El café esa mañana tenía un aroma fuerte. Las rosas blancas, parecían resplandecer bajo los rayos del sol, y la brisa matutina llevaba un ligero olor a tierra humedecida, los pájaros cantaban hermosamente, y Bernadette ya se hallaba lista para un nuevo día. Había recibido el aviso de su “castigo”; iría a ayudar como parte de un voluntariado a un orfanato que no se encontraba muy lejos del castillo de Devonshire. Terminando su desayuno, subió al auto que ya la estaba esperando, y se encaminó hacia su destino. No había logrado hablar demasiado con Henrick Godric en esos días; el estaba demasiado ocupado con sus deberes reales. Los recuerdos de su danza tan íntima y fascinante, llegaban de nuevo a su mente, y se sentía un tanto solitaria sin el apuesto hombre a su alrededor. Quizás, estaba pensando más de la cuenta en el, pero no podía evitarlo...una gran parte de ella, comenzaba a extrañarlo. Mirando los altos robles que creaban un túnel verdoso en el caminó, las palabras de su madre
— Chiara Cervantes ha estado buscando a una persona, y no ha parado de buscarnos a todas sus damas de compañía para encontrarla…ella está buscando a una prostituta de nombre Alicent, la mujer que ella usó para incriminarla. — Bernadette se sorprendió al escuchar aquello. — ¿Pero que estás diciendo? — cuestionó sorprendida. La hermana Charlotte asintió. — Después de que usted se fue del castillo, esa mujer nos despidió a todos los sirvientes que alguna vez tuvimos contacto con usted, y nos amenazó si decíamos algo de lo ocurrido. Yo la escuché hablando con esa prostituta un día antes de marcharme, y escuché que discutían, Chiara le pago a esa mujer para hacerce pasar por usted en esas fotografías que usó para envenenar al señor Kendrick en contra de usted, pero según lo que escuche, Alicent quería más dinero, de lo contrario, hablaría. Luego de salir del castillo de Devonshire, las otras damas y yo buscamos la manera de encontrar a esa Alicent para limpiar su nombre, pero nu
—Quiero solicitar su permiso para conocer a alguien en particular. Quiero que me permita conocer a Bernadette Baskerville. — dijo aquel Cervantes con seriedad.Henrick se mantuvo en calma, a pesar de que solo eran un muy estricto puñado de personas, las que tenían el conocimiento de que Bernadette estaba bajo su cuidado. —Me temo, señor Cervantes, que eso no será posible. — respondió el pelinegro caminando hacia su elegante auto, sin embargo, aquel hombre le cerró el paso. —La señorita Baskerville solo es una invitada en su castillo, ¿No es así?, así que es libre de recibir visitas o de aceptar alguna invitación formal para beber un té. Solo le he pedido esto por cortesía, pero en realidad tengo el permiso de su señora madre para verla. — dijo con firmeza en hombre de cabellos castaños. Henrick avanzó. Aún no se había dado el anuncio formal de su compromiso con Bernadette, así que, por prudencia, no podía delatarse con obviedad. —La reina ha ordenado que ella permanezca bajo m
Un beso, era, quizás, uno de los actos más puros, eróticos y pasionales, que dejaban ver los sentimientos o las intenciones del otro, un delirio que era ansiado por todos, y venerado en casi cada poema, libro, o canción de amor que existe…un beso, era un acto íntimo, de plena confianza, que podría dejar saber los amores ocultos…o también ocultar las malas intenciones de alguien cruel. Sin embargo, pocas ocasiones, un beso era algo que iba mucho más allá, algo que rebasaba los límites de la cordura y la belleza, y acariciaba los límites entre el cielo y el infierno. Algo que despertaba sensaciones dormidas que eran tanto hermosas, como pecaminosas, y dejaban vulnerable al ser ante la pasión desmedida que podría destapar al ser mismo, como si este, recién se estuviese descubriendo.Aquel beso no era como todos los demás que antes hubiesen sentido; era feroz, era pasional, era pecaminoso, y también, tan sublime y dulce como acariciar con las yemas de los dedos las puertas del paraíso. Va
