El muro que comenzó a desmoronarseÚltimamente, David pasaba de ser un pensamiento lejano a un recordatorio constante de lo que no entendía. Y justo cuando creía que podía manejarlo, él volvía a aparecer. Pero lo que más le desconcertaba no era solo su presencia, sino la sensación de que él sabía algo que ella no.¿Qué había pasado realmente en la panadería?La duda la perseguía más de lo que estaba dispuesta a admitir. Desde aquel día, los recuerdos de su crisis de ausencia se mezclaban con las imágenes borrosas de David sonriendo, hablándole… y luego desapareciendo. Como si hubiera algo en ese momento que ella no podía recuperar del todo.A veces pensaba que tal vez había exagerado. Que tal vez él simplemente se había ido como cualquier otra persona lo haría. Pero una parte de ella se resistía a creerlo. Algo en su pecho se oprimía cada vez que recordaba el vacío repentino que sintió cuando volvió en sí y él ya no estaba allí.La personalidad de Keila, para muchos, se caracterizaba
Mucho, poquito o nadaEn los meses de agosto y septiembre, sé que se celebran muchas fechas especiales de amor y amistad. Sin embargo, para Keila, estos meses representaban algo diferente. Eran un tiempo en el que, de alguna manera, David parecía notarla por primera vez. En su mente y en sus encuentros resonaba la frase de aquella canción: "Me quiere mucho, poquito o nada".Cada encuentro con él estaba cargado de emociones contradictorias, como si las expectativas estuvieran siempre en juego.Voy a contarles algunos detalles que ilustran a qué me refiero con la frase “mucho, poquito y nada”, para que me entiendan un poco más, queridos lectores…- Mucho:Un día, como les comenté en el capítulo anterior con más profundidad, David felicitó a Keila por su graduación. A ella no le pareció mal, pero sí le resultó un poco extraño que, después de meses de solo cruzarse y nunca pronunciar su nombre en voz alta, él le hablara por primera vez. Como dijeron todos: por fin hubo diálogos entre esto
La Confusión de las RedesEn el mundo actual, las redes sociales son esenciales. Para Keila, TikTok no era solo una plataforma; era su espacio seguro, un refugio donde podía liberar su creatividad y mostrar su lado alegre, ese que muy pocos conocían en su vida diaria. En cada video, plasmaba sus recuerdos y pensamientos, pequeñas historias de menos de tres minutos que capturaban su esencia.Publicar en TikTok le generaba una mezcla de emoción y vulnerabilidad. Allí podía ser auténtica, compartir sus pasiones y, a veces, sus inseguridades más profundas. Pero no olvidemos que, en el pasado, alguien había utilizado ese mismo espacio para lastimarla. Afortunadamente, queridos lectores, eso parecía haber quedado atrás... o al menos, eso quería creer.Después de aquel encuentro inesperado en la panadería, Keila no pudo evitar notar algo extraño en la actitud de David. Sus gestos, aunque sutiles, parecían diferentes, como si quisiera acercarse a ella, aunque de una forma que ni ella misma lo
Un invitado sorpresaEs octubre. Para muchos, es el mes de Halloween, el mes de los brujitos, el mes del niño, el mes de los cortes de cabello aprovechando las fases de la luna, el mes de la Biblia, y el mes en el que hay una semana de receso para descansar y desconectar.Un mes lleno de tradiciones y simbolismos, de magia en el aire, de descanso merecido y de nuevos comienzos.Pero para Keila y David, octubre es mucho más que un simple cambio de estación.Es el mes en el que el destino da un giro inesperado en sus vidas.Después de que David vio a Keila por primera vez con otro chico que no fuera su hermano, algo cambió entre ellos. Fue un momento confuso y casi imperceptible, como una nube pasajera que cubre el sol por un instante. Sin embargo, los lectores pueden notar lo frágil que puede ser la conexión entre dos personas cuando los sentimientos se mezclan con percepciones y silencios no aclarados.Pero les contaré con más detalle qué sucedió…Durante la semana de receso, José, e
