Aquel día no tenía nada importante que hacer, sentada sobre una de las mesas de la tienda miraba a la gente pasar por la ventana.
Ya había terminado de ordenar toda la documentación que la señora me había dejado, había elegido a los nuevos empleados, y todo parecía estar en calma aquel día, no había nada que hacer.
Me puse mis gafas y caminé hacia el mostrador donde Sara les explicaba a los nuevos las tareas de la tienda. Todos miraron hacia mí al verme aparecer, en espera de respuestas.
Agarré mi bolsa, saqué mis gafas de sol y me encaminé hacia la salida, pero ya había alguien entrando en la tienda, por lo que me fue imposible salir a mí de ella.
Casi era la hora de comer cuando volvía a la tienda, había conseguido todos los ingredientes para mi nuevo proyecto.
Los dejé sobre el mostrador, admirando como Sara atendía al último cliente de la mañana.
Sonreí divertida mientras observaba el escritorio del ordenador, percatándome entonces de que había una carpeta que realmente no había vuelto a abrir desde hacía mucho tiempo. El nombre de la carpeta era “Maniobras”. Di doble click y la abrí.
Seleccioné una al azar y sonreí al encontrarme vestida de militar, hacía tiempo que no sentía aquello… No había vuelto a disparar desde aquella noche.
Comencé a pasar una a una las fotos hasta llegar a una en la que aparecía riendo junto a él, mi padre, mi mentor, esa persona que siempre me había apoyado, me había admirado… Ahora ya nada quedaba de aquel amor, sin lugar a dudas ya no me admiraba, al contrario sentiría vergüenza de tener una hija como yo, un ser tan egoísta en el que me estaba convirtiendo, un monstruo.
Cerré el ordenador de un golpe, enfadada conmigo misma, mientras levantaba la vista hacia la puerta, admirando como “el cliente apuesto” entraba en el local.
Parecía estar buscándome con la mirada, pero yo más allá de mostrar interés hacia él me volví hacia la ventana, intentando mantener mi mente ocupada en cualquier otra cosa, no quería volver a perder la conciencia como aquel día en que la tragedia se mascó.
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Estaba realmente cansada, había sido un día largo, en el que había intentado enseñar a los presentes a hacer torrijas, pero la mayoría de los coreanos no entendía muy bien aquel dulce, en opinión de la mayoría era demasiado dulce, por eso había decidido echarle poca miel.
No me apetecía nada volver a casa, así que allí estaba en aquel puesto junto al río Han, mi lugar favorito después de un largo y duro día de trabajo, dispuesta a beber hasta caer redonda en el suelo.
Y si, como deduciréis hablaba en coreano, es lo que suele pasar, cuando me emborracho olvido el inglés y el único idioma que sale de mi boca es el coreano. Y si, es bastante frustrante que el idioma que temo pronunciar sea el primero que recuerdo al embriagarme.
Levanté el brazo nuevamente, quitándome los zapatos y posando mis pies descalzos en el suelo.
Mantenía los ojos cerrados, sobre aquella reconfortable almohada me sentía a salvo. Podía escuchar el abundante tráfico que provenía de la ventana, era obvio que había amanecido hacía ya algunas horas. Pero me sentía tan bien en aquel lugar.El olor que impregnaba la habitación era suave y agradable, olía a limpio y a jazmín.Abrí los ojos para enfrentarme al día, pues, aunque era mi día libre, tenía que recoger la casa. Esperaba encontrar miles de latas de cerveza y otras tantas botellas de soju por el suelo. Pero quedé totalmente desorientada al percatarme de que no había nada de lo que había esperado, el suelo estaba limpio, olía a comida recién hecha y… pronto me percaté de que no reconocía aquella habitación, aquel lugar no era mi casa.Salí de la cama bastante más
Caminaba por la calle de regreso a casa, atravesando las calles, cuando me percaté de que alguien me seguía.Aligeré la marcha, me metí por una calle y me detuve en la esquina, pegándome lo más que pude a la pared, echando en falta mi calibre del 47. Era la primera vez en dos años en la que me sentía asustada.Podía escuchar los pasos de mi acosador, estaba cada vez más cerca, y yo cada vez más nerviosa, pero no dejaría que el miedo nublase mi vista, esta vez no.Tan pronto como fui descubierta, me abalancé sobre aquella persona y lo apreté contra la pared con una de esas llaves que me enseñaron en la academia.AnaShi – me llamó, haciendo que prestase atención a su rostro, sabía que era ese apuesto cliente.– Veo que sabe defenderse… - comenzó con las manos en alto, intentando que lo sol