Era un día de primavera, fuera del hospital público de San Peter. Muchas personas, se reunían alrededor de un par de camiones que repartían comida entre los familiares de quienes se encontraban internados o recibiendo un tratamiento.—Por favor, hagan una fila en orden y les entregaremos el alimento. — decía Chiara mirando a la multitud de plebeyos, mientras llevaba una falsa sonrisa en el rostro.—Señora Godric, es usted tan amable, en verdad no había logrado comer nada en todo el día porque no me puedo mover de aquí hasta que sepa que mi esposo está bien. — decía una vieja mujer mientras sostenía la mano de Chiara entre las suyas con verdadera gratitud.Con disimulo, Chiara se zafaba del agarre de la anciana.—No agradezca señora, para eso estamos nosotros, para ayudar al pueblo necesitado. — respondió manteniendo aquella falsa sonrisa.Alejándose un poco del tumulto, Chiara se dirigió a los lavabos de aquel camión para lavarse la mano que aquella vieja le había tomado. Con asco, se
Bernadette miraba aquel trajecito de marinero extendido sobre su cama, el mismo modelo que ella había comprado una vez, con la ilusión de vestir con él a su hijo o hija antes de perderlo. Tomándolo en sus manos, sintió aquella punzada de dolor atravesando su corazón con lo que no pudo ser. ¿Quién había dejado eso allí? ¿Por qué no se cansaban de atormentarla de esa manera tan desalmada y cruel? Arrugando aquel trajecito, lo arrojó lejos de ella mientras se dejaba caer sentada en la cama sin expresión alguna en su rostro.Henrick tomó aquel traje del suelo, indignado, lo apretó en su puño. Recordaba el rostro de Bernadette cuando le había mostrado uno idéntico a Kendrick diciéndole que ese sería lo primero que usaría el hijo de ambos, recordó también que luego de aquella noche en que su hermano echó a Bernadette para morir en la tormenta, Kendrick se había desecho de todas las cosas que alguna vez se habían comprado para el niño o niña que no pudo nacer. Aquello era una burla, un acto
El camino hacia Londres, era algo largo y lleno de praderas hermosas, cuyas flores parecían brillar ante la luz de la luna. El viento mecía con suavidad las copas ennegrecidas de los árboles, y Bernadette sentía el dolor de su corazón, recordando la razón que la tenía allí en ese momento.—Debemos encontrar a una mujer llamada Alicent, ella es la única persona que realmente podría ayudarnos a desenmascarar a Chiara Cervantes. — respondió.Henrick notó la determinación que tenía Bernadette en sus ojos color violeta. Ella no estaba mintiendo.—¿Quién en esa mujer? — cuestionó.Bernadette se recargó en su asiento.—Charlotte, mi ex dama de compañía, cree firmemente que esta Alicent, es una prostituta a la que Chiara contrató para hacerse pasar por mí en esas horribles fotografías que le mostró a Kendrick como una prueba de mi infidelidad. Si en verdad es ella, es la única persona que podría ayudarme a demostrar que jamás le fui infiel a su hermano, su alteza, es mi única oportunidad para
—Creemos, mi señora, que esta niña es la hija de Kendrick Godric, y nadie salvo yo, sabe que Alicent está muerta. — respondió la vieja dama de compañía.Bernadette sintió un mareo sobrecogerla, y Henrick la sostuvo para evitar que cayera, aunque el, también se había quedado sin palabras.—Pero, ¿Qué has dicho? — cuestiono Bernadette con tanto asombro que le era imposible esconderlo.Mérida asintió, y acercándose a la pequeña, le acaricio el negruzco cabello liso.—Cuando usted se fue, seguí el rastro de la mujer que Charlotte y yo vimos ese día entrando con otro hombre a la habitación que usted compartía con el señor Kendrick, pero esa no era la primera vez que la veíamos por allí. — dijo la dama de compañía mirando a Henrick, quien le indicó continuar. — Sabíamos que Chiara estaba intrigando en contra suya mi señora, pero no podíamos hacer nada, el señor Kendrick tomaba por cierto cada cosa que ella le decía…entonces, cuando esa noche ocurrió y usted se fue, Charlotte escucho a esa h