La señora se fue demasiado pronto, antes de que pudiese creer si quiera aquella locura a la que me enfrentaba: Encargada, ahora era encargada de aquella tienda.
Me bajé del auto (no me malinterpretéis, no era mío, era de la señora, que me lo había dejado como el resto de cosas del negocio) y caminé con desgana hacia la tienda, odiaba tener responsabilidades, una de las razones por las que huí de España era esa, esa y muchas otras la verdad, y odiaba que alguien confiase en mí de aquella forma, aquello no traería nada bueno, sin lugar a dudas en algún momento del camino la defraudaría.
Dejé el bolso sobre la barra mientras encendía las luces del local, volví a agarrar el bolso y caminé cabizbaja y a paso ligero hacia el despacho de la señora. Había un montón de papeles sobre el escritorio, los mismos que había dejado el día anterior sobre ellos. Dejé el bolso y la chaqueta sobre el perchero y me adentré de nuevo en el universo del café.
Había descubierto mucho en aquellos últimos días, para empezar, aquel café no era el único que la señora tenía, había muchos otros por toda la ciudad, incluso tenía algunos en EEUU, sin lugar a dudas por eso visitaba la ciudad. Tampoco era cierto que fuese de clase baja, se podría decir que era de clase media-alta, y lo escondía para no ser tratada diferente, o al menos así pensaba entonces.
Alguien llamó a la puerta, casi una hora después, haciéndome salir de mis pensamientos. Miré hacia ella, mientras admiraba como esta se abría y por ella asomaba Sara, la que había sido mi compañera de trabajo todos aquellos años.
Agarré el café que acababa de prepararme y le puse una tapadera para no derramarlo de camino a la mesa, un poco de azúcar y una bandeja, y lo puse sobre el mostrador, mientras cogía algunas servilletas.
Agarré mi pedido mientras caminaba a la mesa, donde el primer candidato esperaba.
Era un día agotador, ninguno de los que ya había entrevistado parecía ser la persona idónea para el puesto, quizás estaba siendo demasiado dura con ellos, pero ninguno parecía tener realmente interés en trabajar en aquel lugar por el mero hecho de vivir una experiencia, todos querían sacar beneficios: algunos querían simplemente ganar dinero, otros querían conocer gente para ligar, otros querían aprender idiomas. No parecía que ninguno tuviese potencial para permanecer en un trabajo como aquel, ni siquiera sabían cómo preparar un capuchino.
Me quité las gafas, dejándolas sobre la mesa, levanté una mano intentando pensar que hacer, crucé las piernas y bajé la cabeza, mientras esperaba al siguiente candidato.
Levanté la cabeza al sentir como se sentaba frente a mí, sonreí hacia el amablemente, y me quedé algo sorprendida de que el chico fuese tan mayor, era un poco mayor que yo.
Se cruzó de brazos y miró desafiante hacia mí, no sabía muy bien cómo actuar ante aquello, su pose me inquietaba.
Casi era la hora de cerrar, Sara parecía realmente exhausta.
Dejé mis papeles y mis deliberaciones a un lado mientras caminaba hacia ella, ya no había clientes, así que podíamos cerrar 20 minutos antes de lo normal.
Me quité los zapatos, recogí las mesas y las sillas, puse la radio y comencé a limpiar la estancia.
Apenas llevaba medio salón cuando aquella canción que amaba empezó a sonar, tan pronto lo hizo me paré en seco, dejé caer la mopa y me dejé llevar por la canción. Cerré los ojos mientras bailaba y cantaba aquella melodía que tanto me atrapaba.
Era todo un alivio que la canción que sonaba en aquel momento fuese en inglés, estaba cansada de cantar coreano.
No sé cuánto tiempo pasé cantando como si no importase nada más, como si ni siquiera sintiese el tiempo pasar. Pero cuando levanté la vista del suelo recién limpio ya había anochecido completamente.
Apagué las luces de la tienda y el equipo de música cuando hubo terminado la última canción, mientras agarraba mi bolsa y cerraba la puerta tras de mí.
Fingí no haberle escuchado, pues no quería interactuar con él, además aún estaba enfadada por haber mentido de aquella forma.
Él se pensó que no le había entendido, pues volvió a repetirme la misma pregunta en inglés. Tragué saliva mientras mantenía la mirada fija en su mentón, incapaz de pronunciar palabra, pues acababa de percatarme de que él no estaba trajeado, y en aquel momento me pareció que se merecía el mote con el que Sara le había bautizado, “el cliente apuesto”. Me quedé petrificada, recién podía reconocerle, era el cliente trajeado que venía a la tienda día tras día.
