Mucho, poquito o nadaEn los meses de agosto y septiembre, sé que se celebran muchas fechas especiales de amor y amistad. Sin embargo, para Keila, estos meses representaban algo diferente. Eran un tiempo en el que, de alguna manera, David parecía notarla por primera vez. En su mente y en sus encuentros resonaba la frase de aquella canción: "Me quiere mucho, poquito o nada".Cada encuentro con él estaba cargado de emociones contradictorias, como si las expectativas estuvieran siempre en juego.Voy a contarles algunos detalles que ilustran a qué me refiero con la frase “mucho, poquito y nada”, para que me entiendan un poco más, queridos lectores…- Mucho:Un día, como les comenté en el capítulo anterior con más profundidad, David felicitó a Keila por su graduación. A ella no le pareció mal, pero sí le resultó un poco extraño que, después de meses de solo cruzarse y nunca pronunciar su nombre en voz alta, él le hablara por primera vez. Como dijeron todos: por fin hubo diálogos entre esto
La Confusión de las RedesEn el mundo actual, las redes sociales son esenciales. Para Keila, TikTok no era solo una plataforma; era su espacio seguro, un refugio donde podía liberar su creatividad y mostrar su lado alegre, ese que muy pocos conocían en su vida diaria. En cada video, plasmaba sus recuerdos y pensamientos, pequeñas historias de menos de tres minutos que capturaban su esencia.Publicar en TikTok le generaba una mezcla de emoción y vulnerabilidad. Allí podía ser auténtica, compartir sus pasiones y, a veces, sus inseguridades más profundas. Pero no olvidemos que, en el pasado, alguien había utilizado ese mismo espacio para lastimarla. Afortunadamente, queridos lectores, eso parecía haber quedado atrás... o al menos, eso quería creer.Después de aquel encuentro inesperado en la panadería, Keila no pudo evitar notar algo extraño en la actitud de David. Sus gestos, aunque sutiles, parecían diferentes, como si quisiera acercarse a ella, aunque de una forma que ni ella misma lo
Un invitado sorpresaEs octubre. Para muchos, es el mes de Halloween, el mes de los brujitos, el mes del niño, el mes de los cortes de cabello aprovechando las fases de la luna, el mes de la Biblia, y el mes en el que hay una semana de receso para descansar y desconectar.Un mes lleno de tradiciones y simbolismos, de magia en el aire, de descanso merecido y de nuevos comienzos.Pero para Keila y David, octubre es mucho más que un simple cambio de estación.Es el mes en el que el destino da un giro inesperado en sus vidas.Después de que David vio a Keila por primera vez con otro chico que no fuera su hermano, algo cambió entre ellos. Fue un momento confuso y casi imperceptible, como una nube pasajera que cubre el sol por un instante. Sin embargo, los lectores pueden notar lo frágil que puede ser la conexión entre dos personas cuando los sentimientos se mezclan con percepciones y silencios no aclarados.Pero les contaré con más detalle qué sucedió…Durante la semana de receso, José, e
El distanciamiento que nadie vio venir.Desde aquel día en el supermercado, cuando David la vio con José, algo había cambiado. Keila no podía señalar el momento exacto en que todo empezó a sentirse diferente, pero lo supo desde la forma en que él bajó la mirada después de sonreírle. Tal vez no era nada, o tal vez era el comienzo de esa distancia silenciosa que ahora los separaba sin explicación.Después de todo, su relación con David siempre había sido extraña: miradas prolongadas, silencios incómodos y momentos que parecían significar algo, solo para desmoronarse en segundos.Pero esta vez era diferente.Las coincidencias entre ellos empezaron a desaparecer. Si antes lo veía en el supermercado o en la calle sin buscarlo, ahora esos encuentros simplemente dejaron de ocurrir.Llegó el cumpleaños del pueblo, la celebración más esperada del año.Las calles estaban llenas de luces de colores, banderines colgaban entre los postes y el aire tenía ese aroma inconfundible de comida callejera
