Isabella acomodó las carpetas sobre cada uno de los lugares de los socios de la firma, que no tardaban en llegar, salió y se dirigió a la oficina de Guillermo.— ¿Puedo pasar? —indagó asomando su rostro por la puerta.Memo sonrió al ver la forma en la que caían un par de largos rizos sobre su cara.—Pasa. —De inmediato se puso de pie para recibirla.— ¿Está todo listo? —indagó. —Sí, todo perfecto, supervisé cada detalle, revisé que no hubiera ninguna falla —explicó—, jamás volverá a suceder algo como lo de hace algunos meses, no volveré a dejarte en ridículo.—Nunca lo haces —susurró, y la estrechó, sin poder evitarlo. — ¿Acaso crees que nunca me equivoqué cuando era un pasante y le reportaba a mi padre. —Elevó una ceja.— ¿Te llegó a pasar?No pudo evitar sonreír al evocar aquellos momentos.—Por supuesto, no tienes la menor idea del hombre en el que se transformaba mi padre, cuando se convertía en el presidente de la firma.—No tenía la menor idea que habías pasado por algo así. —L
Las piernas temblaron, cuando sintió su mano sobre su antebrazo, dirigiéndola al estudio, ni siquiera se atrevió a poner resistencia. Cada que lo tenía tan cerca a ella, perdía el control de su cuerpo, era el efecto que le provocaba, la desestabilizaba completamente, estaba perdidamente enamorada de él, era su debilidad. Se volvía un corderito, ante un feroz cazador. Entró al estudio y se arrinconó como cuando era niña y se había portado mal, sintiéndose pequeña ante la imponente presencia de Guillermo, apretó con fuerza sus puños, tensa. Sabía que había desatado su ira y esta vez no se lo perdonaría. —Ya es tiempo de que aclaremos las cosas —Guillermo la soltó de su agarre y cerró la puerta colocando el pasador. — ¿Quién te dio el derecho de entrometerte en mi vida? —preguntó furioso—, ya te lo había advertido y parece que no comprendiste nada. —No te enfades, lo hago por tu bien —se defendió mirándolo a los ojos—, lo hago porque me importas, más de lo que te imaginas. No merezco q
Días después. Con su gran porte Guillermo atravesó todo el corredor que lo llevaría a la sala de juntas de la firma ‘Weber & asociados’ Antes de llegar a la sala de juntas, se detuvo al final del pasillo para ver el mural de la imagen de la familia Weber, los imagino acomodándose llenos de gran arrogancia, ante un fotógrafo profesional, buscando encontrar la pose perfecta para aparentar ser poderosos, indestructibles, los amos del universo. Observó con escrutinio a los padres de pie a la cabeza de los hijos y a ellos sentados en orden jerárquico. Eran tan patéticos, queriendo mostrarse perfectos, entonces su mirada se fijó en ellos… “Oliver”. El típico hombre sin carácter, apegado a su mami, con complejos de superioridad, pero solo eso, ‘complejos’. Elevó ambas cejas sin sentirse ni un poquito impresionado con su elegante apariencia. Algo debía tener qué les atraía a simple vista a las mujeres, en poco tiempo había tenido dos relaciones, por lo menos a la vista. De los que tiran la
—Aún no he tomado una decisión —respondió con sinceridad—, hace un par de meses me interesaba acercarme a ellos, ya que tiene presencia en algunos estados en los que me gustaría estar. A pesar de que intentó ser cuidadoso con cada palabra que iba pronunciando, se dio cuenta que Isabella no lo estaba tomando nada bien, se veía pálida, al tomar sus manos se percató que estaban temblorosas. Pasó saliva intentando hacer pasar aquella picazón en su garganta. —Necesito un poco de agua —solicitó ella. De inmediato se puso de pie y sirvió un vaso con agua, y se lo entregó, se asombró al ver que lo bebía de hilo. — ¿Por qué no me dijiste que te interesaba hacer negocios con esa familia? —reclamó con voz temblorosa—, si lo hubiera sabido, jamás me habría acercado a ti. —Lo miró a los ojos sin ocultar su dolor. —Porque había perdido todo interés con la firma. —Retiró un par de mechones de la larga cabellera de ella, al tener tan cerca su mano del rostro de su chica, colocó su palma sobre su
