¡Hola de nuevo! Aquí vengo con un nuevo capítulo ¿Podrá Ava despejar todas sus dudas con respecto a Daniel? ¿Algo oculta la mucama? ¿Por qué actúa así? Déjame en los comentarios lo que te está pareciendo ¡Gracias por leer!
De golpe, el día que Ava había estado temiendo finalmente había llegado. Su corazón latía con una mezcla de emoción y ansiedad mientras pensaba en conocer a la familia de Daniel.La idea de enfrentarse a sus padres y a su hermana menor, que resultaba ser nueve años mayor que ella, generaba una serie de interrogantes en su mente. ¿Cómo sería su primera impresión? ¿Se llevarían bien? Todas estas preguntas llenaban sus pensamientos, pesando sobre ella como una carga que le estaba costando llevar.La presión de causar una impresión positiva en la familia de Daniel pesaba sobre sus hombros, y Ava podía sentir cómo la tensión se acumulaba en su cuerpo. Se preguntaba si estaría a la altura de las expectativas y si podría encajar en el mundo en el que Daniel había crecido.De inmediato, Daniel pareció darse cuenta de la ansiedad que Ava estaba sintiendo. Observó su expresión perpleja y comprendió la lucha interna que estaba teniendo. Carraspeó, terminó de golpe su café que ya se había enfriado
¡Atención! Sutil contenido erótico. Lee bajo tu propio criterio. Ava se encontraba muy perturbada por las palabras de su prometido, su mente estaba inundada de pensamientos y preocupaciones, cuando de pronto Daniel tomó suavemente su rostro entre sus manos, ella abruptamente salió de sus cavilaciones. Sus ojos castaños se encontraron con los oscuros de él y, antes de que pudiera decir algo, él se había acercado peligrosamente, sus labios buscaron los suyos, como si se tratara de imanes opuestos, terminando en un beso apasionado. Aunque Ava aún sentía cierta incomodidad en sus besos, él parecía completamente absorto, entregado en el momento. Ava podía sentir lo fresco de la colonia que utilizaba, aquel olor de alguna manera la calmó. Pronto los besos se intensificaron, y las manos de Daniel comenzaron a acariciar suavemente el cuerpo de Ava; estas ascendían y descendían con frenesí a lo largo de su espalda, para luego posarse en sus caderas, pero aquellas manos traviesas no se confor
¡Atención! Sutil contenido erótico, lee bajo tu propio criterio.Ava observaba el mundo exterior a través de la ventana del auto, con un nudo en el estómago y un latido acelerado en el pecho. Los paisajes pintorescos pasaban ante sus ojos, pero su mente estaba demasiado ocupada con los nervios y la ansiedad.Los colores vivos de los pueblos y las zonas boscosas contrastaban con su agitación interna, convirtiendo lo que podría haber sido un paseo encantador en una experiencia abrumadora.A su lado, Daniel trataba de apaciguarla, ofreciendo palabras de aliento que resonaban en los oídos de Ava como una melodía tranquilizadora, sin soltar su mano, la cual ya estaba ligeramente sudorosa de tanta tensión que sentía.—Vas a estar bien, Ava. Estoy aquí contigo, y todo saldrá como planeamos —decía Daniel, con calma, aunque Ava podía notar cierto rastro de preocupación en su mirada.Ava asentía levemente, tratando de creer en esas palabras mientras intentaba controlar su respiración agitada. Ha
Ya hacía unos segundos habían entrado a la gran mansión. La pareja había sido recibida por los mayordomos y amas de llaves y comenzó a caminar por el corredor principal que los llevaría al salón.Ava intentó esbozar un gesto altivo, aun no sabiendo si lo estaba logrando del todo, aunque por dentro estuviera más que impactada por la opulencia del lugar. Suponía que si lo estuviera haciendo mal, Daniel se lo hubiera hecho saber, así que permaneció con la frente en alto, tratando de ver al frente.—Escucha, sé que esto puede ser abrumador, pero estoy aquí contigo. Solo sigue mi ejemplo y todo irá bien. Además, déjame decirte que, luego de la prueba de fuego, podrás ver aquí dentro las actividades que son bastante variadas. Seguro que luego de tu presentación podrás disfrutar de algo que te guste.Ava enarcó una ceja e intentaba leer en los oscuros ojos de Daniel a lo que se refería.—¿Qué quieres decir? —inquirió Ava.—Bueno, por ejemplo, mi hermana Natalia es una apasionada de la equitac
