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—¿Estás bien? —le preguntó él besando con exquisita ternura su frente y sus cabellos. Amelia asintió con un movimiento de su cabeza, y él se movió para salir al fin de la cama y dirigirse al baño. Amelia se miró a sí misma. Estaba un poco irritada y dolorida. Necesitaría una toallita húmeda para refrescarse.

Cuando lo vio volver, desnudo como había venido al mundo, y con la toalla húmeda que ella había deseado, sonrió. Qué hombre tan bello, pensó cuando él estuvo de nuevo a su lado, dejando la toalla en su entrepierna y aliviándola. Su corazón se derritió aún más por él a la vez que se lo comía con los ojos.

No había ni podido imaginar que su capacidad para amar se fuera a expandir tanto, tanto. ¿Por qué había creído estar enamorada de Damien?

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