32

Era casi la una de la madrugada cuando Vivian abrió sus ojos. Todo estaba quieto, sólo se escuchaba un poco el rumor del mar y el viento, así que se levantó de su horrible colchón en el suelo y miró a las dos mujeres acostadas en sus camas. Se había quedado dormida al menos una hora, pero había puesto una alarma que la despertara. Era ahora o nunca.

Se introdujo en el baño silenciosamente, sin encender la luz, y se aplicó un poco de perfume entre los senos, un poco de brillo labial y acomodó su cabello. Con cuidado, abrió la puerta, y salió descalza por el pasillo. Llamó un par de veces a la puerta de Zack y se apartó uno de los tirantes de su pijama de seda. Tenía que seducirlo, Zack le gustaba demasiado, y no soportaría saber que la simplona que andaba detrás de él se lo quedaba.

Hombre era hombre. Caería ante sus encantos.

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