Después de lo de esta noche, Gabriel estará fuera del mapa. Pero sé que habrá otros. Siempre los hay. Y mientras Vicente siga eliminando a cada uno que se cruce en mi camino, estará cavando su propia tumba. Porque eventualmente, llegará el día en que se dará cuenta de que no puede seguir así, y entonces... entonces todo se derrumbará.Salgo del baño, me envuelvo en una toalla y me sirvo otra copa de vino. Me siento en el alféizar de la ventana, mirando las luces de la ciudad. Es en momentos como este cuando la calma se asienta sobre mí, justo antes de que el caos vuelva a estallar.Mi celular vibra de nuevo. Lo miro, esperando ver el nombre de Vicente en la pantalla, pero no es él. Es un número desconocido:"Espero que estés bien. Quiero verte."Frunzo el ceño. ¿Quién podría ser? No es el estilo de Vicente usar un número desconocido. Y Gabriel... bueno, ya no está en condiciones de enviar mensajes.Contesto con un simple:"¿Quién eres?La respuesta llega casi al instante:"Alguien que
Mientras me preparo para el día, mis pensamientos no se alejan de Vicente. A pesar de sus amenazas, su control, y sus intentos de protegerme de todo y de todos, él sabe tan bien como yo que nunca podrá mantenerme completamente a salvo. No es por falta de poder, sino porque no puede protegerme de mí misma.Durante el día, reviso mi celular un par de veces, pero Vicente está notablemente silencioso. Casi puedo sentirlo mordiéndose las uñas en algún rincón oscuro, furioso por lo que pasó anoche pero sabiendo que no puede apartarse de mí. No, Vicente nunca retrocede, y esa es su mayor debilidad.Llega la tarde, y me decido a ir al Bar Rouge. No por obedecer órdenes, sino porque quiero ver quién es este “alguien”. Y, si tengo suerte, tal vez sea alguien lo suficientemente interesante como para agitar aún más el caos en la vida de Vicente.Me visto para la ocasión. Un vestido rojo ceñido que llama la atención, pero sin ser vulgar. Lo suficiente para que cualquiera me mire dos veces al entra
Lo miro fijamente, evaluando cada palabra. No es la primera vez que alguien menciona la posibilidad de quitar a Vicente del tablero, pero la mayoría no vive lo suficiente para hacerlo. Sin embargo, este hombre no parece estar bromeando. Y ahí es donde la intriga se vuelve peligrosa. —¿Y qué sacas tú de todo esto? —pregunto, inclinándome ligeramente hacia él, dejándole saber que no soy tan fácil de convencer. Él sonríe de nuevo, esa sonrisa calculada y perfecta. —El poder siempre encuentra nuevos dueños, Valeria. Y creo que tú y yo podríamos tener una alianza muy… productiva. Mis dedos rozan el borde de mi copa mientras lo miro, sopesando mis opciones. ¿Y si es verdad? ¿Y si este hombre realmente puede liberar a Vicente de su obsesión por mí? O, mejor dicho, ¿liberarme a mí de Vicente? Una parte de mí duda. No porque no quiera deshacerme de Vicente, sino porque sé que cualquier trato con hombres como este siempre tiene un precio. Y a veces, ese precio es más alto de lo que par
El trayecto a mi apartamento es tranquilo, pero mi mente no para. El rostro de ese hombre en el Bar Rouge sigue invadiendo mis pensamientos. Esa calma peligrosa, esa seguridad absoluta de que tiene el control. Esas cualidades son las mismas que siempre me han atraído de Vicente, pero también las que, irónicamente, me han empujado a buscar una salida.Al llegar a casa, me quito los zapatos y me desplomo en el sofá. Estoy agotada, pero no por el día, sino por lo que implica. Tomo mi celular de nuevo, sin saber exactamente qué busco. ¿Una señal? ¿Un mensaje? ¿Algo que me indique cuál es el próximo paso?Y justo entonces, mi celular vibra.Es Vicente.Sus mensajes son breves, directos. Como siempre.—“Tenemos que hablar.”Me río entre dientes. Hablar. Qué dulce eufemismo para lo que realmente quiere decir. Vicente nunca ha sido del tipo que “habla” cuando está en esta situación. Probablemente esté en su penthouse, rodeado de su equipo, maquinando su próximo movimiento. Y sabe que necesito
