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Andy no me dejó sola. De inmediato llegó, tomó al bebé y lo metió dentro del auto, encendió el aire acondicionado y cerró la puerta.

—¿Qué ha sido eso? —cuestionó. ¿Por qué saliste corriendo en lugar de enfrentar el problema? —Reclamó.

—Sé que lo hice mal, pero no lo pude soportar, Andy—. Me eché a llorar en sus brazos. —Te dije que nuestra relación no sería bien vista por nadie. Pero tú insististe en que estuviéramos juntos. —Reproché.

—A nosotros lo único que nos debe de importar es la opinión de nuestro hijo y la nuestra. Nadie más tiene derecho a opinar en algo que no les compete. Yo te amo y tú me amas, mi amor, dejemos que el resto se vaya a la mierda. —Me consoló, abrazándome.

—Regresaremos y pediremos la palabra. No quiero que ese mal sabor de boca les dure a los presentes, además tienes que recoger tu título.

Andy quería que volviéramos a ese nido de víboras. Pero yo me negué a hacerlo, soy tan cobarde que no soportaré ver la sonrisa de burla y críticas de toda esa gente anti
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