El chico fugazDías después, Keila viajó con José y su familia a la casa de su abuela para celebrar el cumpleaños de su mamá. Fue un fin de semana lleno de risas, juegos y momentos familiares que le dieron a Keila un respiro inesperado. Ese tiempo fue como una pausa en su vida, una tregua frente a la confusión y las dudas que comenzaban a surgir sobre su relación con David.Cuando José regresó a la ciudad con su mamá para continuar con sus estudios, Keila volvió al pueblo junto a su madre y su abuela. Aunque la casa recobró su calma habitual, algo dentro de Keila seguía inquieto. Era como si aquel fin de semana en la casa de su abuela hubiera sido un refugio temporal de una verdad que aún no estaba lista para enfrentar.Al retomar su rutina en el pueblo, Keila notó algo extraño: David ya no estaba en el supermercado. Ahora los domicilios los entregaba un joven diferente, alguien que parecía conocer a todo el mundo…menos a ella.Al principio pensó que era una casualidad, pero los días
Entre recuerdos y promesasAunque parezca increíble, esta historia comenzó con un adiós. El 18 de enero, en el cumpleaños de su hermano, Keila puso fin a su relación a distancia con su casi novio. Él había afectado profundamente su estabilidad emocional y física. Con el apoyo de sus amigas y su madre, intentó seguir adelante, deseando borrar cada recuerdo. Pero por más que lo intentara, el dolor seguía ahí, oculto en las sombras de su mente, recordándole que algunas heridas tardan en cerrar.En ese momento, vivía en la gran ciudad con su padre, enfocada en reconstruirse. La universidad le trajo buenas noticias: había obtenido buenas calificaciones en sus últimos exámenes del semestre. Ese logro le devolvió algo de confianza. Empezó a sentirse más ligera, como si, poco a poco, la versión de sí misma que había perdido estuviera regresando. Sin embargo, había noches en las que el pasado la acechaba. La soledad tenía una forma cruel de traer de vuelta los recuerdos, haciéndola revivir cada
Un San Valentín agridulceEl Día de San Valentín siempre había sido un recordatorio incómodo para Keila. No porque tuviera algo en contra del amor, sino porque los recuerdos que traía consigo estaban cargados de promesas incumplidas y expectativas rotas. Este año no era la excepción.Despertó temprano, con la sensación de que algo en el aire pesaba más de lo normal. Miró su teléfono y, sin querer, lo primero que vio fueron las publicaciones de sus amigas celebrando la fecha. Flores, chocolates, cartas… todo un despliegue de amor en redes sociales. Suspiró y dejó el celular a un lado. No quería empezar el día sintiéndose así.Se levantó de la cama y se dirigió a la cocina, donde su madre ya estaba preparando café.—¿Dormiste bien? —preguntó su madre, dándole una taza caliente.—Más o menos —respondió Keila, removiendo el líquido con la cucharilla—. Es San Valentín.Su madre sonrió con ternura.—Es solo un día más, hija. No dejes que te afecte.Keila asintió, pero en el fondo sabía que n
La renovación y la liberaciónLos días pasaban, y Keila se encontraba en medio de una etapa crucial: la de liberarse por completo del "susodicho". Pero, como bien sabía, no sería tan sencillo. Los recuerdos que compartían seguían acechándola, presentes en cada rincón de su habitación. Aunque su cuarto no era grande, cada detalle parecía recordarle las promesas incumplidas y las ilusiones rotas atrapadas entre esas cuatro paredes. Determinada a dejar atrás ese capítulo de su vida, decidió remodelar su espacio, buscando deshacerse de los rastros de un pasado que había sido su refugio, pero que él había utilizado para distanciarse de ella.Comenzó por deshacerse de las cosas que le recordaban a él: fotos, videos y pequeños objetos que, en su momento, le habían parecido significativos. Al principio, se sintió abrumada, como si cada objeto representara una carga emocional que debía soltar. Pero luego, con cada recuerdo que sacaba de su vida, sentía que era un peso menos que se quitaba de su