Aquel día no tenía nada importante que hacer, sentada sobre una de las mesas de la tienda miraba a la gente pasar por la ventana.Ya había terminado de ordenar toda la documentación que la señora me había dejado, había elegido a los nuevos empleados, y todo parecía estar en calma aquel día, no había nada que hacer.Me puse mis gafas y caminé hacia el mostrador donde Sara les explicaba a los nuevos las tareas de la tienda. Todos miraron hacia mí al verme aparecer, en espera de respuestas.Creo que es una buena idea hacer algo diferente un día, es decir, un día a la semana servir sólo productos de España. Por ejemplo podríamos servir Torrijas.Es una buena idea – reconocía Sara - ¿crees que podrías encontrar los ingredientes?Claro que sí, iré a buscarlos.Me q
Mantenía los ojos cerrados, sobre aquella reconfortable almohada me sentía a salvo. Podía escuchar el abundante tráfico que provenía de la ventana, era obvio que había amanecido hacía ya algunas horas. Pero me sentía tan bien en aquel lugar.El olor que impregnaba la habitación era suave y agradable, olía a limpio y a jazmín.Abrí los ojos para enfrentarme al día, pues, aunque era mi día libre, tenía que recoger la casa. Esperaba encontrar miles de latas de cerveza y otras tantas botellas de soju por el suelo. Pero quedé totalmente desorientada al percatarme de que no había nada de lo que había esperado, el suelo estaba limpio, olía a comida recién hecha y… pronto me percaté de que no reconocía aquella habitación, aquel lugar no era mi casa.Salí de la cama bastante más
Caminaba por la calle de regreso a casa, atravesando las calles, cuando me percaté de que alguien me seguía.Aligeré la marcha, me metí por una calle y me detuve en la esquina, pegándome lo más que pude a la pared, echando en falta mi calibre del 47. Era la primera vez en dos años en la que me sentía asustada.Podía escuchar los pasos de mi acosador, estaba cada vez más cerca, y yo cada vez más nerviosa, pero no dejaría que el miedo nublase mi vista, esta vez no.Tan pronto como fui descubierta, me abalancé sobre aquella persona y lo apreté contra la pared con una de esas llaves que me enseñaron en la academia.AnaShi – me llamó, haciendo que prestase atención a su rostro, sabía que era ese apuesto cliente.– Veo que sabe defenderse… - comenzó con las manos en alto, intentando que lo sol
Aquella mañana salí tarde de casa, volvía a ser mi día libre y quería remolonear en la cama un poco más. Había pasado una semana desde aquella cena.Bajé calle abajo, admirando el hermoso sol, y el destello tan hermoso que irradiaba sobre mis cabellos castaños. Sonreí por primera vez en meses, mientras me dirigía al pequeño parque de niños que se hallaba detrás de las casas, me apetecía mucho desconectar y aquel era mi lugar favorito.Observé a algunos niños sobre el tobogán mientras levantaba mis brazos para estirarme y agarrar los barrotes de mi atracción favorita, doblé las rodillas, colgándome de mis manos, dejando caer la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos, sintiendo el sol sobre mis párpados. Desde aquel punto podía escuchar las risas de los niños, el canto de los páj
Algunas semanas habían pasado, no había vuelto a verle.La señora había cerrado por vacaciones y se había marchado a Busan a visitar a su buen amigo, el señor Miyagui. Así que ahora me aburría mucho, no tenía nada en lo que distraer mi mente y aquello era muy frustrante.Caminaba por un centro comercial mientras miles de personas lo hacían a mi lado. Y entonces me percaté de que algo no estaba bien, miré hacia arriba y luego hacia el frente, a escasos pasos de mí una niña de apenas unos 5 años me miraba, justo como aquellos niños de Irak solían hacerlo, ajenos al peligro que corrían.Corrí hacia la niña, antes de que la lámpara que había sobre ella se desprendiera y la aplastase. En cualquier otro momento de mi vida no me habría importado, que otro niño más fuese derribado, pe
Aquella noche hacía frío, era un frío que se expandía por cada poro de mi cuerpo, y podía sentirlo, aunque más que frío era un escalofrío lo que sentía por mi nuca.No podía ver nada, por más que abría los ojos intentando encontrar alguna luz en aquella oscuridad no podía encontrar nada. Estaba cansada de caminar en aquella tenebrosa penumbra y el no poder visualizar nada no calmaba mi corazón, al contrario tan sólo me traía temor y miedo.Había algo distinto aquella vez, podía sentirlo, no era como el resto de las veces en las que me había encontrado en aquel punto. Podía sentir la presencia de alguien más y eso me aterraba…Se lo que hiciste – comenzó una voz tras de mí, haciendo que me diese la vuelta y la luz volviese. Era él, él ún
Habían pasado 3 semanas desde la última vez que le había visto, le evitaba, ni siquiera le atendía, siempre que venía a la tienda fingía que me hacía pis y me encerraba en el baño hasta que se marchaba.Sabía que no debía acercarme a él, que era demasiado peligroso para mí.Aquel día era tarde, hacía un día terrible, llovía a cántaros y hacía un calor horrible. La señora y Sara se marcharon a casa temprano y me tocaba a mí cerrar.Coloqué el cartel de cerrado, mientras recogía las mesas y las sillas, y pasaba la mopa para recoger algunas pelusas.La puerta se abrió de golpe y miré asustada hacia ella, pues no esperaba que nadie entrase después de que el cartel estuviese colocado.Se trataba de él, estaba calado hasta los huesos y tenía los ojos llor
Al llegar a casa lloré como nunca lo había hecho, sentía que mi corazón dolía demasiado. Jamás pensé que volvería a sentirme así. Sin lugar a dudas tenía algo malo pues todos los chicos con los que me relacionaban siempre preferían a otras.Me sentía fatal, y lo que más me dolía es no poder sanar mi corazón, ahora no tenía a Luis para que me sanase de la forma en la que lo hacía.Me senté sobre la cama, ya con mi pijama puesto, mientras recordaba lo vulnerable que me había sentido a su lado. Negué con la cabeza, intentando alejar todos aquellos sentimientos de mi cabeza. No podía enamorarme de él, era demasiado peligroso para mi corazón volver a ser lastimado de nuevo. Tenía miedo de que mi alma se volviese oscura del todo si volvían a hacerme daño.Cerraré