Amelia y Zack entraron de nuevo al auto de Howard, y, una vez sentados, ella no pudo evitar soltar la carcajada.
—¿Qué te causa tanta gracia? —le preguntó él sonriente, contagiado por su hilaridad.
—La cara de Vivian —rio Amelia—. Fue como: ¡¡esta me las pagarás!! Fue muy gracioso—. Zack sólo la miró sonriendo y elevando una ceja. Puso el auto en marcha y salieron del parqueadero del aeropuerto.
—Eres muy mala—. Amelia fue calmando su risa y lo miró a los ojos.
—Créeme, ella sí que es mala.
—¿Por qué estás tan segura? ¿Vas a decirme que es el sexto sentido que tienen todas las mujeres? —Amelia suspiró.
Era algo más que un sexto sentido, pero no podía decirle qué.
No podía decirle nada, y eso la hizo sentirse un po
—¿Estás bien? —le preguntó él besando con exquisita ternura su frente y sus cabellos. Amelia asintió con un movimiento de su cabeza, y él se movió para salir al fin de la cama y dirigirse al baño. Amelia se miró a sí misma. Estaba un poco irritada y dolorida. Necesitaría una toallita húmeda para refrescarse.Cuando lo vio volver, desnudo como había venido al mundo, y con la toalla húmeda que ella había deseado, sonrió. Qué hombre tan bello, pensó cuando él estuvo de nuevo a su lado, dejando la toalla en su entrepierna y aliviándola. Su corazón se derritió aún más por él a la vez que se lo comía con los ojos.No había ni podido imaginar que su capacidad para amar se fuera a expandir tanto, tanto. ¿Por qué había creído estar enamorada de Damien?
Amelia salió al fin de la cama y se unió a él bajo el agua, y Zack de inmediato tomó la pequeña barra de jabón y la empezó a pasear por todo su cuerpo, su espalda, su cuello, sus senos… se arrodilló frente a ella enjabonando sus piernas y su vientre, tocándola suavemente, intuyendo que todavía estaba irritada.Quería tocarla mucho, besarla allí otra vez.Su cuerpo era una tentación constante aun estando vestida, y desnuda y en la ducha, ni se diga…—No voy a poder cumplir con la excursión —dijo ella con sus ojos cerrados, sintiendo los dedos resbaladizos de él por su entrepierna. Afortunadamente, había tenido el atino de depilarse; ya algo le había dicho que esto pasaría, y estaba feliz.—¿Por qué no?—Me duele.—Has perdido tu himen —contestó &eac
—Al fin, por Dios —dijo Howard cuando Amelia y Zachary se unieron a ellos en la caminata. Era una simple colina, aunque algo escarpada, atravesada por un camino de unos cuatro kilómetros, con vegetación, caminos que subían y bajaban, rocas y arroyuelos en medio, pero Zack y Amelia los habían alcanzado bastante pronto, mientras que los mayores habían invertido más de medio día para llegar aquí.Catherine miró a su hermano con una sonrisa sabedora; el lenguaje corporal de estos dos era muy diferente ahora, y ella tenía una idea de por qué.—Ya estamos a la mitad del camino —les informó Denise— En unos minutos llegaremos a un restaurante y ahí descansaremos.—Qué bonito todo —sonrió Amelia mirando en derredor y Zack le pasó una botella de agua.—Hidrátate —le pidió, y ella le sonri
Una vez a solas, Zack recogió la baraja y le dio la mano a ella ayudándola a ponerse en pie, luego la condujo al lado del porche que tenía la hamaca y se sentó en ella haciéndole lugar a Amelia, que no lo despreció, sino que de inmediato se recostó casi encima de él. Zack la rodeaba con sus brazos y ella encontró que era el lugar más tranquilo sobre la tierra, el más hermoso y perfumado.Suspiró de pura dicha.El cielo estaba despejado, la brisa era fresca, y el rumor de las olas y el viento eran sumamente relajantes, incluso había en el aire un aroma a flores nocturnas que le hicieron sonreír.—Qué delicioso —susurró Amelia apoyando su cabeza en el pecho de él, mientras él se mecía con cuidado, con una de sus manos metidas debajo de su blusa, aunque quieta, pero en contacto con su piel.—Sí —c
Temprano en la mañana Denise se levantó y lo primero que advirtió fue que la habitación de Zack tenía la puerta abierta, así que dio unos pasos silenciosamente y se asomó. La cama estaba vacía y completamente tendida, como si nadie hubiese dormido en ella. Se asomó entonces a la de las chicas y vio que Catherine aún dormía, y la cama a su lado estaba intacta.No fue necesario sumar dos más dos.Una media hora después apareció su hijo mayor en la cocina, con el cabello rojo alborotado, y Amelia caminando a hurtadillas hacia el baño. Zack al verla le sonrió y la abrazó.No le dijo nada, no quiso hacerles sentir incómodos. Que les contaran cuando se sintieran preparados, así que recibió su abrazo con una sonrisa, feliz por él.Pasaron el día en tranquilidad, en la playa, o el porche. Leyendo,
En la noche, Zack vino a buscarla. Denise no había dado mucha idea de cómo sería su cena, pero cuando Amelia vio a Zack vestido con una americana, se dio cuenta de que había elegido bien su vestido. No tenía demasiados, pues aún no ganaba suficiente, pero este pequeño vestido de cóctel rojo le encantaba. Dejaba sus hombros al descubierto, y le llegaba apenas a la rodilla.—Preciosa, como siempre —le dijo él al verla, y Amelia le dio su mano para que él la besara, justo lo que él hizo.Llegaron a la casa Galecki y fue recibida con besos y abrazos de Catherine y Denise, pero Amelia quedó casi paralizada al ver allí a Damien, luciendo una simple camisa blanca abierta en el pecho y sin botones, con una copa de vino casi terminada en sus manos, y mirándola como si de repente hubiese aparecido un fantasma.—¿Qué haces aquí? —pr
Más tarde, Zack la acompañó en su auto hasta la casa de sus padres. Hoy más que nunca deseaba poder estar a solas con él, pero Elvis ya le había dicho que la esperaría despierto.Aunque ya tenía veinticuatro años y era independiente, ellos seguían con sus reglas de llegar temprano.—¿Estás molesto? —le preguntó, y él hizo una mueca.—Sí, pero no contigo.—No te pelees con Damien, por favor—. Zack dejó salir el aire.—Creo que eso será inevitable. No puedo permitir que te lastime sin consecuencias.—No me lastimó —él no dijo nada, y Amelia lo miró fijamente—. ¿Zack? ¿Estás dudando de mí? Porque, si es así…—No dudo de ti, pero, por un instante, en esa mesa, tú te comportaste co
—Qué… —empezó a hablar Amelia, controlando todo lo posible su voz, su respiración, su cuerpo, que lo que quería era gritar, salir corriendo, romper algo—. ¿Qué haces aquí? Cómo…—Es fácil subir a tu habitación —sonrió él, como si en vez de haber irrumpido en la casa de una familia a altas horas de la noche, estuviera de picnic en el parque en un día soleado—. De alguna manera, sabía dónde pisar para no hacer ruido. Nunca subí aquí a hurtadillas, ¿no? —Amelia tragó saliva. Sí, en la línea oscura, ella le permitió subir a su habitación varias veces.Nunca pasaba nada, porque respetaba demasiado la casa de sus padres como para mancillarla de esa manera, pero le inquietó que él tuviera esos “recuerdos”.—Tendría yo