— Me siento tan afortunada, Alejandro —dijo Luciana, mirándolo con una mirada profunda—. Este día es más hermoso de lo que jamás imaginé. Y todo ha sido posible porque estamos juntos.Alejandro la abrazó, dejando que el momento se inundara de amor. Sintió que todo en su vida había tenido un propósito para llevarlos a este instante.— Yo también, Luciana. Cada segundo contigo ha sido más valioso de lo que puedo describir. Y ahora, frente a todos, voy a prometérselo a todos, a ti, que no hay nada más que desee que pasar mi vida contigo.A medida que las horas pasaban y la noche se acercaba, la emoción crecía. Luciana y Alejandro se miraban el uno al otro, sabiendo que este día era solo el principio de una vida llena de sorpresas, amor y aventuras por compartir. El hotel, con su lujo sutil y su atmósfera mágica, se preparaba para recibir a los invitados que serían testigos del día en que sus corazones se unirían, un momento único que marca sus vidas, y a todos los que los amaban, ya era
El silencio que siguió a los votos fue casi reverente. Los invitados miraban a la pareja con los ojos llenos de emoción, sabiendo que habían presenciado algo verdaderamente especial. El oficiante, con una sonrisa afectuosa, los miró y asintió antes de continuar.—Luciana y Alejandro, hoy se han prometido amor eterno frente a sus seres queridos, y es un honor para mí declarar que, a partir de este momento, están unidos como marido y mujer. Alejandro, puedes besar a la novia.Alejandro, sonriendo con una mezcla de alivio y felicidad infinita, inclinó la cabeza hacia Luciana. El beso fue dulce, lleno de promesas no dichas pero profundamente comprendidas entre ambos. El salón estalló en aplausos y vítores, y por un momento, todo fue celebración y alegría pura.Cuando el beso terminó, Alejandro y Luciana se miraron nuevamente, sabiendo que este era solo el principio de su vida juntos. Los corazones de todos en la sala estaban conmovidos, tocados por la profundidad de sus votos y el amor qu
—Eres perfecta, Luciana —dijo Alejandro mientras la miraba bajo la tenue luz de la habitación, sus manos recorriendo cada centímetro de su cuerpo, adorándola—. No puedo creer que seas mía.Sus cuerpos se unieron en una danza frenética y apasionada, sus movimientos sincronizados en una intensidad que solo crecía con cada segundo. Las manos de Alejandro se aferraron a su cintura, guiándola, mientras sus labios no dejaban de explorar su cuello, su pecho, su boca. Luciana lo sentía en cada fibra de su ser, la energía salvaje entre ellos ardiendo como fuego, consumiéndolos.Los gemidos de Luciana llenaron la habitación cuando Alejandro la llevó al límite, su toque, su beso, todo en él era una mezcla perfecta de control y pasión desenfrenada. No había más espacio para palabras, solo el eco de sus cuerpos moviéndose juntos, perdiéndose el uno en el otro, en la fuerza imparable de su deseo.Finalmente, en un clímax abrumador que los dejó sin aliento, sus cuerpos colapsaron juntos, sudorosos y
—Es más hermoso de lo que jamás imaginé —dijo Luciana, volviéndose hacia Alejandro con los ojos llenos de emoción.—Sabía que te encantaría —respondió él, sonriendo—. Este lugar es perfecto para ti, para nosotros. Aquí vamos a crear nuestra vida, nuestros recuerdos. Este es el lugar donde quiero verte feliz, cada día.Luciana caminó hacia una de las habitaciones más grandes, la que Alejandro había preparado como su dormitorio. Cuando abrió las puertas, se encontró con un espacio que parecía sacado de una revista de lujo. Una cama enorme, con sábanas suaves de lino, y un balcón privado que daba directamente al viñedo.—Aquí es donde despertarás cada mañana —susurró Alejandro, acercándose por detrás y envolviéndola en sus brazos—. Y aquí es donde empezaré y terminaré cada día, contigo.Luciana cerró los ojos por un momento, dejando que la sensación de seguridad y amor la envolviera. Este era el lugar en el que siempre había soñado vivir, pero lo más importante era que lo estaba haciendo
