Era casi la una de la madrugada cuando Vivian abrió sus ojos. Todo estaba quieto, sólo se escuchaba un poco el rumor del mar y el viento, así que se levantó de su horrible colchón en el suelo y miró a las dos mujeres acostadas en sus camas. Se había quedado dormida al menos una hora, pero había puesto una alarma que la despertara. Era ahora o nunca.
Se introdujo en el baño silenciosamente, sin encender la luz, y se aplicó un poco de perfume entre los senos, un poco de brillo labial y acomodó su cabello. Con cuidado, abrió la puerta, y salió descalza por el pasillo. Llamó un par de veces a la puerta de Zack y se apartó uno de los tirantes de su pijama de seda. Tenía que seducirlo, Zack le gustaba demasiado, y no soportaría saber que la simplona que andaba detrás de él se lo quedaba.
Hombre era hombre. Caería ante sus encantos.
<Zack salió de la cabaña y se encaminó a la playa.Mierda, estaba tan excitado que le costaba caminar.Se acomodó mejor el pantalón, y dolió, y lanzó una protesta mirando hacia el mar. Debía estar helado, tal vez así se le pasara esta calentura.Jesús, ¿qué iba a hacer ahora? ¿Y si Amelia decidía que no quería volver a verlo? ¿Había metido la pata?Últimamente, la había sentido diferente, que lo miraba ya no de la misma forma, y él había tenido esperanza. Terminó la relación que tenía con su última amiga, que no llegaba a novia, y se mantuvo solo casi todo el último año. Quería regresar y probar una oportunidad con ella otra vez y quería hacerlo bien, sin ataduras ni sombras del pasado.Paso a paso, se dijo, sin asustarla, ni saltar sob
Amelia sintió los besos de Zack en su cuello, su garganta, sus hombros; sus manos en su trasero sosteniéndola con fuerza sobre su cintura, y la piel de su espalda descubierta, cálida y suave bajo la palma de sus manos. Él mordisqueó un poco la piel de su hombro y Amelia soltó un gemido tan sensual que él casi bramó, y cuando ella se restregó contra él, contra la erección contenida al interior de sus pantalones, Zack simplemente se apoyó de rodillas en la arena de la playa y la recostó de espaldas para seguir besándola y lamiéndola. Amelia no tenía sus manos quietas, sino que las paseaba por todo su tórax, sintiendo los vellos del pecho, sus tetillas que sabía eran rosadas, dándose gusto pellizcando suavemente esa piel que desde hacía rato quería tocar.Era mucho mejor de lo que jamás imaginó o soñó. La r
A la mañana siguiente, Amelia salió de la habitación sintiéndose mejor que nunca. Su sonrisa era ancha, casi le rajaba la cara. Y esta se ensanchó aún más cuando vio a Vivian con su maleta en la sala despidiéndose de la familia.—Zack no se ha despertado —comentó Denise mirando a Catherine, como sugiriéndole que lo fuera a despertar, pero Amelia se le adelantó y entró a la habitación.Lo encontró dormido de medio lado, con la cabeza apoyada en la almohada y el brazo debajo de ella.Y estaba tan calentito y delicioso…—Zack —lo llamó sentándose a su lado, y los ojos de él se abrieron, más luminosos que nunca—. Despierta, dormilón —él se movió inspirando fuertemente y mirándola todavía entredormido. Amelia paseó sus ojos por el pecho de él, am
Amelia y Zack entraron de nuevo al auto de Howard, y, una vez sentados, ella no pudo evitar soltar la carcajada.—¿Qué te causa tanta gracia? —le preguntó él sonriente, contagiado por su hilaridad.—La cara de Vivian —rio Amelia—. Fue como: ¡¡esta me las pagarás!! Fue muy gracioso—. Zack sólo la miró sonriendo y elevando una ceja. Puso el auto en marcha y salieron del parqueadero del aeropuerto.—Eres muy mala—. Amelia fue calmando su risa y lo miró a los ojos.—Créeme, ella sí que es mala.—¿Por qué estás tan segura? ¿Vas a decirme que es el sexto sentido que tienen todas las mujeres? —Amelia suspiró.Era algo más que un sexto sentido, pero no podía decirle qué.No podía decirle nada, y eso la hizo sentirse un po
—¿Estás bien? —le preguntó él besando con exquisita ternura su frente y sus cabellos. Amelia asintió con un movimiento de su cabeza, y él se movió para salir al fin de la cama y dirigirse al baño. Amelia se miró a sí misma. Estaba un poco irritada y dolorida. Necesitaría una toallita húmeda para refrescarse.Cuando lo vio volver, desnudo como había venido al mundo, y con la toalla húmeda que ella había deseado, sonrió. Qué hombre tan bello, pensó cuando él estuvo de nuevo a su lado, dejando la toalla en su entrepierna y aliviándola. Su corazón se derritió aún más por él a la vez que se lo comía con los ojos.No había ni podido imaginar que su capacidad para amar se fuera a expandir tanto, tanto. ¿Por qué había creído estar enamorada de Damien?
Amelia salió al fin de la cama y se unió a él bajo el agua, y Zack de inmediato tomó la pequeña barra de jabón y la empezó a pasear por todo su cuerpo, su espalda, su cuello, sus senos… se arrodilló frente a ella enjabonando sus piernas y su vientre, tocándola suavemente, intuyendo que todavía estaba irritada.Quería tocarla mucho, besarla allí otra vez.Su cuerpo era una tentación constante aun estando vestida, y desnuda y en la ducha, ni se diga…—No voy a poder cumplir con la excursión —dijo ella con sus ojos cerrados, sintiendo los dedos resbaladizos de él por su entrepierna. Afortunadamente, había tenido el atino de depilarse; ya algo le había dicho que esto pasaría, y estaba feliz.—¿Por qué no?—Me duele.—Has perdido tu himen —contestó &eac
—Al fin, por Dios —dijo Howard cuando Amelia y Zachary se unieron a ellos en la caminata. Era una simple colina, aunque algo escarpada, atravesada por un camino de unos cuatro kilómetros, con vegetación, caminos que subían y bajaban, rocas y arroyuelos en medio, pero Zack y Amelia los habían alcanzado bastante pronto, mientras que los mayores habían invertido más de medio día para llegar aquí.Catherine miró a su hermano con una sonrisa sabedora; el lenguaje corporal de estos dos era muy diferente ahora, y ella tenía una idea de por qué.—Ya estamos a la mitad del camino —les informó Denise— En unos minutos llegaremos a un restaurante y ahí descansaremos.—Qué bonito todo —sonrió Amelia mirando en derredor y Zack le pasó una botella de agua.—Hidrátate —le pidió, y ella le sonri
Una vez a solas, Zack recogió la baraja y le dio la mano a ella ayudándola a ponerse en pie, luego la condujo al lado del porche que tenía la hamaca y se sentó en ella haciéndole lugar a Amelia, que no lo despreció, sino que de inmediato se recostó casi encima de él. Zack la rodeaba con sus brazos y ella encontró que era el lugar más tranquilo sobre la tierra, el más hermoso y perfumado.Suspiró de pura dicha.El cielo estaba despejado, la brisa era fresca, y el rumor de las olas y el viento eran sumamente relajantes, incluso había en el aire un aroma a flores nocturnas que le hicieron sonreír.—Qué delicioso —susurró Amelia apoyando su cabeza en el pecho de él, mientras él se mecía con cuidado, con una de sus manos metidas debajo de su blusa, aunque quieta, pero en contacto con su piel.—Sí —c