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CAPÍTULO 31. MI UNICO DESEO ES QUE SEAS FELIZ

Con el dorso subiendo y bajando, aún agitado, después de haberse entregado a aquella pasión desbordada que ya no podían esconder, Isabella acomodó su rostro en el firme pectoral de él, y comenzó a deslizar la yema de sus dedos sobre su pecho, trazando suaves círculos sobre la tibieza de su piel, disfrutando de haberse entregado libremente al amor, que emanaba desde lo más profundo de su ser.

—Fue maravilloso —pronunció con la voz un poco ronca—, jamás me había sentido así —confesó elevando su rostro para mirarlo.

Guillermo frunció el ceño al escucharla.

— ¿A qué te refieres? —preguntó, acercándose para darle un beso sobre uno de sus hombros.

—En tus brazos he vibrado como nunca lo había hecho jamás —sonrió al verlo—, cuando estás metida en una relación en la que no te aman, pierdes el sentido de la vida, pensando que sin esa persona no podrás vivir, no podrás salir adelante; sin embargo, para mí, fue una oportunidad, para darme cuenta que el mundo no se acababa. Aprendí a amarme y a v
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