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CAPÍTULO 2 — LA NUEVA PACIENTE

—¡Suelta a mi hermana! ¡Vamos! —Me acerco a los hombres igual de corpulentos y altos que yo, les apunto directo a la cabeza.

—Maten a este idiota... —Uno de ellos espeta con un tono de voz de hartazgo, como si matar para él fuera algo cotidiano.

El tipo acaricia el cuello de Mel con una navaja y me mira con burla. ¡Me tiene por los huevos! Veo el rostro de mi hermana una última vez antes que le cubran los ojos con una venda. Esos ojos enrojecidos, el dolor en su mirada y a la vez el arrepentimiento me hacen sentir que por primera vez muero en vida.

—¡No, no! ¡Melanie! ¡Melanie! —Trato de rozar su mano, pero antes de tan siquiera sentir sus temblorosos dedos, una fuerte presión en la pierna izquierda provoca que caiga al suelo con dificultad.

—¡Hermano sálvame! —grita con desesperación.

Palpo mi pierna al sentir una presión y ardor muy fuertes, al final mi mano acaba empapada de sangre. Rasgo mi pantalón y veo el hoyo en mi piel. El dolor y escozor comienzan a ser realmente insoportables, por lo que termino perdiendo el aliento y la visión se me nubla de pronto.

—Tendremos que llamar una ambulancia. —La bella mujer toma mi mejilla entre su mano y observa mi pierna, luego mi rostro—. Vas a estar bien... ¡Se escapan de nuevo! ¡Maldición!

Me observa una última vez antes de correr hacia la entrada del lugar junto a dos hombres más.

Camino con dificultad y jadeando de dolor hasta llegar a la salida y ver cómo una camioneta negra y un auto gris se pierden a toda marcha entre la oscuridad...

Desde esa noche, varios días han transcurrido. Tan solo pensar en lo que le puede estar ocurriendo a mi hermana, me pone la piel de gallina. Nueva York es un estado realmente inmenso, podría estar en cualquier lugar o en cualquier prostíbulo siendo abusada. Dios mío, ayúdame a encontrarla.

—¿Señor? —La secretaria me saca de mis recuerdos y pensamientos tortuosos.

—¿Si? —respondo un tanto distraído.

—La paciente Regina Morgan ya se encuentra aquí, ¿le pido que pase? —La mujer de mediana edad me observa atenta con sus largas pestañas y grandes ojos cafés. Ha sido mi secretaria desde hace un par de años.

—Sí, hazla pasar.

Se retira en silencio.

Me acomodo la bata y mi rubio cabello. Rechazo por enésima vez otra llamada de Mike, él sabe que cuando estoy en mi consultorio no recibo llamadas relacionadas con nuestro tipo de negocios. Mi pierna también duele un poco todavía y no estoy de humor para lidiar con las tonterías de nadie, pero el trabajo llama.

—Buenos días, doctor… —Es una voz un tanto grave, pero cantarina y delicada a la vez.

—Buenos días. Tome asiento señorita Morgan —respondo distraído mientras tecleo en el ordenador algunas cosas relacionadas con su planilla.

Le echo un rápido vistazo a la mujer, quien aún permanece de pie frente a mí, observándome.

—Tome asiento, por favor. —Señalo la silla—. ¿Por qué motivo viene a consulta?

—Doctor, es que… —suspira pesadamente y se sienta. —Mi prometido me dejó plantada en el altar hace unos días, porque yo no he logrado quedar en embarazo. Siento que ya no puedo más… Si no le cuento esto a alguien, creo que voy a asfixiarme. Tengo pesadillas, lloro y siento un terrible vacío que me hace querer morir a veces, doctor.

Ahora que la observo mejor, puedo apreciar que es muy bella, pero se ve un poco decaída y desesperada.

—Lamento mucho eso, Regina. No te preocupes, iniciaremos un estudio a fondo de tu situación y juntos encontraremos una solución. ¿Está bien?

Le sonrío levemente, noto como su expresión tensa se relaja lentamente.

—Agradecería mucho su ayuda. Normalmente no soy una persona que se abra mucho para hablar con otras, pero eso no es lo que trato de decir… En fin, yo… Si vengo aquí es porque creo que necesito ayuda. —Frota sus nudillos con insistencia, suspira.

Parece que sus ideas están muy desordenadas. En realidad lo que le ha hecho su ex, la tiene con los niveles de ansiedad altos.

Su rostro se me hace conocido de algún lugar, pero no logro recordar de dónde puede ser. Es muy alta, tiene cabello castaño y largo, ojos avellana, rostro pequeño, nariz respingada y mejillas sonrojadas debido al frío. Me quedo observándola por unos segundos mientras habla de sus sentimientos, su belleza ha capturado toda mi atención ahora que la observo mucho mejor todavía. Desde mi posición puedo ver sus largas piernas, anchas caderas y protuberantes senos que se esconden bajo la tela de su recatado vestido azul. De repente parece que se me olvida todo, no puedo dejar de mirarla, ella es como el vivo fuego y como el exquisito vino. En realidad, creo que, acabo de conocer al pecado en persona.