Guillermo la vio a los ojos, reflejándose en la nitidez de su dulce mirada, sin tener una respuesta clara que darle por el momento, aún tenía la interrogante el mismo, sin saber si asociarse con los Weber o no. Por el momento estaba en una balanza aquella cuestión. —Lo estoy considerando —contestó con honestidad, tuvo que poner más fuerza en el agarre al tenerla sobre su regazo, para evitar que se pusiera de pie e intentara alejarse una vez más. — ¿Por qué? —preguntó susurrando con la voz llena de aflicción. Cada músculo de su cuerpo se contrajo al pensar en los nuevos motivos por los que deseaba acercarse a esa firma, su mirada se ensombreció, opacandose más, casi hasta tornarse en un temible color azabache, que desconocía él mismo que podía tener, ante la sed de venganza en contra de todos los Weber. La piel de Isabella se estremeció, envuelta en un gran escalofrío que le provocó que cada poro de su cuerpo se erizara, al percatarse de la mirada más gélida que nunca había visto en
Su dulce mirada lo desarmaba, no podía sostenérsela luego de escuchar sus firmes argumentos. —Quiero una vida plena a tu lado —Guillermo respondió con ternura, acercó sus labios a los de ella y la besó con cariño—, perdóname por mortificarte —mencionó. —No tienes nada que disculparte —contestó—, esto que sientes es porque me amas —manifestó, de pronto su estómago comenzó a clamar por alimento. Guillermo no pudo evitar sonreír ante el fuerte gruñido del estómago de su chica. —Parece que alguien trae un perro agonizando dentro —se mofó—, anda vamos a comer —solicitó. Carcajeó al escucharlo, llevándose una de sus manos hacia su abdomen. —Sí por favor. —Se puso de pie y salió con rapidez buscando su bolso, entonces se detuvo en seco al encontrarse a Maritza cerca de su cubículo. — ¿Se le perdió algo licenciada? —indagó con voz seca. —Vine a hablar con Memo de un par de asuntos de los que no se pueden tratar con el personal…, de limpieza —murmuró sus últimas palabras y prosiguió igno
Isabella no pudo permanecer en la oficina, por lo que salió de la empresa y tomó un taxi, para dirigirse a su departamente, aquella escena, le provocó una fuerte jaqueca y deseaba recostarse. Al llegar a su piso se dirigió a la cocina tomó un vaso con agua y bebió junto con un par de analgésicos para calmar el dolor. Aún no podía creer que una mujer distinguida, refinada como lo era Maritza se rebajara y rogara amor. Eso la hizo darse cuenta que no importa el estatus social, ricas, pobres, enamoradas, eran capaces de dejarse pisotear, por un supuesto ‘amor’, sin darse cuenta que lo más importante era amarse primero a ellas mismas, para que no permitieran tantas humillaciones. Ella era una de las que habían encabezado esa lista, pero ya no más. Al llegar a su habitación, lanzó las zapatillas y se dejó caer sobre la cama, no podía negar que sentía curiosidad de saber lo que había sucedido entre Guillermo y Maritza, pero ese asunto era entre ellos y debía solucionarlo él. Sintiendo q
Al sentir el firme impacto sobre su rostro, Guillermo la liberó de su agarre y colocó una de sus manos sobre la nariz, cubriendo al instante el sangrado que comenzó a fluir. La miró completamente desconcertado, y se movilizó a tomar un pañuelo desechable intentando detener la hemorragia nasal.. — ¿Qué te ocurre? —indagó acercándose con lentitud a ella, ¿lo golpearía por lo ocurrido con Maritza?, era algo que jamás se hubiera imaginado, no entraba en su lista de posibilidades, la había imaginado molesta, pero no al grado de agredirlo de esa forma. Isabella sujetó una almohada y se aferró a ella, sujetándola con todas sus fuerzas. —Eres un malnacido —expresó con la voz fragmentada. Ladeó su rostro al observar la forma en la que actuaba, con lentitud la escudriñó, dándose cuenta que en ningún momento lo había mirado a los ojos, además que en su mirada no había molestia,sino temor. —¿Isa me escuchas?, soy Guillermo. —Se acercó con cautela y se flexionó sobre su cama, buscando encontr