Aquella mañana salí tarde de casa, volvía a ser mi día libre y quería remolonear en la cama un poco más. Había pasado una semana desde aquella cena.
Bajé calle abajo, admirando el hermoso sol, y el destello tan hermoso que irradiaba sobre mis cabellos castaños. Sonreí por primera vez en meses, mientras me dirigía al pequeño parque de niños que se hallaba detrás de las casas, me apetecía mucho desconectar y aquel era mi lugar favorito.
Observé a algunos niños sobre el tobogán mientras levantaba mis brazos para estirarme y agarrar los barrotes de mi atracción favorita, doblé las rodillas, colgándome de mis manos, dejando caer la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos, sintiendo el sol sobre mis párpados. Desde aquel punto podía escuchar las risas de los niños, el canto de los pájaros, incluso las conversaciones que tenían algunas madres sobre mí (no veían con buenos ojos que una occidental jugase junto a sus hijos). Las mujeres habían parado sus reproches, parecía que algo les había intimidado, pero yo no podía percibir el qué. Abrí los ojos para descubrirlo, y en ese momento dejé caer mis pies al suelo y me puse en pie totalmente seria, pues allí, frente a mí se encontraba el cliente.
En ese momento el sonrió, haciendo que yo sonriese también divertida, por primera vez en mucho tiempo me sentía cómoda con alguien
Pasee por el río Han, admiré a la gente caminar con prisas hacia sus trabajos, me paré a disfrutar de las vistas y a comer algunos platillos en los puestecillos nómadas.
Al llegar la tarde, me encontraba en el gran templo de Gangnam, tomando un algodón de azúcar como una niña pequeña. Caminaba sobre el puente donde antaño príncipes y princesas de la dinastía de Joseon también lo habían hecho. Levanté la vista del suelo, admirando el hermoso río que me rodeaba. Era hermoso, todo lo que aquellas personas podían construir. Por un momento pensé en cuanto me habría gustado vivir en aquella época, dónde los caballeros eran leales a sus esposas, donde el amor era mucho más intenso que en este siglo.
Bajé la cabeza entristecida, mientras tiraba el algodón de azúcar a una papelera cercana. Percatándome que no muy lejos de allí, junto al mismo río que ella había estado mirando minutos antes, un hombre se encontraba, junto al banco.
Él se encontraba totalmente trajeado, agachado junto a una niña pequeña de no más de 2 años de edad que miraba hacia él divertida. Me acerqué hacia él despacio, curiosa por si se trataba de su hija, aunque no estaba dentro de mis planes hacerlo, me dirigí hacia él, pues me molestaba la idea de que estuviese casado, no me entendáis mal no tenía ningún interés en él, simplemente me gustaba la forma en la que el me trataba, como cuidaba de mí, aunque yo no le permitiría mucho más. Pensé en ello, en la conversación que había mantenido con él aquella noche durante la cena, en cuando le plantee sobre su esposa y él no lo había negado. Pensando que quizás aquella niña fuese su hija. Debía ser un gran padre.
……
A la mañana siguiente, en el trabajo, no hubo rastro de él, ni siquiera en las dos semanas siguientes. Respiré aliviada al percatarme de que no había penetrado en mi vida, ahora si estaba segura de que nunca nadie lo haría, pues él había sido el único que me había hecho dudar.
Cuatro semanas más tarde caminaba de regreso a casa, llevaba mi cabello peinado hacia un lado, una camiseta negra y unos jeans.
Aquel día hacia un viento terrible, mi cabello se movía hacia delante a causa del viento que lo empujaba. Miraba hacia abajo, admirando la sombra que hacía mi cabello sobre el suelo.
