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CAPÍTULO 7 – Día B

Aquella mañana salí tarde de casa, volvía a ser mi día libre y quería remolonear en la cama un poco más. Había pasado una semana desde aquella cena.

Bajé calle abajo, admirando el hermoso sol, y el destello tan hermoso que irradiaba sobre mis cabellos castaños. Sonreí por primera vez en meses, mientras me dirigía al pequeño parque de niños que se hallaba detrás de las casas, me apetecía mucho desconectar y aquel era mi lugar favorito.

Observé a algunos niños sobre el tobogán mientras levantaba mis brazos para estirarme y agarrar los barrotes de mi atracción favorita, doblé las rodillas, colgándome de mis manos, dejando caer la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos, sintiendo el sol sobre mis párpados. Desde aquel punto podía escuchar las risas de los niños, el canto de los pájaros, incluso las conversaciones que tenían algunas madres sobre mí (no veían con buenos ojos que una occidental jugase junto a sus hijos). Las mujeres habían parado sus reproches, parecía que algo les había intimidado, pero yo no podía percibir el qué. Abrí los ojos para descubrirlo, y en ese momento dejé caer mis pies al suelo y me puse en pie totalmente seria, pues allí, frente a mí se encontraba el cliente.

  • ¡Cliente! – Exclamé, totalmente sorprendida por encontrarle frente a mí. El tenía una expresión seria con sus brazos cruzados sobre su pecho.- No hacía nada malo…- comenté mientras me rascaba la cabeza con nerviosismo. Pero entonces me percaté de algo, sus ropas eran totalmente informales, no eran para nada como solían ser. En aquel momento parecía un hombre de lo más normal - No sabía que usted no fuese tan serio – admití.

En ese momento el sonrió, haciendo que yo sonriese también divertida, por primera vez en mucho tiempo me sentía cómoda con alguien

  • ¿qué le trae por aquí? ¿me está siguiendo? – Pregunté divertida, mientras el sonreía y me sentaba en un barco cercano, obligándole a seguirme.

  • Trabajo – Admitió, haciendo que me levantase de pronto y le mirase bastante seria, pues eso quería decir que estaba ocupado.- Su día libre, supongo – Decía mientras yo asentía para comunicarle que tenía razón.- quizá quiera acompañarme – proseguía haciendo que le mirase sin comprender a que se refería.

  • ¿por qué lo haría? – Pregunté mientras volvía a sentarme cómodamente en el banco – se está bien aquí – admití mientras echaba la cabeza hacia atrás, dejando caer hacia abajo mi cabello, para luego volver la mirada hacia él.

  • Es usted afortunada – decía él sonriendo, para luego alejarse de mí poco a poco, pues tenía que volver a su trabajo.

Pasee por el río Han, admiré a la gente caminar con prisas hacia sus trabajos, me paré a disfrutar de las vistas y a comer algunos platillos en los puestecillos nómadas.

Al llegar la tarde, me encontraba en el gran templo de Gangnam, tomando un algodón de azúcar como una niña pequeña. Caminaba sobre el puente donde antaño príncipes y princesas de la dinastía de Joseon también lo habían hecho. Levanté la vista del suelo, admirando el hermoso río que me rodeaba. Era hermoso, todo lo que aquellas personas podían construir. Por un momento pensé en cuanto me habría gustado vivir en aquella época, dónde los caballeros eran leales a sus esposas, donde el amor era mucho más intenso que en este siglo.

Bajé la cabeza entristecida, mientras tiraba el algodón de azúcar a una papelera cercana. Percatándome que no muy lejos de allí, junto al mismo río que ella había estado mirando minutos antes, un hombre se encontraba, junto al banco.