El sonido del cristal al romperse contra el suelo parece una especie de punto final, un momento en que todo lo que estaba acumulándose entre nosotros llega a su clímax. La copa de whisky hecha añicos refleja la fragilidad de lo que Vicente y yo hemos estado manteniendo juntos durante tanto tiempo. Me quedo quieta, mirándolo mientras intenta desesperadamente sostener algo que ya no puede controlar: yo.Sus manos buscan las mías, y aunque su toque siempre ha tenido ese poder magnético, esta vez no siento la misma atracción. Siento algo más, algo que nunca antes había sentido con Vicente: lástima. Porque ahora veo a un hombre que, por más fuerte y temido que sea, está completamente perdido. Su necesidad de control, de poseerme, ha acabado con él.Me aparto suavemente, mis dedos deslizándose fuera de su agarre, y sus ojos se oscurecen con una mezcla de ira y desesperación.—No puedes hacer esto, Valeria —su voz es baja, pero hay un filo peligroso detrás de esas palabras. Me doy cuenta de
—No puedes hacerme daño más de lo que ya lo has hecho —respondo con firmeza, manteniendo mi mirada fija en la suya—. Y si crees que puedes detenerme, estás subestimando lo que soy capaz de hacer.Vicente se queda inmóvil por un segundo, como si no pudiera procesar lo que acabo de decir. Pero sé que me cree. Sabe que no soy como las otras mujeres que ha intentado controlar. Sabe que, si me empuja demasiado, puede acabar siendo él quien sufra las consecuencias.Suelta mi brazo, pero no retrocede. Se queda frente a mí, mirándome con esos ojos oscuros y peligrosos que siempre han tenido el poder de desarmarme. Pero esta vez, no lo hacen.—Te arrepentirás de esto —dice en voz baja, una promesa tan fría que me atraviesa la piel.—Tal vez —le respondo con una leve sonrisa—. Pero prefiero arrepentirme de lo que hago que de lo que no hago.Doy un paso atrás, apartándome de él, rompiendo ese espacio cargado de tensión. Vicente no me sigue, pero su mirada sigue siendo una advertencia, un recorda
Estoy sola. Completamente sola.Es una sensación que debería asustarme, pero en lugar de eso, me siento extrañamente aliviada. Sin Vicente tratando de controlarme, sin el miedo constante de lo que podría hacer. Aunque claro, el alivio dura poco.No han pasado ni cinco minutos desde que llegué cuando alguien llama a la puerta.Mi corazón se detiene. Miro hacia la entrada, mis piernas pesadas, como si ya supiera quién está ahí, esperando del otro lado. No necesito abrir la puerta para saber que Vicente no ha dejado que las cosas terminen así de fácil.Dudo por un segundo, pero luego camino hacia la puerta. No es miedo lo que siento, es una mezcla de adrenalina y resignación. Abro lentamente, y ahí está. No Vicente, sino uno de sus hombres.Alto, corpulento, con esa expresión impenetrable que me dice que no está aquí para charlar. Lo conozco. Es uno de los que siempre está cerca de Vicente en las reuniones importantes, un perro leal que solo responde a él.—Señorita Valeria —su voz es pr
28. Ya no.Me acerco, esta vez con más determinación, aunque el aire entre nosotros está cargado de peligro.—No soy tu prisionera —digo, midiendo mis palabras—. No tienes poder sobre mí.Vicente se pone de pie, dejando su copa en la mesa de vidrio con un golpe seco. Sus ojos oscuros están fijos en mí, y la tensión entre nosotros se convierte en algo más denso, casi tangible.—Valeria, mi querida Valeria —susurra mientras se acerca lentamente, como un depredador acechando a su presa—. Nadie puede alejarte de mí, ni siquiera tú.El espacio entre nosotros se reduce a nada, y el aire se vuelve más pesado. Puedo sentir su respiración, su presencia dominante llenando cada rincón de la habitación. Pero esta vez no retrocedo, no bajo la mirada.—Ya no tienes ese poder sobre mí, Vicente —le digo, mi voz tan firme como puedo.Él sonríe, una sonrisa llena de peligro y algo más.—Siempre lo he tenido —murmura antes de inclinarse hacia mí.El aire entre nosotros se vuelve insoportablemente denso