— ¿Qué desea? —la chica del mostrador le preguntó. —Preservativos —contestó, sin poder evitar giró hacia atrás intentando buscarlo, pero Guillermo ya se había esfumado de su visión. En cuanto pagó su compra, caminó un par de calles, hasta llegar a su vehículo—, espero no haberte hecho esperar. —No, no tardaste mucho —respondió su joven compañera. — ¿Encontraste —el medicamento para tu jaqueca? —preguntó Melisa. —Sí, muchas gracias, fuiste muy amable en traerme —respondió, recargándose con desgarbo sobre el asiento de su vehículo. Cerró los ojos, fingiendo que se sentía mal. —Me alegra ser de utilidad —contestó la joven, encendió el motor de su camioneta y se incorporó al tráfico de la ciudad—. Me alegra que hayas aceptado descansar en mi departamento —manifestó—, así no te quedas solo. Ladeó los labios con discreción, pues no podía llevarla a su casa, ya que estaba su mamá y el detestable de su hermano, tampoco podía proponerle llevarla a un motel pues se vería como un descarado,
El corazón de Melisa retumbaba con fuerza al estar sobre Mason, parpadeó en repetidas ocasiones, ante su nerviosismo, podía sentir cada parte del cuerpo de él, especialmente el de su entrepierna. Con rapidez, las manos de él se acunaron en sus mejillas, acercó sus labios a los de ella, buscando encender más la llama que, sabía chisporroteaba en el interior de la joven, quien correspondió a aquel beso, extasiada. —Tus besos, me hacen sentir mejor —expresó al tener que separarse para tomar aire. La chica sonrió, sin dejar de mirarlo, aquellas palabras, derretían su noble corazón. —Me alegra que estés mejor —respondió con la voz agitada—, necesitas descansar, no te veías nada bien en el gimnasio —le recordó—. Casi te desvaneces. —No me dio tiempo de almorzar, si lo hacía no alcanzaba a llegar a entrenar…, en lo único que podía pensar es en que deseaba verte. — ¿En serio? —cuestionó incrédula. —Por supuesto, ¿acaso lo dudas? —centró su verdosa mirada en sus ojos, sus manos no perd
Las manos de Oliver temblaban, decidió esperar un par de minutos antes de asomarse a la oficina de Guillermo, se había dado cuenta el gran gusto que le dio al recibir a Roger, un amigo en común de ambos. Al escuchar el tono de voz amable del abogado, decidió ingresar, en verdad aquel cuadro que presenció entre ese par de hombres, le hizo pensar que quizás con la ayuda de su viejo amigo, Guillermo, quizás reconsiderara su postura. Desvió su mirada hacia la chica que estaba cerca de ellos, supuso que se trataba de su asistente, ya que cuando llegaron al cubículo se encontraba vacío. La sorpresa que se llevó, fue impresionante, como si le hubieran arrojado un balde de agua con agua helada. No lo podía creer. ¡Era ella! Isabella, la mujer a la que no podía olvidar, aquella que amaba más que a su vida, la fémina que le seguía robando el sueño y lo torturaba en sus pesadillas. Su rostro permanecía estupefacto, ante su sorpresiva presencia. ¡No lo podía creer! Sin pensar en nada dio un p
—No tienes la menor idea de lo que estás diciendo —Mason se aflojó la corbata y desabrochó los botones de su camisa, intentando recomponerse de la impresión—. No la conoces bien como nosotros. En poco tiempo, Isabella se aburrirá de ti y se enredará con el primero que pase, como lo hizo conmigo y con mi hermano —expresó conteniéndose—. No pude resistirme a sus coqueteos. Soy hombre. —Se encogió de hombros—, además, había bebido de más, lo reconozco. Mi gran error fue comportarme como un caballero y ofrecerme a llevarla a su habitación. Las cosas se salieron de control ya que ambos sentíamos una fuerte atracción y se detonó aquella noche. —Presionó sus puños dentro de sus bolsillos. — ¡Mientes! —gritó Isabella—. Eres un maldito mentiroso. Un cobarde, un poco hombre. Mason movió la cabeza negando. —Es tu palabra contra la mía, ¿quién le podría creer a una mujer que anda con uno y con otro? —inquirió, mirándola fingiendo frialdad, sus manos morían por tocarla—. Soy un hombre solo respo
