—Eres perfecta, Luciana —dijo Alejandro mientras la miraba bajo la tenue luz de la habitación, sus manos recorriendo cada centímetro de su cuerpo, adorándola—. No puedo creer que seas mía.Sus cuerpos se unieron en una danza frenética y apasionada, sus movimientos sincronizados en una intensidad que solo crecía con cada segundo. Las manos de Alejandro se aferraron a su cintura, guiándola, mientras sus labios no dejaban de explorar su cuello, su pecho, su boca. Luciana lo sentía en cada fibra de su ser, la energía salvaje entre ellos ardiendo como fuego, consumiéndolos.Los gemidos de Luciana llenaron la habitación cuando Alejandro la llevó al límite, su toque, su beso, todo en él era una mezcla perfecta de control y pasión desenfrenada. No había más espacio para palabras, solo el eco de sus cuerpos moviéndose juntos, perdiéndose el uno en el otro, en la fuerza imparable de su deseo.Finalmente, en un clímax abrumador que los dejó sin aliento, sus cuerpos colapsaron juntos, sudorosos y
—Es más hermoso de lo que jamás imaginé —dijo Luciana, volviéndose hacia Alejandro con los ojos llenos de emoción.—Sabía que te encantaría —respondió él, sonriendo—. Este lugar es perfecto para ti, para nosotros. Aquí vamos a crear nuestra vida, nuestros recuerdos. Este es el lugar donde quiero verte feliz, cada día.Luciana caminó hacia una de las habitaciones más grandes, la que Alejandro había preparado como su dormitorio. Cuando abrió las puertas, se encontró con un espacio que parecía sacado de una revista de lujo. Una cama enorme, con sábanas suaves de lino, y un balcón privado que daba directamente al viñedo.—Aquí es donde despertarás cada mañana —susurró Alejandro, acercándose por detrás y envolviéndola en sus brazos—. Y aquí es donde empezaré y terminaré cada día, contigo.Luciana cerró los ojos por un momento, dejando que la sensación de seguridad y amor la envolviera. Este era el lugar en el que siempre había soñado vivir, pero lo más importante era que lo estaba haciendo
El tiempo pareció detenerse por un segundo. Alejandro la miró, intentando procesar lo que acababa de escuchar. Sus ojos, que habían estado llenos de preocupación, se suavizaron con una mezcla de asombro y alegría.—¿Embarazada? —repitió él, incrédulo, como si necesitara oírlo de nuevo para creerlo por completo.Luciana asintió, dejando que las lágrimas de felicidad corrieran por su rostro.—Sí, amor. Vamos a tener un bebé.Alejandro soltó una carcajada de pura felicidad y la envolvió en sus brazos, abrazándola con fuerza. No podía creer lo que estaba pasando. Todo lo que había soñado, todo por lo que había luchado, ahora se hacía realidad de una forma aún más hermosa. Iban a ser padres.—No sabes lo feliz que me haces —susurró él contra su cuello, besándola suavemente—. Este es el mejor regalo que podría haber recibido.Se apartó un poco para mirarla a los ojos, con una sonrisa que iluminaba todo su rostro.—Vamos a ser padres —dijo, como si necesitara escuchar sus propias palabras pa
—He estado pensando mucho en todo lo que nos espera —dijo Luciana suavemente, sus ojos brillando con una mezcla de esperanza y emoción.Alejandro la miró, con una expresión tranquila pero profundamente concentrada en ella.—Yo también, mi amor. Todo parece tan perfecto ahora, pero sé que lo que vendrá será aún más hermoso —respondió él, apretando ligeramente su mano—. Cada día es un paso más cerca de formar nuestra familia, de construir algo juntos.Luciana se acomodó un poco más cerca de él, apoyando la cabeza en su hombro mientras sus pensamientos flotaban sobre lo que les esperaba. Sabían que no sería fácil, pero el amor que se tenían parecía fortalecerlos aún más.—¿Cómo te imaginas el futuro, Alejandro? —preguntó Luciana, su voz tranquila y llena de ternura. Ella quería saber lo que él pensaba, sus sueños más profundos sobre lo que vendría, sobre ellos como padres.Alejandro pensó por un momento, su mirada fija en el fuego. Imaginaba su futuro con ella, no solo como pareja, sino
