—Aún no he tomado una decisión —respondió con sinceridad—, hace un par de meses me interesaba acercarme a ellos, ya que tiene presencia en algunos estados en los que me gustaría estar. A pesar de que intentó ser cuidadoso con cada palabra que iba pronunciando, se dio cuenta que Isabella no lo estaba tomando nada bien, se veía pálida, al tomar sus manos se percató que estaban temblorosas. Pasó saliva intentando hacer pasar aquella picazón en su garganta. —Necesito un poco de agua —solicitó ella. De inmediato se puso de pie y sirvió un vaso con agua, y se lo entregó, se asombró al ver que lo bebía de hilo. — ¿Por qué no me dijiste que te interesaba hacer negocios con esa familia? —reclamó con voz temblorosa—, si lo hubiera sabido, jamás me habría acercado a ti. —Lo miró a los ojos sin ocultar su dolor. —Porque había perdido todo interés con la firma. —Retiró un par de mechones de la larga cabellera de ella, al tener tan cerca su mano del rostro de su chica, colocó su palma sobre su
Guillermo la vio a los ojos, reflejándose en la nitidez de su dulce mirada, sin tener una respuesta clara que darle por el momento, aún tenía la interrogante el mismo, sin saber si asociarse con los Weber o no. Por el momento estaba en una balanza aquella cuestión. —Lo estoy considerando —contestó con honestidad, tuvo que poner más fuerza en el agarre al tenerla sobre su regazo, para evitar que se pusiera de pie e intentara alejarse una vez más. — ¿Por qué? —preguntó susurrando con la voz llena de aflicción. Cada músculo de su cuerpo se contrajo al pensar en los nuevos motivos por los que deseaba acercarse a esa firma, su mirada se ensombreció, opacandose más, casi hasta tornarse en un temible color azabache, que desconocía él mismo que podía tener, ante la sed de venganza en contra de todos los Weber. La piel de Isabella se estremeció, envuelta en un gran escalofrío que le provocó que cada poro de su cuerpo se erizara, al percatarse de la mirada más gélida que nunca había visto en
Su dulce mirada lo desarmaba, no podía sostenérsela luego de escuchar sus firmes argumentos. —Quiero una vida plena a tu lado —Guillermo respondió con ternura, acercó sus labios a los de ella y la besó con cariño—, perdóname por mortificarte —mencionó. —No tienes nada que disculparte —contestó—, esto que sientes es porque me amas —manifestó, de pronto su estómago comenzó a clamar por alimento. Guillermo no pudo evitar sonreír ante el fuerte gruñido del estómago de su chica. —Parece que alguien trae un perro agonizando dentro —se mofó—, anda vamos a comer —solicitó. Carcajeó al escucharlo, llevándose una de sus manos hacia su abdomen. —Sí por favor. —Se puso de pie y salió con rapidez buscando su bolso, entonces se detuvo en seco al encontrarse a Maritza cerca de su cubículo. — ¿Se le perdió algo licenciada? —indagó con voz seca. —Vine a hablar con Memo de un par de asuntos de los que no se pueden tratar con el personal…, de limpieza —murmuró sus últimas palabras y prosiguió igno
Isabella no pudo permanecer en la oficina, por lo que salió de la empresa y tomó un taxi, para dirigirse a su departamente, aquella escena, le provocó una fuerte jaqueca y deseaba recostarse. Al llegar a su piso se dirigió a la cocina tomó un vaso con agua y bebió junto con un par de analgésicos para calmar el dolor. Aún no podía creer que una mujer distinguida, refinada como lo era Maritza se rebajara y rogara amor. Eso la hizo darse cuenta que no importa el estatus social, ricas, pobres, enamoradas, eran capaces de dejarse pisotear, por un supuesto ‘amor’, sin darse cuenta que lo más importante era amarse primero a ellas mismas, para que no permitieran tantas humillaciones. Ella era una de las que habían encabezado esa lista, pero ya no más. Al llegar a su habitación, lanzó las zapatillas y se dejó caer sobre la cama, no podía negar que sentía curiosidad de saber lo que había sucedido entre Guillermo y Maritza, pero ese asunto era entre ellos y debía solucionarlo él. Sintiendo q