El distanciamiento que nadie vio venir.Desde aquel día en el supermercado, cuando David la vio con José, algo había cambiado. Keila no podía señalar el momento exacto en que todo empezó a sentirse diferente, pero lo supo desde la forma en que él bajó la mirada después de sonreírle. Tal vez no era nada, o tal vez era el comienzo de esa distancia silenciosa que ahora los separaba sin explicación.Después de todo, su relación con David siempre había sido extraña: miradas prolongadas, silencios incómodos y momentos que parecían significar algo, solo para desmoronarse en segundos.Pero esta vez era diferente.Las coincidencias entre ellos empezaron a desaparecer. Si antes lo veía en el supermercado o en la calle sin buscarlo, ahora esos encuentros simplemente dejaron de ocurrir.Llegó el cumpleaños del pueblo, la celebración más esperada del año.Las calles estaban llenas de luces de colores, banderines colgaban entre los postes y el aire tenía ese aroma inconfundible de comida callejera
El chico fugazLas semanas pasaron en un extraño silencio. Keila había dejado de buscar a David con la mirada cada vez que salía a la calle, aunque en el fondo esperaba encontrarlo por casualidad, como solía pasar antes. Pero no. El destino ya no jugaba a cruzarlos.Por momentos, pensaba que tal vez era mejor así. Si él había decidido desaparecer, ¿para qué seguir pensando en él? Pero había algo inquietante en esa ausencia, como si una pieza faltara en su vida cotidiana. La última vez que escribió en su agenda, las palabras quedaron inconclusas. No sabía qué más decir sobre David porque ya no había más que decir.Su mamá notó su distracción. Su abuela también. Pero Keila no quería hablar de ello. Así que, cuando llegó la oportunidad de viajar con José y su familia a la casa de su abuela, la aceptó sin dudar. Necesitaba un cambio de aire.El fin de semana en la casa de su abuela, con la celebración del cumpleaños de su mamá, fue un respiro inesperado. Risas, juegos y momentos familiare
La Huella del DesencuentroNoviembre llegó frío y melancólico, como si el destino decidiera intervenir en la historia de Keila y David.La noche anterior aún pesaba en su mente. El rugido de aquella moto alejándose en la distancia había sido apenas un detalle fugaz, pero algo en su interior le decía que no debía pasarlo por alto.Había algo en ese sonido que la inquietaba.Tal vez era la hora. Tal vez era el momento exacto en que ocurrió. O tal vez... era otra cosa.Y esa inquietud no desapareció al despertar.Un día, mientras el aire helado la acompañaba al supermercado, una silueta en movimiento captó su atención.No estaba segura de por qué, pero algo en la forma en que se movía le resultó extrañamente familiar.El chico pasó frente a ella justo cuando estaba a punto de cruzar la calle y se detuvo un instante más de lo habitual.Keila sintió un escalofrío recorrerle la espalda.Aunque la distancia, el sol y sus gafas dificultaban distinguir su rostro, hubo algo en él que la hizo co
Las sombras de una historia sin finalDiciembre había llegado con su aire fresco y festivo, llenando las calles de luces y colores. Las fachadas de las casas brillaban con luces titilantes, y el aroma a canela y pan recién horneado flotaba en el ambiente.Las risas de los niños resonaban entre las calles, sus voces emocionadas por la llegada de la Navidad. El aire, aún tibio al atardecer, se volvía más fresco a medida que la noche avanzaba, trayendo consigo el aroma de la cena que se cocinaba en las casas. No había escaparates llenos de regalos ni luces deslumbrantes como en la ciudad, pero en cada hogar se sentía la expectativa de las fiestasPero dentro de Keila, algo no terminaba de encajar.A medida que la noche se instalaba, una brisa fría rozó su piel, pero no fue eso lo que la estremeció. Era otra clase de frío, uno que nacía desde dentro, como si algo invisible la envolviera. Un peso en el pecho que no lograba sacudirse, una sensación de espera que no terminaba. Como si aún es