Mantenía los ojos cerrados, sobre aquella reconfortable almohada me sentía a salvo. Podía escuchar el abundante tráfico que provenía de la ventana, era obvio que había amanecido hacía ya algunas horas. Pero me sentía tan bien en aquel lugar.
El olor que impregnaba la habitación era suave y agradable, olía a limpio y a jazmín.
Abrí los ojos para enfrentarme al día, pues, aunque era mi día libre, tenía que recoger la casa. Esperaba encontrar miles de latas de cerveza y otras tantas botellas de soju por el suelo. Pero quedé totalmente desorientada al percatarme de que no había nada de lo que había esperado, el suelo estaba limpio, olía a comida recién hecha y… pronto me percaté de que no reconocía aquella habitación, aquel lugar no era mi casa.
Salí de la cama bastante más calmada al comprobar que tenía puesta mi ropa, por lo que no había sucedido nada que lamentar, o así lo esperaba.
Me miré en el enorme espejo que se encontraba junto a la cama, admirando mi estropajoso y alocado pelo, y mi rostro… tenía un aspecto horrible. Caminé despacio hacia la cocina, dejándome llevar por aquel olor que impregnaba la casa.
Pero yo no podía escucharle, tenía demasiado miedo de que alguien pudiese descubrir quien era, o lo que había hecho en mi pasado.
Cerré la puerta tras de mí, y corrí escaleras abajo, pues tenía demasiado miedo de que el saliese a buscarme, ni siquiera podía arriesgarme a esperar al ascensor.
Cuando llegué abajo estaba exhausta, él vivía en un octavo.
Miré el reloj un poco más tranquila, mientras caminaba hacia casa, pero al ver que eran más de las diez, di la vuelta y comencé a correr en la dirección opuesta, llegaba tarde al trabajo, pues a pesar de que era mi día libre le había prometido a Shana (una de las nuevas empleadas) que la cubriría en su turno de la mañana para que ella pudiese asistir al médico.
Me escondí tras las cajas de café, cerré los ojos con fuerza, bastante frustrada con todo aquello. Recordando la última vez que había temido ser descubierta…
“Me encontraba en Irak, un grupo de rebeldes nos había encontrado y ahora nos disparaba, mientras mis compañeros y yo corríamos hacia el jeap en busca de munición.
Agarré mi arma y disparé hacia ellos, admirando como una de mis balas derribaba a uno de nuestros enemigos: se trataba de un niño de no más de 12 años.
Fue en ese entonces cuando me percaté de que la mayoría de los rebeldes eran tan sólo niños que tenían edad de ir a la escuela y no de disparar hasta la muerte”
Alejé de mis pensamientos aquel recuerdo, mientras una lágrima me recorría el rostro.
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Huía del pasado, esa era la verdad, intentaba mantenerme tan alejada como fuese posible de mi antigua yo, intentaba ocultar todo mi pasado con aquella nueva fachada, pero la verdad era que mi verdadero yo seguía dentro de mí, y a pesar de que intentase alejarlo siempre volvía a encontrarme.Caminaba por la calle de regreso a casa, atravesando las calles, cuando me percaté de que alguien me seguía.Aligeré la marcha, me metí por una calle y me detuve en la esquina, pegándome lo más que pude a la pared, echando en falta mi calibre del 47. Era la primera vez en dos años en la que me sentía asustada.Podía escuchar los pasos de mi acosador, estaba cada vez más cerca, y yo cada vez más nerviosa, pero no dejaría que el miedo nublase mi vista, esta vez no.Tan pronto como fui descubierta, me abalancé sobre aquella persona y lo apreté contra la pared con una de esas llaves que me enseñaron en la academia.AnaShi – me llamó, haciendo que prestase atención a su rostro, sabía que era ese apuesto cliente.– Veo que sabe defenderse… - comenzó con las manos en alto, intentando que lo sol
Aquella mañana salí tarde de casa, volvía a ser mi día libre y quería remolonear en la cama un poco más. Había pasado una semana desde aquella cena.Bajé calle abajo, admirando el hermoso sol, y el destello tan hermoso que irradiaba sobre mis cabellos castaños. Sonreí por primera vez en meses, mientras me dirigía al pequeño parque de niños que se hallaba detrás de las casas, me apetecía mucho desconectar y aquel era mi lugar favorito.Observé a algunos niños sobre el tobogán mientras levantaba mis brazos para estirarme y agarrar los barrotes de mi atracción favorita, doblé las rodillas, colgándome de mis manos, dejando caer la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos, sintiendo el sol sobre mis párpados. Desde aquel punto podía escuchar las risas de los niños, el canto de los páj
