REGINA
Observo desde un oscuro rincón, en silencio. El sonido de mi agitada respiración es lo único que me acompaña mientras me cuestiono a mí misma, buscando un indicio en mis recuerdos que me diga cuánto tiempo llevo aquí. No lo sé, veo los días pasar unos tras otros a través del húmedo cristal de la ventana, cuando las náuseas me asaltan cada mañana sin saber muy bien el porqué y cuando el rostro de Salvatore y el de mi hermano Daniel vuelven a mí para hacerme llorar de nuevo al saber que ya no tengo a ninguno de los dos.
—¿Cómo estás, mi preciosa musa? —Me saluda con un beso en la mejilla.
No lo escuché ni vi entrar.
—Esto
Su mirada no es la misma, hay algo en él que no es igual que antes. Es impactante ver los ojos de otra persona en los suyos. —¿Qué pasa? ¿No te da gusto verme? —inquiero, con la voz temblorosa. Trago en seco, siento un terrible nudo en la garganta, mis manos comienzan a temblar de repente. —No vuelva a llamarme por ese nombre, no me toque de nuevo, señorita... —Me dice aquello con un tono de voz grave y enojado, su mirada es tan fría como el hielo. Me quedo con la boca abierta y aprieto con fuerza la tela de mi pantalón al verlo dirigirse hacia la salida, esperando que el metro se detenga en la próxima estación. De un momento a otro no puedo pronunciar ni una palabra, un tremendo dolor se instala en mi pecho y estómago, como si hubiera sido herida de la peor forma. Las puertas se abren, él se aleja; mis pies corren como dos autómatas detrás de ese hombre, ese que estoy segura es Salvatore. No mira hacia atrás, parece que hiciera hasta lo imposible por caminar tan rápido y perderse
"Tentar a lo ilícito es como jugar con el peligro, una vez que entras en su juego, es como un depredador que se esconde para cazarte".Manhattan-Nueva York, año 2019SALVATORETengo pensado conducir a casa, pero el timbre de mi teléfono me lleva a estacionarme en una ladera. Se trata de Melanie, mi insoportable y adorada hermanita.—¿Ocurre algo, brujita? —respondo con un tono juguetón, me encanta hacerla enojar de vez en cuando. —¡No me gusta que me llames así! En fin… Oye hermanito, ¿no me llevarás al concierto?, mira que lo prometiste. —Su aguda voz se oye fuerte, normalmente habla muy alto.—Claro que sí, linda, sabes que nunca te he defraudado. Esta noche me verás en casa a las seis en punto, ni más ni menos. Iré a buscar a mi princesita… Grita molesta.—¿Sabes cuál es tu problema? —pregunta con enojo. —No —río ante su tono maternal. —Qué eres un tonto...Suspiro antes de dejar el móvil a un lado y retomar el camino a la carretera principal, tiempo más tarde estaciono en el pa
—¡Suelta a mi hermana! ¡Vamos! —Me acerco a los hombres igual de corpulentos y altos que yo, les apunto directo a la cabeza. —Maten a este idiota... —Uno de ellos espeta con un tono de voz de hartazgo, como si matar para él fuera algo cotidiano. El tipo acaricia el cuello de Mel con una navaja y me mira con burla. ¡Me tiene por los huevos! Veo el rostro de mi hermana una última vez antes que le cubran los ojos con una venda. Esos ojos enrojecidos, el dolor en su mirada y a la vez el arrepentimiento me hacen sentir que por primera vez muero en vida. —¡No, no! ¡Melanie! ¡Melanie! —Trato de rozar su mano, pero antes de tan siquiera sentir sus temblorosos dedos, una fuerte presión en la pierna izquierda provoca que caiga al suelo con dificultad. —¡Hermano sálvame! —grita con desesperación. Palpo mi pierna al sentir una presión y ardor muy fuertes, al final mi mano acaba empapada de sangre. Rasgo mi pantalón y veo el hoyo en mi piel. El dolor y escozor comienzan a ser realmente insopor