Al sentir el firme impacto sobre su rostro, Guillermo la liberó de su agarre y colocó una de sus manos sobre la nariz, cubriendo al instante el sangrado que comenzó a fluir. La miró completamente desconcertado, y se movilizó a tomar un pañuelo desechable intentando detener la hemorragia nasal.. — ¿Qué te ocurre? —indagó acercándose con lentitud a ella, ¿lo golpearía por lo ocurrido con Maritza?, era algo que jamás se hubiera imaginado, no entraba en su lista de posibilidades, la había imaginado molesta, pero no al grado de agredirlo de esa forma. Isabella sujetó una almohada y se aferró a ella, sujetándola con todas sus fuerzas. —Eres un malnacido —expresó con la voz fragmentada. Ladeó su rostro al observar la forma en la que actuaba, con lentitud la escudriñó, dándose cuenta que en ningún momento lo había mirado a los ojos, además que en su mirada no había molestia,sino temor. —¿Isa me escuchas?, soy Guillermo. —Se acercó con cautela y se flexionó sobre su cama, buscando encontr
Se acercó a él, y recargó su cabeza a su pecho, disfrutando de su calidez, estar entre sus brazos la sosegaba, provocando que todo lo que le preocupaba, se disipara. Definitivamente era su lugar seguro. —Desee entrar a la oficina y quitártela de encima con mis propias manos —confesó con sinceridad—, no soporto que se te acerquen de la forma en la que ella lo hizo. Por eso me alejé, tuve miedo de no poder contenerme. Deslizó sus gruesos dedos sobre las rizadas hebras de su larga cabellera. —No te preocupes por eso, ya puse orden, eso no se volverá a repetir, te doy mi palabra —manifestó con seguridad—. Maritza no volverá a entrometerse. — ¿Por qué lo dices? —elevó su mirada para verlo a los ojos. —La despedí —explicó con simpleza—, ya no forma parte de la firma. — ¿Es en serio? —no pudo evitar preguntar, ante su sorpresa, además que verlo tan apacible, la hizo creer que quizás bromeaba y la había sancionado de otra forma. — ¿No me crees? —arrugó el ceño al ver su reacción. —Es a
Las mejillas de Melisa ardieron ante aquella observación que era cierta, iba a la ducha, y no a la salida del gym, estaba tan embobada con la imponente presencia de aquel hombre que lo había olvidado por completo. Un punto más para que comprobara su retraso mental. Se reprendió. —Olvidé que tengo que ver a mi mamá en casa —mintió para intentar salvar su reputación sobre su salud mental—, tengo que irme —explicó y antes de que saliera se detuvo unos instantes ante su curiosidad. — ¿Eres nuevo?, nunca te había visto. —Sí, lo soy. Un par de amigos me recomendaron este gimnasio y quise darle una oportunidad —mintió—. Espero volver a encontrarte por aquí —sonrió sabiendo que había caído. Una vez más se comprobaba a sí mismo, que no perdía su encanto. Se sentía todo un playboy. Inhaló profundamente al escucharlo, parecía que estaba interesada en ella y eso la hizo sentirse feliz. Deseaba volver a verla. En su interior gritó de felicidad. —Seguramente así será —intentó modular el tono de
Maritza y Marshall su padre, se encontraban tomando una taza de café, en el estudio, mientras la chica le ayudaba en sus labores, buscando despejar la tristeza que tenía su hija, desde que Guillermo la había echado de la peor manera, no podía quitarse de la cabeza ir a enfrentarlo para que le diera una explicación. —Deberías tomar el control de la compañía —su sugerencia se escuchó más a una suplica. —No me pidas eso, sabes muy bien, que deseo estar en la firma. El hombre rodó los ojos. —No puedo permitir que te sigas exponiendo, he estado pensando en qué debemos demandar a Guillermo, lo que hizo es muy grave. Te agredió y no lo voy a permitir —expresó cerrando con fuerza su puño. La joven se quedó pensativa, sorprendida al ver reaccionar a su padre de esa forma, era un hombre muy tranquilo. Sonrió ladeando los labios de forma perversa. Sí, quizás esa sería la forma poder conseguir lo que buscaba de él, una demanda lo dejaría muy mal ante la opinión pública, su imagen como el mejo