Aquella mañana salí tarde de casa, volvía a ser mi día libre y quería remolonear en la cama un poco más. Había pasado una semana desde aquella cena.Bajé calle abajo, admirando el hermoso sol, y el destello tan hermoso que irradiaba sobre mis cabellos castaños. Sonreí por primera vez en meses, mientras me dirigía al pequeño parque de niños que se hallaba detrás de las casas, me apetecía mucho desconectar y aquel era mi lugar favorito.Observé a algunos niños sobre el tobogán mientras levantaba mis brazos para estirarme y agarrar los barrotes de mi atracción favorita, doblé las rodillas, colgándome de mis manos, dejando caer la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos, sintiendo el sol sobre mis párpados. Desde aquel punto podía escuchar las risas de los niños, el canto de los páj
Algunas semanas habían pasado, no había vuelto a verle.La señora había cerrado por vacaciones y se había marchado a Busan a visitar a su buen amigo, el señor Miyagui. Así que ahora me aburría mucho, no tenía nada en lo que distraer mi mente y aquello era muy frustrante.Caminaba por un centro comercial mientras miles de personas lo hacían a mi lado. Y entonces me percaté de que algo no estaba bien, miré hacia arriba y luego hacia el frente, a escasos pasos de mí una niña de apenas unos 5 años me miraba, justo como aquellos niños de Irak solían hacerlo, ajenos al peligro que corrían.Corrí hacia la niña, antes de que la lámpara que había sobre ella se desprendiera y la aplastase. En cualquier otro momento de mi vida no me habría importado, que otro niño más fuese derribado, pe
Aquella noche hacía frío, era un frío que se expandía por cada poro de mi cuerpo, y podía sentirlo, aunque más que frío era un escalofrío lo que sentía por mi nuca.No podía ver nada, por más que abría los ojos intentando encontrar alguna luz en aquella oscuridad no podía encontrar nada. Estaba cansada de caminar en aquella tenebrosa penumbra y el no poder visualizar nada no calmaba mi corazón, al contrario tan sólo me traía temor y miedo.Había algo distinto aquella vez, podía sentirlo, no era como el resto de las veces en las que me había encontrado en aquel punto. Podía sentir la presencia de alguien más y eso me aterraba…Se lo que hiciste – comenzó una voz tras de mí, haciendo que me diese la vuelta y la luz volviese. Era él, él ún
Habían pasado 3 semanas desde la última vez que le había visto, le evitaba, ni siquiera le atendía, siempre que venía a la tienda fingía que me hacía pis y me encerraba en el baño hasta que se marchaba.Sabía que no debía acercarme a él, que era demasiado peligroso para mí.Aquel día era tarde, hacía un día terrible, llovía a cántaros y hacía un calor horrible. La señora y Sara se marcharon a casa temprano y me tocaba a mí cerrar.Coloqué el cartel de cerrado, mientras recogía las mesas y las sillas, y pasaba la mopa para recoger algunas pelusas.La puerta se abrió de golpe y miré asustada hacia ella, pues no esperaba que nadie entrase después de que el cartel estuviese colocado.Se trataba de él, estaba calado hasta los huesos y tenía los ojos llor
Al llegar a casa lloré como nunca lo había hecho, sentía que mi corazón dolía demasiado. Jamás pensé que volvería a sentirme así. Sin lugar a dudas tenía algo malo pues todos los chicos con los que me relacionaban siempre preferían a otras.Me sentía fatal, y lo que más me dolía es no poder sanar mi corazón, ahora no tenía a Luis para que me sanase de la forma en la que lo hacía.Me senté sobre la cama, ya con mi pijama puesto, mientras recordaba lo vulnerable que me había sentido a su lado. Negué con la cabeza, intentando alejar todos aquellos sentimientos de mi cabeza. No podía enamorarme de él, era demasiado peligroso para mi corazón volver a ser lastimado de nuevo. Tenía miedo de que mi alma se volviese oscura del todo si volvían a hacerme daño.Cerraré
La situación había cambiado bastante, habían pasado algunas semanas desde aquel cambio.Ahora vivía con Sara en su casa, se podría decir que era mi compañera de piso, ya que le ayudaba a pagar los gastos de aquella hermosa casita.Vivía muy cerca de mi nuevo lugar de trabajo, no muy lejos de Gangnam.Me levantaba mucho más tarde, ya que tenía el trabajo justo al lado de casa.La señora me había puesto al frente de una de sus cafeterías, quería que me encargase de aquel lugar por ella, y la verdad es que estaba encantada, sobre todo desde que me había dado cuenta de que el cliente nunca podría encontrarme de nuevo. Aquella parte de Seúl estaba demasiado alejada de su casa o de su trabajo, ya no podríamos encontrarnos de casualidad, ahora estaba totalmente a salvo.Aquella ma