Algunas semanas habían pasado, no había vuelto a verle.La señora había cerrado por vacaciones y se había marchado a Busan a visitar a su buen amigo, el señor Miyagui. Así que ahora me aburría mucho, no tenía nada en lo que distraer mi mente y aquello era muy frustrante.Caminaba por un centro comercial mientras miles de personas lo hacían a mi lado. Y entonces me percaté de que algo no estaba bien, miré hacia arriba y luego hacia el frente, a escasos pasos de mí una niña de apenas unos 5 años me miraba, justo como aquellos niños de Irak solían hacerlo, ajenos al peligro que corrían.Corrí hacia la niña, antes de que la lámpara que había sobre ella se desprendiera y la aplastase. En cualquier otro momento de mi vida no me habría importado, que otro niño más fuese derribado, pe
Aquella noche hacía frío, era un frío que se expandía por cada poro de mi cuerpo, y podía sentirlo, aunque más que frío era un escalofrío lo que sentía por mi nuca.No podía ver nada, por más que abría los ojos intentando encontrar alguna luz en aquella oscuridad no podía encontrar nada. Estaba cansada de caminar en aquella tenebrosa penumbra y el no poder visualizar nada no calmaba mi corazón, al contrario tan sólo me traía temor y miedo.Había algo distinto aquella vez, podía sentirlo, no era como el resto de las veces en las que me había encontrado en aquel punto. Podía sentir la presencia de alguien más y eso me aterraba…Se lo que hiciste – comenzó una voz tras de mí, haciendo que me diese la vuelta y la luz volviese. Era él, él ún
Habían pasado 3 semanas desde la última vez que le había visto, le evitaba, ni siquiera le atendía, siempre que venía a la tienda fingía que me hacía pis y me encerraba en el baño hasta que se marchaba.Sabía que no debía acercarme a él, que era demasiado peligroso para mí.Aquel día era tarde, hacía un día terrible, llovía a cántaros y hacía un calor horrible. La señora y Sara se marcharon a casa temprano y me tocaba a mí cerrar.Coloqué el cartel de cerrado, mientras recogía las mesas y las sillas, y pasaba la mopa para recoger algunas pelusas.La puerta se abrió de golpe y miré asustada hacia ella, pues no esperaba que nadie entrase después de que el cartel estuviese colocado.Se trataba de él, estaba calado hasta los huesos y tenía los ojos llor
Al llegar a casa lloré como nunca lo había hecho, sentía que mi corazón dolía demasiado. Jamás pensé que volvería a sentirme así. Sin lugar a dudas tenía algo malo pues todos los chicos con los que me relacionaban siempre preferían a otras.Me sentía fatal, y lo que más me dolía es no poder sanar mi corazón, ahora no tenía a Luis para que me sanase de la forma en la que lo hacía.Me senté sobre la cama, ya con mi pijama puesto, mientras recordaba lo vulnerable que me había sentido a su lado. Negué con la cabeza, intentando alejar todos aquellos sentimientos de mi cabeza. No podía enamorarme de él, era demasiado peligroso para mi corazón volver a ser lastimado de nuevo. Tenía miedo de que mi alma se volviese oscura del todo si volvían a hacerme daño.Cerraré
La situación había cambiado bastante, habían pasado algunas semanas desde aquel cambio.Ahora vivía con Sara en su casa, se podría decir que era mi compañera de piso, ya que le ayudaba a pagar los gastos de aquella hermosa casita.Vivía muy cerca de mi nuevo lugar de trabajo, no muy lejos de Gangnam.Me levantaba mucho más tarde, ya que tenía el trabajo justo al lado de casa.La señora me había puesto al frente de una de sus cafeterías, quería que me encargase de aquel lugar por ella, y la verdad es que estaba encantada, sobre todo desde que me había dado cuenta de que el cliente nunca podría encontrarme de nuevo. Aquella parte de Seúl estaba demasiado alejada de su casa o de su trabajo, ya no podríamos encontrarnos de casualidad, ahora estaba totalmente a salvo.Aquella ma
Había pasado una semana desde que Luis estaba allí y no había dejado de sanarme desde entonces. Pero aunque él lo intentaba una y otra vez: sanarme con sus besos, con sus abrazos, con todo aquel amor que tenía para darme… yo no podía olvidar del todo. Quizá porque aquella persona a la que maté significó algo para mí, aquella persona no era un desconocido como aquellos niños inocentes de Irak, aquella persona me había amado, aunque sólo fuese por un periodo corto de tiempo yo también amé a esa persona, y eso … no podía olvidarlo.Sentía que era un monstruo… ¿pues que otro ser podría matar al hombre al que amaba sólo por despecho?Luis ya no podía sanarme.Apenas había ido a trabajar en los últimos días, siempre me ausentaba con alguna excusa para cor