Alejandro entrelazó sus dedos y tomó una respiración profunda antes de hablar, su voz firme pero cargada de tensión.—Lo que vamos a discutir hoy es mucho más que un simple problema de entregas retrasadas o de cuentas mal administradas —empezó, mirando a cada uno de los presentes—. En las últimas semanas, hemos estado bajo ataque. La empresa ha sido hackeada, y no solo es un ataque externo. Alguien cercano a nosotros está detrás de esto.Luciana lo miró de reojo, sabiendo lo difícil que era para él admitir esto delante de sus socios. La confianza que siempre había proyectado ahora estaba siendo puesta a prueba.—¿Cómo es posible que no lo supiéramos antes? —preguntó uno de los socios, un hombre de mediana edad que parecía más nervioso de lo habitual.Ana, que estaba revisando unos documentos en su computadora portátil, tomó la palabra.—Hemos estado investigando los movimientos financieros y los registros de seguridad. Al principio, todo parecía normal. Pero después de revisar ciertos
La reunión continuó con nuevas resoluciones y planes de acción, pero en ese momento, dentro de esa sala llena de tensión y decisiones empresariales, el vínculo entre Alejandro y Luciana era más fuerte que cualquier amenaza que pudiera presentarse. Y esa fuerza, esa conexión, se convirtió en el motor que impulsó todo lo demás.Después de una mañana y tarde de desespero, La noche caía lenta y pesada, envolviendo la ciudad en un silencio que solo se rompía por el murmullo del viento. Luciana y Alejandro se encontraban en su mansión, la luz suave de las lámparas iluminando la sala de estar, donde Luciana lo observaba desde el sofá. Algo en la mirada de Alejandro estaba diferente esa noche, algo que ella no podía descifrar del todo. Su postura tensa, el ceño fruncido, las manos apretadas sobre los brazos de la silla. Era como si estuviera cargando un peso invisible, uno que parecía aplastarlo más con cada segundo que pasaba.Luciana entrelazó los dedos, sintiendo que algo estaba por estall
—¿Qué estás diciendo? —preguntó, su voz apenas un susurro, como si temiera la respuesta.Alejandro se volvió hacia ella, sus ojos clavados en los de Luciana, más oscuros que nunca.—Estoy diciendo que todo lo que hemos construido podría desmoronarse. Y si no actuamos rápido… ellos no solo destruirán la empresa, Luciana. Vendrán por nosotros. No son personas con las que se pueda negociar o razonar. —Hizo una pausa, tragando saliva como si aquello que estuviera a punto de revelar fuera demasiado peligroso—. Mi padre hizo un trato, uno que involucra mucho más que dinero. Está en juego nuestra seguridad, nuestra vida.Luciana sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo. La gravedad de lo que Alejandro le estaba revelando no era algo con lo que había imaginado lidiar. Pero allí estaba él, tan desesperado como aterrorizado, abriéndose de una manera que nunca antes había visto.—¿Estás diciendo que hay… personas, peligrosas, que podrían...? —Ni siquiera podía terminar la frase. El miedo era de
—Escucha, Alejandro. No hay otra opción. Hay 7 caras iguales en todo el mundo, y no sabes lo que encontré, esas chicas son entrenadas y incluso pueden eliminarlos si yo doy la orden, o cualquiera que diera la orden, tendrás que seguir mis ordenes Alejandro, Si no conseguimos esa información, estas personas seguirán ganando terreno. Y no solo tu empresa está en juego, terminara Hackeada y se harán pasar por ti, y los van a destruir a todos. sino la seguridad de todos los que te rodean. Lo sé, es una locura, pero Luciana es la única que puede hacerlo. Tiene el acceso seguro, usara técnicas y nadie la reconocerá. Si quieres salvar a tu madre, tu padre, y a Luciana, y todo lo que has construido… ella es nuestra única salida.Alejandro se pasó la mano por el cabello, su corazón latiendo a mil por hora. La idea de poner a Luciana en peligro lo desgarraba por dentro, pero también sabía que, si no hacían algo pronto, la situación solo empeoraría.—¿Estás seguro de que esta es la única opción?