En la elegante sala principal de la mansión Busch, el ambiente estaba cargado de tensión. Doña Daniela, con una expresión de desaprobación en su rostro, no ocultaba su molestia ni por asomo. Sus palabras habían resonado en el aire, llenando el espacio con un aire pesado de descontento. —Daniel, ¿me estás escuchando bien? ¡Mírame cuando te estoy hablando, hijo! No puedo creer que hayas mentido sobre la edad de esa chica, te lo estoy diciendo —prosiguió, con su tono de voz tan frío como el hielo —Te he repetido una y otra vez que no es apropiado que te fijes en mujeres tan jóvenes. Es irrespetuoso y va en contra de los valores de este hogar ¡Es que ya lo sabes y siempre es lo mismo contigo! El comentario sobre su edad hizo sentir a la chica, vulnerable y expuesta ante la familia de Daniel, quien no se quedó callado e intervino en su defensa, explicando la razón detrás de la mentira sobre su edad y cómo había sido la única manera de que ellos dos pudieran conectarse y conocerse. Daniel
En cuanto los Busch se levantaron de sus asientos y se adelantaron hasta el comedor, Daniel, notando la incomodidad de Ava, puso una mano en su espalda en un gesto de apoyo silencioso, aunque ella realmente se había sobresaltado, era obvio que sus nervios estaban alterados. —No te preocupes, cariño —susurró en voz baja—. Lo estás haciendo genial. Sigue así y te ganarás el cielo, lo juro. Ava asintió con nerviosismo, intentando controlar sus emociones. Ella observó como los sirvientes, a una distancia prudencial comenzaron a moverse, guiándolos hacia el comedor principal de la mansión. El ambiente parecía más tenso que nunca, y Ava podía sentir las miradas de los Busch sobre ella mientras avanzaban. El comedor era una obra maestra de elegancia y lujo. La mesa estaba decorada con detalles exquisitos, y los cubiertos de plata brillaban bajo la luz tenue que los ventanales filtraban. —Tu lugar es aquí, niña —indicó doña Daniela. «Ja… Niña, ¿eh?», pensó Ava. Sin duda aquella palabra la
Ava observaba cómo la limusina de Daniel se alejaba de la majestuosa Mansión Busch. Por un lado, sentía un alivio profundo al saber que no tendría que enfrentar a doña Daniela en un buen tiempo. Suspiró aliviada y su mente divagó hacia su hogar. Finalmente, la hipoteca estaba en proceso de ser saldada, y Ava tenía la sensación de que el sol comenzaría a brillar con el paso del tiempo. Daniel, complacido, la felicitó con un profundo beso que le robó el aliento. Ava sonrió, porque de alguna manera, al verlo feliz, ella también se sentía bien, y viceversa. ¿Cómo era posible que estuvieran comenzando a conectar en un nivel más profundo? ¿Por qué sentía que poco a poco se estaba abriendo a él emocionalmente? Por Dios... esos gestos comenzaban a hacerle efecto, él en serio comenzaba a ganarse su cariño, aunque aun no podia decir que se estaba enamorando, de ninguna manera. Mientras Ava se perdía en sus pensamientos dentro de la limusina, Daniel notó su ensimismamiento y decidió sacarla de
Daniel se mantuvo firme y sereno, aunque claramente incómodo por la situación. Su actitud mostraba determinación y respeto, a pesar del desagrado evidente en el rostro de doña Rosaura. Lo vio dudar por un par de segundos y se dirigió hacia Martín. «Bien… espero que ahora arranque, que se vaya y me evite un bochorno aquí», imploró Ava a Dios, al universo o a quien sea que la estuviera escuchando en un plano espiritual. Ella, se mordió el labio nerviosamente, observando la escena con preocupación. La tensión en el aire era palpable y un nudo en su estómago se formó abruptamente cuando en lugar de arrancar, la limusina se apagó y se escuchó el sonido de la puerta del vehículo abrirse para ver los lustrosos zapatos de Daniel apoyarse en la acera. —Señora, entiendo que nuestro encuentro fue inesperado y quizás incómodo —dijo Daniel con voz tranquila—. Escúcheme un momento, por favor, permítame asegurarle que mis intenciones hacia su hija son genuinas y llenas de respeto. Estoy dispuesto