El tiempo pareció detenerse por un segundo. Alejandro la miró, intentando procesar lo que acababa de escuchar. Sus ojos, que habían estado llenos de preocupación, se suavizaron con una mezcla de asombro y alegría.—¿Embarazada? —repitió él, incrédulo, como si necesitara oírlo de nuevo para creerlo por completo.Luciana asintió, dejando que las lágrimas de felicidad corrieran por su rostro.—Sí, amor. Vamos a tener un bebé.Alejandro soltó una carcajada de pura felicidad y la envolvió en sus brazos, abrazándola con fuerza. No podía creer lo que estaba pasando. Todo lo que había soñado, todo por lo que había luchado, ahora se hacía realidad de una forma aún más hermosa. Iban a ser padres.—No sabes lo feliz que me haces —susurró él contra su cuello, besándola suavemente—. Este es el mejor regalo que podría haber recibido.Se apartó un poco para mirarla a los ojos, con una sonrisa que iluminaba todo su rostro.—Vamos a ser padres —dijo, como si necesitara escuchar sus propias palabras pa
—He estado pensando mucho en todo lo que nos espera —dijo Luciana suavemente, sus ojos brillando con una mezcla de esperanza y emoción.Alejandro la miró, con una expresión tranquila pero profundamente concentrada en ella.—Yo también, mi amor. Todo parece tan perfecto ahora, pero sé que lo que vendrá será aún más hermoso —respondió él, apretando ligeramente su mano—. Cada día es un paso más cerca de formar nuestra familia, de construir algo juntos.Luciana se acomodó un poco más cerca de él, apoyando la cabeza en su hombro mientras sus pensamientos flotaban sobre lo que les esperaba. Sabían que no sería fácil, pero el amor que se tenían parecía fortalecerlos aún más.—¿Cómo te imaginas el futuro, Alejandro? —preguntó Luciana, su voz tranquila y llena de ternura. Ella quería saber lo que él pensaba, sus sueños más profundos sobre lo que vendría, sobre ellos como padres.Alejandro pensó por un momento, su mirada fija en el fuego. Imaginaba su futuro con ella, no solo como pareja, sino
—Luciana —susurró Alejandro, sintiendo su mano temblar mientras la sostenía. Cuando vio que ella cerraba los ojos y su cuerpo se relajaba demasiado, su ansiedad creció aún más.La enfermera rápidamente levantó la voz.—¡Necesitamos ayuda! —exclamó.De inmediato, otra enfermera entró al consultorio y comenzó a preparar una camilla. Luciana ya estaba desmayada en los brazos de Alejandro, que la sostenía con desesperación.—Vamos a ponerla en la camilla y realizar un ultrasonido para ver cómo está el bebé —explicó la enfermera mientras comenzaba a preparar el equipo médico—. Es mejor asegurarnos de que todo esté bien.Alejandro, con el corazón en la garganta, asintió y ayudó a colocar a Luciana en la camilla con delicadeza, asegurándose de que estuviera cómoda. No podía soportar ver a la mujer que amaba en ese estado, pero sabía que tenían que confiar en los médicos.Cuando la camilla fue llevada a la sala de ultrasonido, la enfermera comenzó a preparar el equipo, y el médico, que ya hab
Alejandro continuaba sosteniendo la mano de Luciana mientras ella descansaba, el eco de las palabras del doctor aún resonando en su mente. Ocho semanas... Habían comenzado este nuevo capítulo de sus vidas con una emoción indescriptible. La idea de ser padres lo llenaba de una mezcla de alegría y responsabilidad. Quería asegurarse de que todo fuera perfecto para Luciana y para el pequeño ser que crecía en su vientre.Mientras Luciana cerraba los ojos por un momento, aún agotada, Alejandro la observaba con ternura. Verla tan radiante, incluso en medio de las dificultades del embarazo, lo hacía sentir más enamorado que nunca. Todo lo que había hecho, cada sacrificio y cada plan, era por ellos, por la familia que estaban construyendo juntos.El sonido de la puerta abriéndose suavemente los interrumpió. Una enfermera entró para revisar a Luciana por última vez antes de que se marcharan.—Todo listo para que puedan irse —dijo con una sonrisa amable—. Sólo asegúrate de seguir las indicacione