La noche es oscura, más de lo habitual. Las luces de la ciudad apenas logran perforar la densa bruma que se ha apoderado de las calles. Vicente y yo caminamos rápido, en silencio, hacia su auto aparcado a unas cuadras del apartamento.—Dime algo, Vicente, —rompo finalmente el silencio mientras mis tacones resuenan en el pavimento—. ¿Cuántas veces has hecho esto antes?—¿Esto? —pregunta, con una sonrisa que apenas ilumina su rostro bajo la sombra de las farolas. Esa sonrisa. La que oculta más de lo que revela.—Salir de una situación mortal con una mujer que sabes que probablemente te apuñalará por la espalda en cualquier momento. —Mis palabras están cargadas de sarcasmo, pero el nerviosismo está ahí, latente, detrás de mi máscara de seguridad.Vicente ríe suavemente, como si la idea le divirtiera más de lo que debería.—Valeria, —dice con esa calma inquietante que siempre tiene—, siempre has sido diferente. Nadie me ha dado tantos motivos para mantener los ojos abiertos como tú.Me de
Él sonríe, esa sonrisa lenta y enigmática que me desquicia.—Y sin embargo, aquí estamos, Valeria, siempre saliendo a flote.De repente, el sonido de un disparo rompe el aire.Mi corazón da un vuelco, y antes de que pueda reaccionar, Vicente ya ha dado un giro brusco al volante. El auto derrapa en la curva, y puedo ver, a través del retrovisor, un par de luces acercándose a toda velocidad.—Nos encontraron, —digo, sin sorpresa, aunque mi estómago se ha retorcido en un nudo.—Por supuesto que lo hicieron, —responde Vicente con una calma aterradora, pisando el acelerador—. Pero no son los únicos que saben jugar.Las luces nos persiguen por calles cada vez más estrechas. La adrenalina comienza a correr por mis venas, y mi mano instintivamente se mueve hacia la pistola que guardo en la bota. Sé que Vicente tiene algo planeado, pero no pienso quedarme sentada esperando.—¿Qué vas a hacer? —pregunto, con el arma lista en mi mano.—Lo que mejor sé hacer, —responde, con una mirada fugaz en mi
El beso de Vicente me toma por sorpresa. No esperaba que sucediera ahora, no en medio de una huida frenética y con el eco de los disparos aún resonando en mi cabeza. Pero es Vicente, después de todo. El hombre que vive para desarmar, no solo a sus enemigos, sino a cualquiera que cruce su camino. Incluida yo.El aire en el búnker se siente denso, como si el mundo se hubiese reducido a este pequeño espacio. Sus labios están llenos de una intensidad cruda, casi agresiva, como si cada beso fuera un reto. Y yo, por supuesto, no pienso retroceder.Mis manos se deslizan por su cuello, tirando de él hacia mí. El calor entre nosotros es palpable, y en el silencio del escondite, el único sonido es nuestra respiración acelerada, el roce de nuestra ropa, y ese sutil gemido que intento reprimir. Pero no me importa. Ya estamos demasiado metidos en este lío como para fingir que podemos salir indemnes.—¿Así es como sueles dar las gracias? —logro murmurar entre sus labios, con la poca capacidad que m
Mis pensamientos corren a mil por hora. Estamos acorralados, y el tiempo se nos está acabando. Pero en el fondo, sé que Vicente tiene razón. Este es el momento de actuar, de enfrentarnos a Luca antes de que él nos encuentre.—Está bien, —digo, sintiendo cómo la adrenalina vuelve a inundar mi cuerpo—. Vamos a cazarlo antes de que él venga por nosotros.Vicente sonríe, esa sonrisa oscura y peligrosa que siempre me pone en alerta, y mientras se prepara para salir, algo en su mirada me dice que la verdadera batalla apenas comienza.Vicente y yo nos preparamos en silencio. Cada movimiento es calculado, frío, metódico, pero la tensión que crece entre nosotros es imposible de ignorar. Sabemos que la tormenta que se avecina no es solo contra Luca y su gente, sino algo más profundo, algo que ha estado latente desde que decidimos cruzar esta línea. Porque, después de esto, no habrá marcha atrás.—¿Tienes todo listo? —pregunto mientras verifico mi pistola, mis dedos rozando el metal frío. Mi cor
Las balas vuelan antes de que pueda reaccionar. Me cubro detrás de un contenedor de basura, mi corazón latiendo desbocado. El sonido de los disparos retumba en mis oídos, y el olor a pólvora me invade las fosas nasales.Vicente dispara, calmado como siempre, cada bala bien calculada. Yo, por otro lado, me siento en medio de un caos absoluto. Pero no voy a dejar que esto me supere. No ahora. No después de todo lo que hemos pasado.—¡Valeria! —la voz de Vicente me llega como una orden—. Cubre mi retaguardia.Respiro hondo, cargando mi arma. Esto no es solo sobrevivir, es nuestra única oportunidad de escapar.Salto del refugio, disparando hacia el coche mientras me muevo en zigzag. El sonido metálico de las balas rebotando en el pavimento es ensordecedor, pero no tengo tiempo para pensar en eso. Mis manos tiemblan, pero los tiros son precisos. He pasado demasiado tiempo esperando este momento para fallar ahora.Vicente aprovecha el caos para avanzar hacia el coche, disparando sin parar.
