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Todo parecía tan diferente, pensó Amelia llegando al fin a su pequeño apartamento acompañada de Zack. Era la misma línea iluminada que había dejado la noche del accidente, pero, de alguna manera, todo se sentía distinto.

O tal vez se debía a que ella ahora era distinta. Con todas las cosas que había visto y escuchado, con todo lo que le habían hecho vivir en tan corto tiempo, algo había cambiado dentro de ella. Se había ido el temor, en su ser ya no había ni pizca de remordimiento, sólo una increíble y hermosa libertad.

No estaba acostumbrada a esta sensación, así que sentía que el corazón se le hinchaba y casi explotaba. Era felicidad; la felicidad producía esa sensación física como que no te cabe el alma en el cuerpo y quiere volar.

Sonrió mirando a Zack deshaciéndose de las bufandas y chaqueta

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