Suspira pesadamente mientras se afloja el moño de la corbata y deja caer su ancha espalda sobre la cómoda silla reclinable, tratando de pensar en otra cosa que no sea la pelicastaña de ojos avellana. Ella ha sido la última paciente de la mañana, por lo que se prepara para irse a casa y dejar el tiempo libre a su empleado Samuel, quien trabaja medio tiempo en el consultorio por las tardes. Guarda todas sus cosas en su mochila, pero deja la bata sobre su antebrazo con orgullo, ya que antes de que su vida se hundiera en la oscuridad, desde siempre su vocación fue la psicología. Sale del lugar, camina despacio hacia el estacionamiento y sube a la camioneta, conduce a casa, a ver qué nuevas noticias hay sobre su hermana y también para saber qué ha hecho el ineficiente cuerpo policial. Últimamente ha estado pensando en tomarse el trabajo por su propia mano, solo quiere y necesita a su hermana junto a él, sana y sin un rasguño. No puede dejar de pensar en lo mal que la estará pasando la luz
—¿Cómo está la escuela?, ¿lograste inscribirte en la facultad? —interpela al chico.Se gira hacia él, estudiando fijamente sus expresiones de alegría y plenitud, aquello de lo que él carece.—Sí, hace unos días, señor. Al fin logré cumplir mi sueño. —Sonríe, luego retoma su trabajo.Johnson es un chico que está a punto de cumplir sus veinte años, ha tenido un montón de trabajos donde lo maltrataban y pagaban mal. En uno de esos momentos, Salvatore casi lo arrolla una vez con su motocicleta y desde allí él le ofreció el trabajo el cual desempeña ahora. El jovencito de ojos cafés y mirada triste, busca reunir el dinero para pagar la casa hipotecada de su alcohólica madre y así no quedar en la calle junto a sus hermanos pequeños. Salvatore le paga más de lo debido, para que así él acabe pronto y no profundice en ese gremio criminal que los rodea.—Te ayudaré con un empleo distinto —habla con voz firme.El chico niega, sintiéndose contrariado por lo que acaba de oír.—Señor, no hace falta.
Regina observa cautelosamente por la abertura de la vieja y empolvada puerta, mientras desliza suavemente sus dedos bajo la negra y sexy falda corta que lleva puesta, rozando el suave encaje de sus bragas. Allí se halla escondida su peligrosa y pequeña pistola con silenciador.Mira hacia el angosto pasillo que divide las habitaciones de la reducida casa en ruinas, deseando que no aparezca alguien e interrumpa el plan. Un paso en falso y que se prepare para despedirse de este mundo, porque la cacería a Russell Marx no está para nada sencilla. Un hombre, la mano derecha de Russell, aguarda dentro de la habitación y cuenta algunos billetes mientras que se bebe él solo una botella de ron.—Kevin, Kevin... ¿Qué te dije? —Regina se adentra en el lugar, caminado directamente hacia el asiento del hombre.
Salvatore recibe insistentes llamadas de Zeus, su investigador de confianza ha encontrado información valiosa acerca Russell Marx. Pero no responde, debido a que se encuentra en plena entrevista televisiva. Apenas termine se contactará con él.—...claro, todo depende de una acertada y minuciosa entrevista psicológica en donde se logra obtener datos específicos sobre el paciente... —responde, removiéndose un poco sobre el asiento, ya que su móvil vibra a cada minuto.—Una anotación importante... Hasta aquí hemos llegado, le agradecemos doctorWhitepor haber aceptado nuestra entrevista y respondido nuestras preguntas. Los televidentes agradecen sus respuestas en el espacio de comentarios en la red social habilitada. —El presentador habla con un tono de voz jovial, animado.
—Hmm... Qué modales, señorita Morgan —habla en un tono alto y sarcástico al bajarse de su auto y sonreír perversamente en dirección a la mujer.Ella se detiene al ver a su apuesto médico acercarse a tal punto de casi rozar sus narices, retiene el aliento y trata de permanecer serena, cuando su corazón quiere salirse de su pecho al sentir aquel aroma masculino rozarle hasta los huesos.—Doctor... De nuevo nos vemos, qué coincidencia —suspira—. Ah, felicidades por la entrevista en televisión.Se acomoda el cabello detrás de la oreja, pero el fuerte viento se lo desordena de nuevo, lo que al rubio parece encantarle en ella. Él solo la observa en silencio, añorando tocarla, rozar su nívea piel y por primera vez en muchos años, anhela besar a una mujer. A ella, su pac