Él se encontraba totalmente trajeado, agachado junto a una niña pequeña de no más de 2 años de edad que miraba hacia él divertida. Me acerqué hacia él despacio, curiosa por si se trataba de su hija, aunque no estaba dentro de mis planes hacerlo, me dirigí hacia él, pues me molestaba la idea de que estuviese casado, no me entendáis mal no tenía ningún interés en él, simplemente me gustaba la forma en la que el me trataba, como cuidaba de mí, aunque yo no le permitiría mucho más. Pensé en ello, en la conversación que había mantenido con él aquella noche durante la cena, en cuando le plantee sobre su esposa y él no lo había negado. Pensando que quizás aquella niña fuese su hija. Debía ser un gran padre.

  • Su hija, supongo – comencé cuando estuve lo bastante cerca para que me oyese. El se levantó y se dio la vuelta, haciendo entonces que me percatase de que había una mujer junto a él. Lo supe en ese instante, era su esposa.- Lo siento, no pretendía…- comencé, pero antes de que pudiese pensar en que decir, mi propio cuerpo reaccionaba al temor de ser lastimada, dándose la vuelta rápidamente, pensé que el diría algo antes de que me marchase, pero no fue así.

……

A la mañana siguiente, en el trabajo, no hubo rastro de él, ni siquiera en las dos semanas siguientes. Respiré aliviada al percatarme de que no había penetrado en mi vida, ahora si estaba segura de que nunca nadie lo haría, pues él había sido el único que me había hecho dudar.

Cuatro semanas más tarde caminaba de regreso a casa, llevaba mi cabello peinado hacia un lado, una camiseta negra y unos jeans.

Aquel día hacia un viento terrible, mi cabello se movía hacia delante a causa del viento que lo empujaba. Miraba hacia abajo, admirando la sombra que hacía mi cabello sobre el suelo.

  • Hola – dijo una voz delante de mí, haciéndome levantar la vista hacia él. Si, lo sabía era él.

  • Hola – respondí intimidada, pues no me había esperado volver a encontrarlo.

  • Me alegro de verte – admitía él, haciendo que se me encogiese el corazón, pues la verdad era que yo también me alegraba de verle, aunque nunca lo admitiría.- Estuve ocupado, y… no pude ir a la tienda de café – admitía, parecía totalmente sincero, y me alegró que me diese aquella explicación sin que ni siquiera se la hubiese pedido, porque aquello hizo calmar mi corazón, aunque no estaba dispuesta a dejar que él lo notase.

  • No le he pedido explicaciones – le regañé mientras bajaba la mirada, intentando parecer calmada.

  • Mi sobrina

  • ¿qué? – Pregunté, aunque ya sabía a lo que se refería.

  • La niña con la que me viste, era mi sobrina, y la mujer, mi cuñada. Suelo ir a visitarlas de vez en cuando… - Explicaba él, metiendo las manos en sus bolsillos y sonriéndome al final.

  • Yo no le he preguntado.

  • Si, lo hiciste.

Ambos nos quedamos en silencio por un rato, hasta que el volvió a hablar…

  • ¿te apetece subir a tomar una copa? – Preguntó mientras miraba hacia arriba, percatándome entonces de que me encontraba en la puerta de su casa. Estaba totalmente sorprendida por ello, ya que mi casa estaba en la dirección contraria.

  • No – contesté asustada, aquella pregunta me daba tanto miedo como lo que había sentido al formulármela, el simple hecho de que me apeteciese subir era algo que me aterraba.

  • Está bien – contestó él, parecía apenado por algo, y aquello me molestaba.- pero antes de irte… ¿te importaría responder a una pregunta? – Preguntaba, mientras yo le miraba molesta pero al mismo tiempo curiosa por la pregunta que quería hacerme - ¿qué es lo que tanto te asusta de mí?

  • No tiene nada que ver con usted – respondí, aunque me había jurado a mí misma que no respondería y me marcharía sin decir palabra alguna.- Ya le dije que no soy una persona sociable.- Sonreí tímidamente, mientras volvía la mirada hacia el suelo y continuaba mi camino.

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