Luciana asintió, aunque Alejandro pudo notar un leve temblor en sus manos. Ella era valiente, pero no era inmune al miedo, y eso le hizo amarla aún más. Sin embargo, antes de que pudieran decir algo más, el sonido del teléfono de Luciana los interrumpió.Luciana miró la pantalla y su expresión cambió al instante. Era una llamada desconocida, pero había algo inquietante en la forma en que el nombre apareció. Sin dudar, contestó y puso el teléfono en altavoz.—¿Luciana? —la voz al otro lado era áspera y fría, cargada de amenaza—. Sabemos lo que estás planeando, hay cámaras en la mansión esa parte me encanta. Si te atreves a interferir en nuestros asuntos, no solo tú estarás en peligro… sino también Alejandro.El silencio que siguió fue brutal. Alejandro sintió cómo se le helaba la sangre. ¿Cómo sabían? ¿Cómo habían descubierto sus planes tan rápido?—Si te acercas más —continuó la voz—, asegúrate de despedirte de todo lo que amas, porque no tendrás segunda oportunidad.—Si me están vien
—Sí, Alejandro. Estoy lista para todo, y si tiene razón Héctor hay quemar nuestros móviles después de extraer toda la información de nuestros móviles en una copia de seguridad en la computadora.—Estoy de acuerdo amor, lo haremos ahora y luego quemamos los celulares — agrego Alejandro.Una hora después. Después de hacer copia de seguridad estaban listos para quemar los celulares en la chimenea.—Deberías descansar —agrego suspirando.—Ven a la cama conmigo y descansemos juntos, cariño— respondió Luciana viéndolo a los ojos.—Estoy estresado —suspiro.—Cariño dime que te estresa.—Vamos a la habitación —Dijo Alejandro suspirando y guiándola a la habitación cuando Luciana entro a la habitación noto una jeringa con un medicamento en la mesa de noche, pero no dijo nada.Luciana se quedó en silencio, observando a Alejandro mientras se sentaba en la cama de la habitación. Algo en su mirada la inquietaba. Él hablaba con una seguridad aparente, sus palabras eran precisas, cada decisión calcul
Justo en ese momento, la puerta de la habitación se abrió silenciosamente, revelando a Héctor. Entró sin hacer ruido, su expresión seria y calculada. Se acercó a Alejandro, sus ojos escaneando rápidamente la figura dormida de Luciana.—¿Está dormida? —preguntó Héctor en voz baja.Alejandro asintió, sus ojos aún fijos en el rostro sereno de Luciana. Parecía tan en paz, tan ajena a todo lo que estaba sucediendo a su alrededor. Una parte de él deseaba poder protegerla de todo, pero sabía que ya no había vuelta atrás.—Sí —respondió con un susurro—, está dormida.Héctor asintió, cruzando los brazos sobre su pecho.—Es un buen plan —dijo, su tono frío como siempre—. Dormirá lo suficiente para que podamos hacer lo que necesitamos. No se enterará de nada.Alejandro soltó un largo suspiro, pasando una mano por su cabello, intentando calmarse. Aunque sabía que Héctor tenía razón, la culpa seguía clavándose en su interior.—Espero que esto sea lo correcto —murmuró Alejandro, su voz llena de dud
—¿Estás seguro? —preguntó Alejandro, su voz quebrada por la ansiedad—. No quiero que le pase nada.Héctor asintió, serio, pero tratando de tranquilizarlo.—La observaremos, pero creo que solo necesita tiempo para que el efecto desaparezca por completo. Sin embargo, sugiero que la llevemos a un médico si no despierta en las próximas horas.Alejandro respiró profundo, tratando de calmarse. Se sentó al borde de la cama, tomando la mano de Luciana entre las suyas.—Perdóname, Luciana… —susurró de nuevo, más para sí mismo que para ella.Héctor lo observó un momento antes de hablar de nuevo.—Alejandro, todo esto que estamos enfrentando es demasiado. Entiendo por qué hiciste lo que hiciste, y te dije que era buena idea. Querías protegerla, pero no podemos seguir con esto sin planear bien cada paso. No podemos permitirnos errores.Alejandro asintió, sus pensamientos divididos entre el miedo por Luciana y la presión por lo que estaba ocurriendo en la empresa.—Tienes razón… —dijo, su voz más