La brisa nocturna aún recorría las colinas alrededor de la mansión de Lucien cuando Clara despertó al lado del vampiro que había cambiado su vida para siempre. Los primeros rayos de un amanecer incipiente amenazaban con deslizarse por las ventanas pesadamente cubiertas, pero el refugio aún se mantenía envuelto en la penumbra, un mundo donde el tiempo parecía detenerse.Clara, aún enredada en las sábanas de seda, lo observaba dormir. Aunque su cuerpo no requería descanso, Lucien parecía encontrar en la calma de esa quietud un escape del peso que cargaba sobre sus hombros. Acarició su pecho frío, sintiendo el latido imperceptible de su corazón inmortal, esa señal de vida tan tenue que la hacía dudar si realmente lo era. Él no se movió, pero una calma sobrecogedora emanaba de su figura, algo que Clara nunca había visto en él. En ese instante, Lucien no era el imponente líder del clan más poderoso del mundo. No era el vampiro autoritario y controlador que había gobernado su destino con ma
El silencio de la sala del consejo apenas había terminado de disiparse cuando Lucien y Clara regresaron a su habitación. Las sombras parecían abrazar la estancia, envolviendo todo a su paso, como si el propio mundo reconociera la gravedad de lo que estaba por suceder. Clara, aunque inquieta, sentía una creciente confianza en Lucien, pero algo en el aire esa noche era diferente. La amenaza de los renegados había roto el equilibrio precario que el clan de Lucien mantenía desde hacía siglos, y ahora se encontraban ante una encrucijada peligrosa.Lucien se detuvo frente a las ventanas, observando el cielo oscuro, sus ojos brillando con una mezcla de rabia contenida y frialdad calculada. Cada movimiento que hacía era un recordatorio de su poder y de la carga que pesaba sobre sus hombros como líder. Clara, detrás de él, lo observaba en silencio, sintiendo que el momento previo a la tormenta estaba por desatarse.—¿Qué vas a hacer ahora? —preguntó ella, rompiendo finalmente el silencio.Luci
La noche había caído como un manto de terciopelo negro sobre la mansión de Lucien. Cada rincón de la estancia parecía vibrar con la expectativa de la batalla inminente. Los vampiros del clan se preparaban, afilando sus armas y ajustando sus armaduras, susurros llenos de tensión recorriendo los pasillos. Los preparativos estaban casi completos, pero en lo profundo del corazón de la mansión, una conversación crucial estaba a punto de tener lugar.Lucien se encontraba en su despacho, mirando el mapa de las tierras donde sabía que Darius y sus renegados habían estado ocultándose. Aunque sus ojos estaban fijos en los puntos estratégicos, su mente no estaba del todo presente. El peso de lo que estaba por ocurrir lo presionaba, como un manto de acero que se ajustaba con cada segundo que pasaba. Sabía que la confrontación con Darius marcaría un antes y un después en su reinado.Detrás de él, Clara permanecía en silencio, observándolo con una mezcla de admiración y preocupación. Durante semana
El aire aún olía a hierro y pólvora cuando los últimos ecos de la batalla comenzaron a desvanecerse. Los cuerpos de los renegados yacían dispersos por el campo de batalla, sus miradas vacías reflejando la derrota. Lucien observaba la escena con una mezcla de satisfacción y tristeza, sabiendo que cada victoria venía con un costo. Las luces de la luna se reflejaban en el suelo empapado, iluminando la carnicería que había tenido lugar en la oscuridad.Clara se mantuvo a su lado, su mano aún aferrada a la de él. El temor en sus ojos no podía ocultarse, pero también había un destello de admiración. Había sido testigo de la transformación de Lucien, del guerrero que había luchado no solo por su clan, sino también por su amor. Pero a medida que la emoción de la victoria se desvanecía, una sombra de preocupación se cernía sobre ella.—¿Qué hacemos ahora? —preguntó Clara, su voz apenas un susurro.Lucien giró su cabeza hacia ella, sus ojos aún brillantes con la intensidad del combate. Se dio c