—Luciana —susurró Alejandro, sintiendo su mano temblar mientras la sostenía. Cuando vio que ella cerraba los ojos y su cuerpo se relajaba demasiado, su ansiedad creció aún más.La enfermera rápidamente levantó la voz.—¡Necesitamos ayuda! —exclamó.De inmediato, otra enfermera entró al consultorio y comenzó a preparar una camilla. Luciana ya estaba desmayada en los brazos de Alejandro, que la sostenía con desesperación.—Vamos a ponerla en la camilla y realizar un ultrasonido para ver cómo está el bebé —explicó la enfermera mientras comenzaba a preparar el equipo médico—. Es mejor asegurarnos de que todo esté bien.Alejandro, con el corazón en la garganta, asintió y ayudó a colocar a Luciana en la camilla con delicadeza, asegurándose de que estuviera cómoda. No podía soportar ver a la mujer que amaba en ese estado, pero sabía que tenían que confiar en los médicos.Cuando la camilla fue llevada a la sala de ultrasonido, la enfermera comenzó a preparar el equipo, y el médico, que ya hab
Alejandro continuaba sosteniendo la mano de Luciana mientras ella descansaba, el eco de las palabras del doctor aún resonando en su mente. Ocho semanas... Habían comenzado este nuevo capítulo de sus vidas con una emoción indescriptible. La idea de ser padres lo llenaba de una mezcla de alegría y responsabilidad. Quería asegurarse de que todo fuera perfecto para Luciana y para el pequeño ser que crecía en su vientre.Mientras Luciana cerraba los ojos por un momento, aún agotada, Alejandro la observaba con ternura. Verla tan radiante, incluso en medio de las dificultades del embarazo, lo hacía sentir más enamorado que nunca. Todo lo que había hecho, cada sacrificio y cada plan, era por ellos, por la familia que estaban construyendo juntos.El sonido de la puerta abriéndose suavemente los interrumpió. Una enfermera entró para revisar a Luciana por última vez antes de que se marcharan.—Todo listo para que puedan irse —dijo con una sonrisa amable—. Sólo asegúrate de seguir las indicacione
—Voy a revisar todo, Luciana. Respira hondo. Puede que solo sea una molestia muscular o algo relacionado con el crecimiento del útero, pero necesitamos asegurarnos de que no sea nada grave.Alejandro no soltaba a Luciana mientras el doctor hacía los ajustes necesarios y comenzaba a examinarla nuevamente. La ansiedad en el ambiente era palpable, pero Alejandro trataba de mantenerse tranquilo por Luciana.—Tranquila, amor —susurró, acariciando su rostro—. Estoy aquí contigo. Todo va a estar bien.Luciana cerró los ojos, concentrándose en respirar, aunque el dolor persistía.El doctor hizo una serie de revisiones y luego, después de unos momentos que parecieron eternos para ambos, se dirigió a ellos con una expresión más relajada.—Parece que el dolor que siente, Luciana, es debido al crecimiento de los bebés y cómo están presionando tus órganos. El útero está expandiéndose y, a veces, esto puede causar incomodidades o dolor en áreas como las costillas. No es inusual en embarazos gemelar
—Alejandro, nunca imaginé que mi vida tomaría este rumbo. Pero ahora, no puedo imaginar un futuro sin ti ni sin nuestras hijas. Todo lo que hemos vivido me ha hecho darme cuenta de que estoy exactamente donde quiero estar. Contigo.Alejandro la miró profundamente a los ojos, sintiendo cómo esas palabras resonaban dentro de él. Sabía que el camino no había sido fácil, pero también sabía que no cambiaría nada de lo que habían vivido, porque todo los había llevado a este momento.—Luciana, todo lo que hemos pasado solo me ha demostrado lo fuerte que es nuestro amor. Estar contigo, formar una familia... es lo mejor que me ha pasado en la vida. Y ahora, mirando hacia el futuro, sé que no importa lo que venga, vamos a estar bien. Porque tenemos algo más fuerte que cualquier adversidad. Nos tenemos el uno al otro.Luciana sonrió, sus ojos llenos de lágrimas de felicidad. Sabía que Alejandro tenía razón. A pesar de las dificultades, su amor había prevalecido, y ahora estaban listos para lo qu