30

Amelia entró a la habitación que habían designado para ella y Catherine y la encontró allí acomodando un colchón en el suelo. Las camas gemelas dejaban un espacio lo suficientemente amplio como para que cupiera un colchón, y Amelia de inmediato subió su pequeña maleta en una de las camas.

—Esta es la mía —dijo, y Catherine la imitó poniendo la suya en la otra cama.

—Y esta, la mía.

—Oh, parece que la pobre Vivian dormirá en el suelo.

—Es una pena que no me apena —Amelia se echó a reír—. Tiene una cara de víbora que no soporto.

—¿A ti también te lo parece?

—Claro que sí. ¿Quién se entromete de esa manera en lo que claramente es una salida familiar? Es decir… yo no sería capaz de forzar mi invitación de esa manera.

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