Habían pasado varias semanas desde la victoria sobre Darius, y el clan de Lucien comenzaba a retomar una semblanza de normalidad. La mansión, siempre vibrante con la energía de sus habitantes, ahora era un lugar de relativa paz. Los vampiros del clan se concentraban en restaurar el equilibrio y la seguridad que habían perdido durante los enfrentamientos.Lucien, aunque su carga como líder no había disminuido, parecía más en control que nunca. Se había ganado el respeto y la lealtad absoluta de su gente, pero algo más profundo seguía latente en su interior, un malestar que lo perseguía a pesar de sus logros. Las noches transcurrían en silencio, pero en sus sueños, las sombras del pasado se negaban a abandonarlo.Clara notaba el cambio en él. Aunque en el exterior mantenía su habitual actitud autoritaria y segura, en la intimidad de sus momentos juntos, ella percibía la inquietud en sus ojos, la tensión en sus hombros. Sabía que algo lo atormentaba, pero Lucien no era un hombre que comp
Lucien paseaba por los extensos pasillos de la mansión, sus pensamientos perturbados por los rumores que empezaban a esparcirse como un veneno entre sus seguidores. Desde la última conversación con Clara, había estado más alerta. Los ojos de sus propios aliados lo seguían con más insistencia, susurros apagados llenaban los rincones oscuros. Sabía que algo no iba bien, que la paz que habían logrado tras la muerte de Darius estaba lejos de ser duradera.Clara también lo percibía. Aunque Lucien intentaba mantenerla apartada de las intrigas políticas y del tumulto interno, ella no podía evitar involucrarse. Su intuición humana, más afinada que la de muchos vampiros, le susurraba que algo grande estaba por ocurrir. Y esta vez, no era solo una amenaza externa; era algo mucho más peligroso, algo que venía desde el corazón del propio clan.Una tarde, mientras Clara observaba desde la ventana cómo los guardias patrullaban los terrenos, decidió que no podía seguir al margen. Se acercó a Lucien,
El eco de las palabras de Lucien se desvaneció lentamente en la sala subterránea, pero su impacto quedó grabado en el rostro de todos los presentes. Raphael, de pie, observaba a Lucien con una mezcla de desprecio y desafío. Los otros vampiros, testigos silenciosos de la traición, comenzaron a moverse inquietos, algunos retrocediendo, mientras otros miraban hacia Raphael, esperando su respuesta.Lucien dio un paso adelante, su presencia autoritaria llenando cada rincón de la sala. Clara lo observaba desde las sombras, con el corazón palpitante. Sabía que ese enfrentamiento definiría el futuro no solo de Lucien, sino también de todo el clan. Si Raphael lograba escapar, la división sería inevitable.—Raphael —dijo Lucien con voz gélida—, te doy una última oportunidad. Abandona tus pretensiones ahora, y quizás te conceda el exilio en lugar de la muerte.Raphael soltó una risa amarga, sus ojos centelleaban con una furia oscura. Durante siglos, había servido a Lucien, pero nunca había aband
Después del juicio y la ejecución de Raphael, el ambiente en el castillo seguía siendo tenso. Aunque el traidor había sido derrotado, Lucien sabía que las heridas que había dejado en el clan tardarían en sanar. Sin embargo, la amenaza externa no era lo único que pesaba sobre sus hombros. La luna llena, teñida de rojo por una extraña alineación astral, iluminaba el cielo nocturno como un presagio oscuro.Lucien caminaba por los vastos corredores de la mansión, sus pensamientos enredados entre el futuro del clan y su creciente relación con Clara. Cada paso resonaba con un eco frío que reflejaba la soledad que siempre lo había acompañado como líder. Ahora, con Clara a su lado, sentía algo nuevo, una vulnerabilidad que nunca había experimentado.Al llegar al gran salón, la encontró esperando junto al ventanal, su figura iluminada por el brillo rojizo de la luna. Clara había demostrado ser más fuerte de lo que él había imaginado, enfrentando la oscuridad de su mundo con una valentía que no