Oliver salió de la firma ‘De la Vega & asociados’ como alma que llevaba el diablo, no deseaba llegar a su casa, se sentía agobiado, como un completo perdedor, al que le habían puesto los cuernos. Era patético. Él que siempre se sintió seguro de sí mismo, al ser un hombre atractivo, desenvuelto, con porte y en esos momentos estaba más solo que nunca. Pagó una noche en un motel deseando no ser encontrado, dio un nombre falso, y se encerró deseando poder vaciar toda la mi3rda que lo abrumaba. —No nací para amar —respondió con dolor—, me criaron sólo para ganar, me convertí en un verdadero hijo de p**a —bufó, recordando las grandes lecciones que recibió del hombre al que más había admirado en su vida: «Todo es tan sencillo, solo tienes que ocuparte de mandarles flores, invitarlas a cenar, verlas a los ojos y fingir que les prestan atención, aunque sea un poco…, les aseguro que en poco tiempo obtendrán lo que los hombres buscamos de ellas». Esa fue la manera en la que los crió su padre
Colocó sus manos sobre la de ella y con su dedo pulgar, recorrió su dorso. No le había escuchado la manera en la que se expresó por lo que buscó que la mirara a los ojos, al ver que estaba pensativa. —Estamos juntos en esto —expresó—, tampoco voy a permitir que se acerquen a María, no son personas buenas, lo único que harán será destruirle la vida y eso está por verse. La barbilla de la chica tembló, ella mejor que nadie conocía la clase de personas que eran, no les importaba nada, para poder lograr sus propósitos, eso le preocupaba, no jugarían limpio, con tal de salirse con la suya, y si le quitaban a su hija, no lo resistiría, preferirá acabar con ellos. — ¿Qué estás pensando? —Guillermo suplicó, no le agradaba verla tan ausente. Acunó sus mejillas con sus grandes manos, y clavó sus ojos en su mirada. — ¡Habla! —exclamó con voz suave, pero firme. —No me importaría irme a la cárcel, si se tratase de defender a mi hija. Solo tienes que prometerme que siempre cuidarás de María, que
Santa Mónica, California.—Aun no puedo creer que estamos frente al mar —Isabella expresó recargada sobre la barandilla de la terraza del hotel, disfrutando de la increíble vista que tenían, desde la altura en la que recién se habían hospedado.En el interior de la habitación, Guillermo ladeo los labios sonriente, ante sus palabras. Al no haber podido pegar los ojos en toda la noche, la idea de tomarse un par de días para despejarse, le agradó, por lo que hizo las reservaciones, y compró los boletos de avión. A horas de la mañana, se movilizó a despertarlas, e hizo que prepararan sus maletas y tomaron un vuelo en aeropuerto de la ciudad.—Tampoco yo lo creo , pero lo necesitábamos. —Salió con María entre sus brazos y besó uno de los hombros de su chica. — ¿Les gustó la sorpresa? Isabella sonrió sintiendo como su piel se estremecía al percibir los labios de él sobre su piel, no podía dejar de mirar la hermosa panorámica que tenía frente a sus ojos. —Me encantó —pronunció con emoción
Con las manos temblorosas acomodó aquel vestido sobre la cama, era justo como lo había imaginado, con una caída sencilla, y un hermoso escote de corazón, con bordados y cristalería.Dios.Ese hombre pensaba en todo, sonrió llena de emoción, corrió a ducharse, se colocó su albornoz y enredó su cabellera en una toalla. De pronto se estremeció, ¿cómo se arreglaría ella sola para un momento tan importante?Sacudió su rostro saliendo de su ensimismamiento, al escuchar que tocaban a su puerta, se dirigió con rapidez, observando por la mirilla se encontró con una mujer. Abrió la puerta y ladeó su rostro.— ¿Isabella verdad? —extendió su mano para saludarla.—Sí —respondió con extrañeza.—Mucho gusto. Soy Camila, amiga de Memo. Vine a ayudarte a arreglarte —indicó mostrando el estuche de maquillaje y un bolso que sostenía.— ¿Y Guillermo? —indagó con desconfianza.—Se está arreglando en la habitación de mi esposo y la mía —dijo con naturalidad e ingresó—. Por tradición el novio no puede ver a