El tiempo pareció detenerse por un segundo. Alejandro la miró, intentando procesar lo que acababa de escuchar. Sus ojos, que habían estado llenos de preocupación, se suavizaron con una mezcla de asombro y alegría.—¿Embarazada? —repitió él, incrédulo, como si necesitara oírlo de nuevo para creerlo por completo.Luciana asintió, dejando que las lágrimas de felicidad corrieran por su rostro.—Sí, amor. Vamos a tener un bebé.Alejandro soltó una carcajada de pura felicidad y la envolvió en sus brazos, abrazándola con fuerza. No podía creer lo que estaba pasando. Todo lo que había soñado, todo por lo que había luchado, ahora se hacía realidad de una forma aún más hermosa. Iban a ser padres.—No sabes lo feliz que me haces —susurró él contra su cuello, besándola suavemente—. Este es el mejor regalo que podría haber recibido.Se apartó un poco para mirarla a los ojos, con una sonrisa que iluminaba todo su rostro.—Vamos a ser padres —dijo, como si necesitara escuchar sus propias palabras pa
—He estado pensando mucho en todo lo que nos espera —dijo Luciana suavemente, sus ojos brillando con una mezcla de esperanza y emoción.Alejandro la miró, con una expresión tranquila pero profundamente concentrada en ella.—Yo también, mi amor. Todo parece tan perfecto ahora, pero sé que lo que vendrá será aún más hermoso —respondió él, apretando ligeramente su mano—. Cada día es un paso más cerca de formar nuestra familia, de construir algo juntos.Luciana se acomodó un poco más cerca de él, apoyando la cabeza en su hombro mientras sus pensamientos flotaban sobre lo que les esperaba. Sabían que no sería fácil, pero el amor que se tenían parecía fortalecerlos aún más.—¿Cómo te imaginas el futuro, Alejandro? —preguntó Luciana, su voz tranquila y llena de ternura. Ella quería saber lo que él pensaba, sus sueños más profundos sobre lo que vendría, sobre ellos como padres.Alejandro pensó por un momento, su mirada fija en el fuego. Imaginaba su futuro con ella, no solo como pareja, sino
—Luciana —susurró Alejandro, sintiendo su mano temblar mientras la sostenía. Cuando vio que ella cerraba los ojos y su cuerpo se relajaba demasiado, su ansiedad creció aún más.La enfermera rápidamente levantó la voz.—¡Necesitamos ayuda! —exclamó.De inmediato, otra enfermera entró al consultorio y comenzó a preparar una camilla. Luciana ya estaba desmayada en los brazos de Alejandro, que la sostenía con desesperación.—Vamos a ponerla en la camilla y realizar un ultrasonido para ver cómo está el bebé —explicó la enfermera mientras comenzaba a preparar el equipo médico—. Es mejor asegurarnos de que todo esté bien.Alejandro, con el corazón en la garganta, asintió y ayudó a colocar a Luciana en la camilla con delicadeza, asegurándose de que estuviera cómoda. No podía soportar ver a la mujer que amaba en ese estado, pero sabía que tenían que confiar en los médicos.Cuando la camilla fue llevada a la sala de ultrasonido, la enfermera comenzó a preparar el equipo, y el médico, que ya hab
Alejandro continuaba sosteniendo la mano de Luciana mientras ella descansaba, el eco de las palabras del doctor aún resonando en su mente. Ocho semanas... Habían comenzado este nuevo capítulo de sus vidas con una emoción indescriptible. La idea de ser padres lo llenaba de una mezcla de alegría y responsabilidad. Quería asegurarse de que todo fuera perfecto para Luciana y para el pequeño ser que crecía en su vientre.Mientras Luciana cerraba los ojos por un momento, aún agotada, Alejandro la observaba con ternura. Verla tan radiante, incluso en medio de las dificultades del embarazo, lo hacía sentir más enamorado que nunca. Todo lo que había hecho, cada sacrificio y cada plan, era por ellos, por la familia que estaban construyendo juntos.El sonido de la puerta abriéndose suavemente los interrumpió. Una enfermera entró para revisar a Luciana por última vez antes de que se marcharan.—Todo listo para que puedan irse —dijo con una sonrisa amable—. Sólo asegúrate de seguir las indicacione