—El que tiene que agradecerte soy yo, fue una excelente decisión que hayas venido, es bueno que abras tu corazón para buscar ayuda —respondo tratando de romper el incómodo silencio.

Junto las manos con fuerza, ignorando cómo sus redondos pechos rebotan al levantarse y mover su asiento para acercarse más a mí.

—Oh, doctor… No sabe el peso que se me va de encima, ya no estaré sola en esto. —Toma mi mano entre la suave suya, le da un apretón que envía una corriente extraña a mi piel y termina de endurecer mi masculinidad.

—¿Nos hemos visto en algún lugar antes? —Asiento y retiro mi mano, sin ser brusco, normalmente pocos pacientes demuestran afecto a sus médicos.

Creo que aquello me ha dejado incómodo, algo intimidado. Qué ironía, se supone que yo soy el psicólogo aquí, pero estoy siendo intimidado por una paciente.

Tomo mi cabello entre mis dedos y me acomodo los lentes.

—Hmm… No lo creo —sonríe, sus mejillas se vuelven un poco acaloradas.

—Muy bien, necesito que me cuentes algunas cosas... Hmm, te escucharé atentamente, puedes confiar en mí, Regina. —Vuelvo a juntar mis manos.

—Lo que sucede es que…

Me cuenta desde el inicio algunos problemas de su infancia, sobre su madre fallecida y su padre que nunca le ha dado amor y solo le exige ser la hija perfecta, finaliza y se abre para hablar sobre su relación amorosa que no ha sido nada sana y le ha traído muchos problemas.

Por momentos trato de concentrarme en su historia, mas no logro hacerlo. De nuevo el asunto de mi hermana me distrae, me siento culpable por no haber tenido los huevos suficientes para defenderla, y eso no me lo puedo perdonar. No me puedo centrar muy bien en mi trabajo estos últimos días.

De repente, Regina clava sus ojos en los míos y ya no puedo pensar en algo más. Ojos dulces y perversos que me recuerdan un ángel y demonio, como si ella fuera un janus, como si bajo ese dolor que carga en su pecho se escondiera otra mujer totalmente distinta. Mujer que estoy dispuesto a descubrir, aunque esté faltando a mi juramento como profesional.

La observo con atención, viendo atentamente cómo sus labios se curvan en una sonrisa ladeada, un tanto sensual y misteriosa.

—Gracias por escucharme…

Se levanta con parsimonia mientras toma su cartera y me dedica una sugerente mirada. Simplemente no puedo dejar de pensar en lo preciosa que es y en que su cuerpo es un deleite que me muero por tocar, por adorar como a una Venus. Esto hace que me levante de la silla muy distraído, por lo que hago una mueca al sentir un molesto tirón en la pierna donde fui herido la semana pasada.

—¿Está bien? —Se inclina ante mí, dejando ver el nacimiento de sus voluptuosos senos.

Lo que para ella puede ser un acto cotidiano, para mí ha sido todo lo contrario, es la representación de lo que más me gusta de una mujer.

—Estoy bien, todo bien… —Hago un esfuerzo tremendamente grande para apartar la mirada del encantador escote, ignorando el dolor.

—Oh, que bien. —Regina suspira, mirando mis ojos azules con atención—. Entonces, me iré ahora.

—Nos vemos la próxima semana. Que tenga buen día, estimada paciente...

Le tiendo la mano y ella de inmediato accede a estrecharla con una leve sonrisa dibujada en los labios. Nuestras miradas se encuentran de repente, parecen buscarse y necesitarse irracionalmente. Para mí no es lógico que aquello me suceda, sin embargo, prefiero apartar la mirada, mi mente me recuerda que esto no es lo correcto.

Cuando levanto la mirada, ella ya se ha ido, dejándome contrariado por tan peculiar comportamiento y también porque es como si todavía siguiera aquí en el consultorio. Su exquisito aura sensual, aroma floral y misterio parece flotar en el ambiente. ¿Qué es lo que tiene esa mujer que me ha dejado extrañando su presencia?

Recibo una llamada de la policía, me dan información del caso de mi hermana y dicen que hasta el momento han conseguido algunas escasas pistas de su paradero, es como si la tierra se la hubiera tragado. Siento miedo de lo que pueda pasarle, en parte soy responsable por haber caído en sus jugarretas y permitir las salidas de madrugada a escondidas de mi padre. Jamás pensé que iba a lugares así. No puedo parar de pensar en la posibilidad que se trate de una venganza, tengo enemigos muy peligrosos y con mucho poder, no sería de extrañar que quizá uno de ellos se haya llevado a Melanie para tomar venganza. Nadie imagina que un intachable psicólogo como yo esté tan metido hasta el fondo en negocios turbios, tal vez nunca tenga escapatoria y tarde o temprano mi familia se verá envuelta en ello. Mi nombre es Salvatore White, un traficante de armas que esconde su oscuro secreto bajo la impecable bata de un psicólogo y esta es mi historia...

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