas dirigirle la palabra al estúpido de mi compañero, pero ya había dado mi palabra de que iría con él, no podía echarme atrás ahora.Miré hacia la pared de la entrada, donde una jaula con algunos pajarillos se encontraba. Las aves cantaban alegremente mientras la brisa que venía de las montañas llegaba hasta nosotros.Teníamos habitaciones reservadas – comenzó mi compañero por primera vez desde q
Después de aquel día no volvimos a hablar demasiado, estuvimos en el pueblo y él se reunió con algunas personas mientras yo disfrutaba de la fiesta que habían organizado en honor a los dioses celestiales. Me encantaba aquella cultura, era digna de alabar.Él me trataba como a una desconocida cuando estaba con otros, así que no tenía demasiadas ganas de saludarle aquella vez.Me levanté de la silla y caminé entre la muchedumbre hacia el bosque, era el único camino para ir al hostal. Mientras pasaba por su lado y la de los otros hombres. Pero había algo diferente aquella vez, él no dejó de mirarme hasta que sus acompañantes volvieron a hablarle.Seguí andando, río arriba, hacia las montañas. Apenas me había alejado unos metros cuando escuché un crujido detrás de m&iacu
Habían pasado dos semanas, ya habíamos vuelto a casa, y seguíamos trabajando como si nada. Nada más volver pude darme cuenta de lo mucho que él había cambiado, esa visita a la tumba de su hermana lo había cambiado, las duras palabras del señor Miyagui habían abierto una herida que él ya creía cerrada y ahora era mucho más borde y estúpido que de costumbre.Y eso hizo que tomase una decisión, eso y haberme sentido tan atraída a él en aquel viaje, no podía dejar que otro hombre entrase en mi vida, y menos un hombre como él. Necesitaba poner distancia entre ambos, y no había otro modo de hacerlo: me había vuelto dura, independiente y había comenzado a frecuentar hombres de usar y tirar. Me había vuelto toda una mujer fatal.Me bajé de la moto, sacud
Conduje todo el camino hacia el trabajo sin apenas prestar atención al tráfico, la conversación que había tenido con Chris me tenía realmente rallada, y el haber concluido nuestra relación. A decir verdad, tampoco lo consideraba una relación, tan sólo era un tío con el que me acostaba, con él que había repetido sí, pero a fin de cuestas sólo era uno más, no había sentimientos.Me bajé de la moto, sacudí mi cabello para que cada mechón volviese a su lugar y me bajé con decisión y desparpajo, mientras notaba como miles de miradas se posaban en mí. Estaba acostumbrada, así que no me importó en lo absoluto.Saludé al aparca coches mientras dejaba mi casco sobre su mano derecha, para luego guiñarle un ojo y continuar hacia la fiesta, donde mi compañero me esperaba con
Era lunes, al fin había llegado mi día libre, pues tras una larga semana aguantando al insoportable de mi compañero estaba realmente exhausta.Aquella mañana me levanté con muchas ganas de enfrentarme al día que tenía por delante. Me arreglé y me marché al café. Tenía muchas ganas de ver a Joseph y a los chicos, ya que, desde que había llegado a la ciudad apenas había tenido tiempo para pasarme por el café y saludarlos.Nada más llegar me percaté de que no había sido una buena idea, debería de haber llamado antes de ir, ya que la tienda estaba a rebosar y los pobres no daban a vasto.Me puse un delantal y sin tan siquiera echar cuenta a Philip que me gritaba al otro lado del salón que me sentase, ya que era una cliente más, me puse a atender mesas.Repartí dos
Me levanté de la cama cabreada conmigo misma, no podía dormir. Llevaba toda la noche pensando en lo que había pasado, podía recordar la forma en la que ella le hablaba a su hijo, como si realmente fuese alguien horrible, como que yo hablase con él fuese algo realmente malo.Me sacudí el cabello, cabreada, mientras agarraba el teléfono móvil para ver la hora que era. Eran más de las 4 de la mañana.Caminé despacio hacia el balcón, lo abrí y me asomé al exterior, donde llovía a cántaros. Aun así me encantó el olor a tierra mojada, y la suave brisa que se topaba con mi piel.Él no parecía tan malo, pensé. Podía recordarle con su traje impoluto, y aquella ternura que irradiaba, hablándome con dulzura. Aunque en el trabajo fuese un verdadero capullo, a veces
Ahora lo sabía, él no era Kevin Lee, tan sólo fingía ser amable conmigo, tan sólo era pura fachada, él no era así en lo absoluto, parecía que todo lo que había pasado con él en Japón e incluso allí era mentira. Ahora lo sabía el verdadero Kevin era aquel que era borde, aquel que era lastimoso frente a su madre, aquel que siempre tenía una bordería que soltarme. Ese era el verdadero Kevin Lee alguien arrogante, manipulador y engreído.Mientras pensaba en todo esto, al mismo tiempo que me vestía para ir a trabajar con muy pocos ánimos para hacerlo, Kevin Lee, al otro lado de la ciudad, conducía su moto, con una brecha en la cabeza y la sangre goteándole sobre el rostro, ensuciando todo a su paso.Conducía cabreado, con los dientes apretados, sin casco, hacia el distrito de Qu