Ambos nos quedamos en silencio por un rato, hasta que el volvió a hablar…
Algunas semanas habían pasado, no había vuelto a verle.La señora había cerrado por vacaciones y se había marchado a Busan a visitar a su buen amigo, el señor Miyagui. Así que ahora me aburría mucho, no tenía nada en lo que distraer mi mente y aquello era muy frustrante.Caminaba por un centro comercial mientras miles de personas lo hacían a mi lado. Y entonces me percaté de que algo no estaba bien, miré hacia arriba y luego hacia el frente, a escasos pasos de mí una niña de apenas unos 5 años me miraba, justo como aquellos niños de Irak solían hacerlo, ajenos al peligro que corrían.Corrí hacia la niña, antes de que la lámpara que había sobre ella se desprendiera y la aplastase. En cualquier otro momento de mi vida no me habría importado, que otro niño más fuese derribado, pe
Aquella noche hacía frío, era un frío que se expandía por cada poro de mi cuerpo, y podía sentirlo, aunque más que frío era un escalofrío lo que sentía por mi nuca.No podía ver nada, por más que abría los ojos intentando encontrar alguna luz en aquella oscuridad no podía encontrar nada. Estaba cansada de caminar en aquella tenebrosa penumbra y el no poder visualizar nada no calmaba mi corazón, al contrario tan sólo me traía temor y miedo.Había algo distinto aquella vez, podía sentirlo, no era como el resto de las veces en las que me había encontrado en aquel punto. Podía sentir la presencia de alguien más y eso me aterraba…Se lo que hiciste – comenzó una voz tras de mí, haciendo que me diese la vuelta y la luz volviese. Era él, él ún
Habían pasado 3 semanas desde la última vez que le había visto, le evitaba, ni siquiera le atendía, siempre que venía a la tienda fingía que me hacía pis y me encerraba en el baño hasta que se marchaba.Sabía que no debía acercarme a él, que era demasiado peligroso para mí.Aquel día era tarde, hacía un día terrible, llovía a cántaros y hacía un calor horrible. La señora y Sara se marcharon a casa temprano y me tocaba a mí cerrar.Coloqué el cartel de cerrado, mientras recogía las mesas y las sillas, y pasaba la mopa para recoger algunas pelusas.La puerta se abrió de golpe y miré asustada hacia ella, pues no esperaba que nadie entrase después de que el cartel estuviese colocado.Se trataba de él, estaba calado hasta los huesos y tenía los ojos llor
Al llegar a casa lloré como nunca lo había hecho, sentía que mi corazón dolía demasiado. Jamás pensé que volvería a sentirme así. Sin lugar a dudas tenía algo malo pues todos los chicos con los que me relacionaban siempre preferían a otras.Me sentía fatal, y lo que más me dolía es no poder sanar mi corazón, ahora no tenía a Luis para que me sanase de la forma en la que lo hacía.Me senté sobre la cama, ya con mi pijama puesto, mientras recordaba lo vulnerable que me había sentido a su lado. Negué con la cabeza, intentando alejar todos aquellos sentimientos de mi cabeza. No podía enamorarme de él, era demasiado peligroso para mi corazón volver a ser lastimado de nuevo. Tenía miedo de que mi alma se volviese oscura del todo si volvían a hacerme daño.Cerraré
La situación había cambiado bastante, habían pasado algunas semanas desde aquel cambio.Ahora vivía con Sara en su casa, se podría decir que era mi compañera de piso, ya que le ayudaba a pagar los gastos de aquella hermosa casita.Vivía muy cerca de mi nuevo lugar de trabajo, no muy lejos de Gangnam.Me levantaba mucho más tarde, ya que tenía el trabajo justo al lado de casa.La señora me había puesto al frente de una de sus cafeterías, quería que me encargase de aquel lugar por ella, y la verdad es que estaba encantada, sobre todo desde que me había dado cuenta de que el cliente nunca podría encontrarme de nuevo. Aquella parte de Seúl estaba demasiado alejada de su casa o de su trabajo, ya no podríamos encontrarnos de casualidad, ahora estaba totalmente a salvo.Aquella ma
Había pasado una semana desde que Luis estaba allí y no había dejado de sanarme desde entonces. Pero aunque él lo intentaba una y otra vez: sanarme con sus besos, con sus abrazos, con todo aquel amor que tenía para darme… yo no podía olvidar del todo. Quizá porque aquella persona a la que maté significó algo para mí, aquella persona no era un desconocido como aquellos niños inocentes de Irak, aquella persona me había amado, aunque sólo fuese por un periodo corto de tiempo yo también amé a esa persona, y eso … no podía olvidarlo.Sentía que era un monstruo… ¿pues que otro ser podría matar al hombre al que amaba sólo por despecho?Luis ya no podía sanarme.Apenas había ido a trabajar en los últimos días, siempre me ausentaba con alguna excusa para cor
Hang Tae Sang se encontraba en el despacho de su casa, tirado en el suelo, junto al sofá, estaba realmente demacrado, pues no había pegado ojo en los últimos días, aún intentando encontrar explicación a las palabras que había escuchado sobre ella…He encontrado la información que me pediste – decía su compañero mientras ponía el sobre en la mesa de su superior.- Su verdadero nombre es Ana Álvarez, de residencia en Madrid, España. Hay un caso turbio sobre ella. Al parecer varias denuncias de desaparición, es una persona desparecida en su país. ¿quieres que lo reporte?¿desaparecida? ¿huyó de su casa?Según pone en el informe policial huyó en la noche de bodas, justo después de que su esposo resultase herido en una trifulca fam
Aquel jaleo era propio del mercado de Busan, todas las ahjumas gritaban a pleno pulmón con la intención de vender sus productos.Mientras el señor Miyagui limpiaba la sangre del pescado y lo posaba sobre mis manos para que los devolviese a su pecera.Ahora parece estar bien.- Aclaré, admirando como el pececillo respiraba bajo el agua.Tú también – aseguró el hombre.Había pasado 2 semanas en aquel lugar junto a él, ayudándole en todo lo que podía, intentando olvidar a aquel cliente, pero era algo difícil, pues no podía parar de recordar que Luis no había podido sanarme.El señor Miyagui era un antiguo visionado de guerra en Japón, que vivía en Busan con la intención de alejarse de su país. No le gustaba mucho la política y odiaba a los ja