—Voy a revisar todo, Luciana. Respira hondo. Puede que solo sea una molestia muscular o algo relacionado con el crecimiento del útero, pero necesitamos asegurarnos de que no sea nada grave.Alejandro no soltaba a Luciana mientras el doctor hacía los ajustes necesarios y comenzaba a examinarla nuevamente. La ansiedad en el ambiente era palpable, pero Alejandro trataba de mantenerse tranquilo por Luciana.—Tranquila, amor —susurró, acariciando su rostro—. Estoy aquí contigo. Todo va a estar bien.Luciana cerró los ojos, concentrándose en respirar, aunque el dolor persistía.El doctor hizo una serie de revisiones y luego, después de unos momentos que parecieron eternos para ambos, se dirigió a ellos con una expresión más relajada.—Parece que el dolor que siente, Luciana, es debido al crecimiento de los bebés y cómo están presionando tus órganos. El útero está expandiéndose y, a veces, esto puede causar incomodidades o dolor en áreas como las costillas. No es inusual en embarazos gemelar
—Alejandro, nunca imaginé que mi vida tomaría este rumbo. Pero ahora, no puedo imaginar un futuro sin ti ni sin nuestras hijas. Todo lo que hemos vivido me ha hecho darme cuenta de que estoy exactamente donde quiero estar. Contigo.Alejandro la miró profundamente a los ojos, sintiendo cómo esas palabras resonaban dentro de él. Sabía que el camino no había sido fácil, pero también sabía que no cambiaría nada de lo que habían vivido, porque todo los había llevado a este momento.—Luciana, todo lo que hemos pasado solo me ha demostrado lo fuerte que es nuestro amor. Estar contigo, formar una familia... es lo mejor que me ha pasado en la vida. Y ahora, mirando hacia el futuro, sé que no importa lo que venga, vamos a estar bien. Porque tenemos algo más fuerte que cualquier adversidad. Nos tenemos el uno al otro.Luciana sonrió, sus ojos llenos de lágrimas de felicidad. Sabía que Alejandro tenía razón. A pesar de las dificultades, su amor había prevalecido, y ahora estaban listos para lo qu
Luciana esbozó una pequeña sonrisa, y aunque no estaba completamente satisfecha, decidió confiar en Alejandro por el momento. Se sentó nuevamente en el sofá mientras su madre iba a la cocina para preparar el almuerzo. Su padre, un hombre de pocas palabras, pero de gran cariño, le ofreció una sonrisa cálida mientras se sentaba a su lado.—Hija, estamos aquí para lo que necesites —le dijo suavemente—. Tu madre y yo no estaríamos en ningún otro lugar ahora mismo, no después de lo que paso con esa descompensación que tuviste, Afortunadamente las bebitas están bien.Luciana se sintió reconfortada por la presencia de sus padres, aunque su intuición seguía diciéndole que algo más estaba ocurriendo. Alejandro le dio un suave beso en la frente antes de excusarse para hacer una llamada rápida a Héctor, su mano derecha en la empresa.Una vez fuera de la sala y dirigiéndose a su pequeña oficina tipo habitación. Alejandro respiró profundamente, caminando hasta el balcón para despejar su mente ante
El mundo de Luciana se detuvo. Sintió que el aire le faltaba, como si de repente toda su vida hubiera sido una mentira. Miró a su padre en busca de alguna negación, pero él simplemente bajó la cabeza, confirmando lo que su madre acababa de decir.—¿Qué? —murmuró Luciana, con la voz entrecortada—. No… no puede ser…—Te adoptamos cuando eras apenas un bebé —explicó su madre, tratando de mantener la compostura—. Tus padres biológicos… no podían cuidarte. Nos dejaron a tu cargo cuando tenías seis meses.Luciana sintió como si la tierra se desmoronara bajo sus pies. Todo en lo que había creído hasta ese momento se desmoronaba frente a sus ojos.—¿Por qué nunca me lo dijeron? —gritó, con lágrimas brotando de sus ojos. Se sentía traicionada, perdida. Miró a Alejandro, buscando en él algún tipo de explicación, pero él simplemente la miró con tristeza.Su madre se acercó para abrazarla, pero Luciana la apartó, demasiado dolida para aceptar cualquier consuelo.—No sabíamos cómo decirte, cariño