—¿Qué vas a hacer este fin de semana? —preguntó Catherine por teléfono, y Amelia se mordió el lado interior de una mejilla.
—Pues… como Zack regresa este jueves, pensaba dedicárselo a él —contestó, y era cierto. Había tomado cuatro días de sus vacaciones para esto, y ahora mismo preparaba su pequeño apartamento por si acaso.
—Ah, picarona. Pensabas robarte a mi hermano tú solita, ¿eh?
—¿Por qué no? Él se mostró de acuerdo con el plan que le mostré.
—Pues hubo un cambio de planes. Papá alquiló una cabaña en las afueras de San Francisco, frente al mar, con varios kilómetros de playa privada.
—Oh, qué genial…
—Y queremos convidarte.
—¡Yo encantada! Pero —se detuvo Amelia, y cambió levemen
—¿Estás molesta? —le preguntó Zack a Amelia cuando al fin llegaron a una preciosa cabaña frente al mar, que tenía un precioso porche en madera y palmas. Una hamaca se colgaba de uno de sus columnas de madera a la otra, meciéndose levemente por el viento.Todos los demás ya habían entrado llevando su equipaje y el de Zack, sólo ellos se habían quedado un poco rezagados, a propósito. Amelia se echó al hombro el pequeño maletín que contenía su ropa y sus cosas sin mirarlo ni responderle. El clima era cálido, pero había poco sol, y la brisa le alborotaba el cabello.Respiró profundo mientras Zack seguía esperando una respuesta. ¿Cómo podía advertirle que se apartara de esa bruja? ¿Cómo le explicaba que, si le ponía el ojo encima, arruinaría su vida, lo que emprendiera, y todo
Amelia entró a la habitación que habían designado para ella y Catherine y la encontró allí acomodando un colchón en el suelo. Las camas gemelas dejaban un espacio lo suficientemente amplio como para que cupiera un colchón, y Amelia de inmediato subió su pequeña maleta en una de las camas.—Esta es la mía —dijo, y Catherine la imitó poniendo la suya en la otra cama.—Y esta, la mía.—Oh, parece que la pobre Vivian dormirá en el suelo.—Es una pena que no me apena —Amelia se echó a reír—. Tiene una cara de víbora que no soporto.—¿A ti también te lo parece?—Claro que sí. ¿Quién se entromete de esa manera en lo que claramente es una salida familiar? Es decir… yo no sería capaz de forzar mi invitación de esa manera.&md
Al entrar de nuevo a la cabaña, Zack encontró a Denise y Cath cocinando mientras Amelia metía al refrigerador varios paquetes de cerveza. Howard la libró de la tarea, y entonces Amelia le ofreció a Denise ayudarla con la ensalada.—No es necesario, cariño. Ve a la playa un rato y disfruta. Zack, llévala a la playa—. Zack miró a Amelia sonriéndole a modo de invitación. Ella le sonrió elevando una ceja como si estuviera disfrutando desde ya; no se negaría, supo él.—¿Van a ir a la playa? —preguntó Vivian asomándose a la cocina—. Me apunto—. Zack miró a Amelia, que tragaba saliva mirando a Vivian. Mierda, no le gustaba el cariz que estaba tomando esto.—Estoy cansado —dijo, sentándose en los muebles de la sala—. El jet lag, creo.—No tienes que salir si no quieres —dijo
Era casi la una de la madrugada cuando Vivian abrió sus ojos. Todo estaba quieto, sólo se escuchaba un poco el rumor del mar y el viento, así que se levantó de su horrible colchón en el suelo y miró a las dos mujeres acostadas en sus camas. Se había quedado dormida al menos una hora, pero había puesto una alarma que la despertara. Era ahora o nunca.Se introdujo en el baño silenciosamente, sin encender la luz, y se aplicó un poco de perfume entre los senos, un poco de brillo labial y acomodó su cabello. Con cuidado, abrió la puerta, y salió descalza por el pasillo. Llamó un par de veces a la puerta de Zack y se apartó uno de los tirantes de su pijama de seda. Tenía que seducirlo, Zack le gustaba demasiado, y no soportaría saber que la simplona que andaba detrás de él se lo quedaba.Hombre era hombre. Caería ante sus encantos.<
Zack salió de la cabaña y se encaminó a la playa.Mierda, estaba tan excitado que le costaba caminar.Se acomodó mejor el pantalón, y dolió, y lanzó una protesta mirando hacia el mar. Debía estar helado, tal vez así se le pasara esta calentura.Jesús, ¿qué iba a hacer ahora? ¿Y si Amelia decidía que no quería volver a verlo? ¿Había metido la pata?Últimamente, la había sentido diferente, que lo miraba ya no de la misma forma, y él había tenido esperanza. Terminó la relación que tenía con su última amiga, que no llegaba a novia, y se mantuvo solo casi todo el último año. Quería regresar y probar una oportunidad con ella otra vez y quería hacerlo bien, sin ataduras ni sombras del pasado.Paso a paso, se dijo, sin asustarla, ni saltar sob
Amelia sintió los besos de Zack en su cuello, su garganta, sus hombros; sus manos en su trasero sosteniéndola con fuerza sobre su cintura, y la piel de su espalda descubierta, cálida y suave bajo la palma de sus manos. Él mordisqueó un poco la piel de su hombro y Amelia soltó un gemido tan sensual que él casi bramó, y cuando ella se restregó contra él, contra la erección contenida al interior de sus pantalones, Zack simplemente se apoyó de rodillas en la arena de la playa y la recostó de espaldas para seguir besándola y lamiéndola. Amelia no tenía sus manos quietas, sino que las paseaba por todo su tórax, sintiendo los vellos del pecho, sus tetillas que sabía eran rosadas, dándose gusto pellizcando suavemente esa piel que desde hacía rato quería tocar.Era mucho mejor de lo que jamás imaginó o soñó. La r
A la mañana siguiente, Amelia salió de la habitación sintiéndose mejor que nunca. Su sonrisa era ancha, casi le rajaba la cara. Y esta se ensanchó aún más cuando vio a Vivian con su maleta en la sala despidiéndose de la familia.—Zack no se ha despertado —comentó Denise mirando a Catherine, como sugiriéndole que lo fuera a despertar, pero Amelia se le adelantó y entró a la habitación.Lo encontró dormido de medio lado, con la cabeza apoyada en la almohada y el brazo debajo de ella.Y estaba tan calentito y delicioso…—Zack —lo llamó sentándose a su lado, y los ojos de él se abrieron, más luminosos que nunca—. Despierta, dormilón —él se movió inspirando fuertemente y mirándola todavía entredormido. Amelia paseó sus ojos por el pecho de él, am
Amelia y Zack entraron de nuevo al auto de Howard, y, una vez sentados, ella no pudo evitar soltar la carcajada.—¿Qué te causa tanta gracia? —le preguntó él sonriente, contagiado por su hilaridad.—La cara de Vivian —rio Amelia—. Fue como: ¡¡esta me las pagarás!! Fue muy gracioso—. Zack sólo la miró sonriendo y elevando una ceja. Puso el auto en marcha y salieron del parqueadero del aeropuerto.—Eres muy mala—. Amelia fue calmando su risa y lo miró a los ojos.—Créeme, ella sí que es mala.—¿Por qué estás tan segura? ¿Vas a decirme que es el sexto sentido que tienen todas las mujeres? —Amelia suspiró.Era algo más que un sexto sentido, pero no podía decirle qué.No podía decirle nada, y eso la hizo sentirse un po