—¿De verdad crees que voy a ser la chica que se queda atrás? —respondo, arqueando una ceja y apuntando con mi arma hacia la penumbra—. Eso es tan... 1980, Vicente.Él suelta una breve carcajada, un sonido casi extraño en medio del caos. Es ese toque de ironía lo que me hace quererlo y odiarlo a partes iguales. Pero antes de que pueda responderme, se escucha un ruido metálico. Alguien está aquí, más cerca de lo que pensábamos.—Así que... tú y yo, Vicente. —La voz de Luca resuena una vez más, esta vez mucho más cerca. Su tono es casi... amistoso, lo que lo hace aún más inquietante—. Después de tanto tiempo, finalmente nos encontramos cara a cara.Vicente no responde, pero puedo ver cómo su cuerpo se tensa, preparándose para lo que viene. Su mirada está fija en la oscuridad, como si ya estuviera viendo a Luca, como si ya estuviera apuntando directamente a su cabeza.—No te lo tomes a mal, Vicente, —continúa Luca, su voz filtrándose entre los rincones de la fábrica—. Pero siempre supe qu
El olor a pólvora es sofocante, pero sigo adelante, mis piernas moviéndose como si tuvieran vida propia. Nos escondemos detrás de una pila de cajas, el sudor corriendo por mi frente mientras mis manos tiemblan. Vicente está a mi lado, aún calculando cada movimiento como si esto fuera solo otro día en la oficina.—¿Tienes algún plan brillante? —le digo, tratando de mantener el sarcasmo en mi voz, aunque lo único que quiero es salir de este infierno con vida.—Siempre, —responde, con una sonrisa que me hace pensar que realmente se está divirtiendo en medio de esta locura.—¿Vas a compartirlo conmigo, o prefieres morir siendo el héroe misterioso?—Tú mantén la cabeza agachada, y deja que yo me encargue de Luca. —Su tono cambia, es más serio ahora. Algo ha cambiado en él, como si lo que está a punto de hacer fuese personal. Muy personal.Vicente se levanta de golpe y dispara hacia Luca, moviéndose entre las sombras con una velocidad que casi no puedo seguir. Todo sucede tan rápido: los ho
El silencio entre nosotros se vuelve tan espeso como el aire de la fábrica. Vicente me mira con una intensidad que nunca había visto antes, una que casi me asusta. Su mano aún descansa en mi mejilla, y aunque es un gesto suave, cargado de algo que no puedo descifrar del todo, también lo siento como un recordatorio: este hombre siempre ha tenido el control.—Mantenerme viva, ¿eh? —respondo, tratando de sonar casual, aunque mi voz tiembla un poco—. ¿Por qué no me sorprende que siempre estés dos pasos por delante de todo?Él sonríe, pero no es una sonrisa arrogante. Es más triste, cansada, como si llevara el peso de todo lo que ha sucedido. Y tal vez lo hace. Tal vez este hombre, que siempre parece inquebrantable, está tan agotado como yo, aunque lo disimula mejor.—Alguien tiene que pensar en lo que viene después, —dice, retirando su mano lentamente, como si fuera un esfuerzo dejar de tocarme—. Y créeme, Valeria, lo que viene no será fácil.—¿De qué hablas? —doy un paso hacia él, mis oj