— ¡Auch! —exclamaron ambos tomando distancia, tocando su frente.En ese momento fue inevitable que se vieran a los ojos, y sonrieron.—Lo lamento —expresó ella avergonzada.—Es mi culpa, no fue mi intención asustarte —refirió con serenidad. — ¿Te duele mucho? —indagó retirando la mano de su rostro.—No, no es para tanto —contestó inclinando su mirada.— ¿Te gustó el almuerzo? —preguntó intentando mantener aquel ambiente armonioso que se sentía.—Sí, muchas gracias, lo disfruté mucho —confesó con sinceridad.—Me hubiera gustado que me acompañaras a almorzar —indicó mientras recogía aquellos papeles del suelo.—Lo siento, deseaba avanzar lo más rápido posible. —Camino hacia la sala y tomó asiento.—¿Me vas a decir lo que te ocurre? —cuestionó acercándose a ella—, desde que salí de la junta, estás actuando muy rara conmigo, me gustaría saber ¿qué es lo que te ocurre? —Se sentó sobre la mesa de centro para mirarla a los ojos.Isabella se aclaró la garganta, para poder hablar, su varonil a
—No puedo creer que me hables así, por una arribista. Nos conocemos desde hace tantos años, desde que éramos niños. Eres injusto. Solo trato de protegerte —chilló—. Somos amigos de toda la vida. ¿Por qué me tratas así? —reclamó—. No es mi culpa que busques mujeres que no están a tu altura, y yo solo deseo evitarte un fuerte golpe, ¿por qué lo tomas a mal? ¿por qué estás tan molesto’Arrugó el ceño al mirarla.—Eres tú la que está abusando de eso —reclamó—, yo no necesito que nadie me proteja, soy un hombre de treinta y un años, no un niño. —La fulminó con la mirada—, no quiero que te vuelvas a entrometerte y le metas ideas erróneas a Isabella, no puedo creer que la compararas con Iris, ¿que clase broma pesada es esa? —reprochó.Maritza inhaló profundo, lo conocía bien, sabía que Guillermo era de las personas que no se dejaban y tomaba acción, no se quedaba de brazos cruzados.—Tienes razón. —Arrastró con fuerza su blanca dentadura—. Me extralimite, lo reconozco —manifestó—, lo…, sien
Los ojos de Isabella se fijaron en sus carnosos labios, no podía dejar de desear acariciarlo y volver a sentir que flotaba entre algodones de azúcar.—No, no puedo negarlo —respondió sin dejar de mirarlo—. Son muchas cosas las que me detienen —confesó—. Soy madre de una niña que solo me tiene a mí. Y mi deber es pensar primero en ella antes que en mí. Tengo compañeras que pasan por mi misma situación, y se han encontrado con el rechazo de sus parejas hacia sus hijos, algunos de ellos, los han llegado a maltratar. Yo no podría permitir que nadie tocara a mi hija, por pensar primero en mí.Guillermo la miró con ternura, desde que la conoció, supo que era una mujer muy fuerte, a pesar de haber sido lastimada tanto.—Dame la oportunidad de demostrarte que soy un hombre diferente a los que has conocido. —Delineó con su dedo pulgar sus apetitosos labios.— ¿Y si me vuelvo a equivocar? —preguntó con temor—. No podré soportar otra caída.—¿Y si no te equivocas? ¿y si dejas pasar el verdadero
El hombre colocó dos dedos en el cuello de su camisa y tiró de ella buscando aflojarla, en verdad aquella mujer provocaba temor, tenía una penetrante mirada color verde, su rostro era como el de un general en plena guerra.— ¿No se lo había dicho su hijo? —cuestionó fingiendo no estar enterado, que desconocía que ella no estaba enterada.— ¿Le parece que esta expresión es de qué ya estaba enterada? —reclamó acercando su rostro al del hombre.Retrocedió de inmediato, y se puso de pie.—Vaya, que sorpresa. —Sacó un pañuelo del bolsillo de su jersey y limpió las gotas de sudor que aparecieron sobre su frente.—Quiero que me diga todo lo que sabe de ese hijo —ordenó. —Es una niña —explicó—, se llama María —indicó—, tiene más de dos años.Las manos de Victoria temblaron, tuvo que ponerse de pie para poder respirar.—Tiene que ser mi nieta —balbuceó con dificultad—, una Weber no puede vivir en medio de la pobreza, sufriendo grandes carencias, a lado de una madre incompetente —dijo sintien
En cuanto Isabella escuchó aquellas palabras, comenzó a leer los documentos que le entregó, presionó su labio inferior conforme avanzaba, hasta que dibujó una sonrisa que le llegó hasta sus ojos.— ¡Soy una mujer libre! —expresó sintiendo que se le quitaba un peso de encima—. Lo único que me preocupa es que me puedan quitar a María, son una familia muy poderosaLa tomó por ambas manos y la miró a los ojos.—Ya no estás sola, me tienes a mí, no lo olvides. —Se acercó a ella y la abrazó.—Tienes razón, ya no estoy sola, cuento contigo. Eres mi ángel —expresó con sentimiento—. Tengo tanto que agradecerle, al haberte conocido, más feliz, no puedo ser —susurró.—Tampoco yo. —Sujetó con ambas manos sus mejillas y acercó sus labios, para robarle un beso.—Hay algo que tengo que decirte —Isabella lo miró a los ojos.— ¿Qué cosa?—Ahora que estoy trabajando a tu lado, deseo buscar un apartamento para María y para mí, tengo la ilusión de darle el hogar que mi hija se merece.— ¿Deseas mudarte?
Isabella sonrió al ver que Guillermo descendió del auto, en cuanto la vio para abrirle la puerta.—No quisiste esperarme —Memo mencionó tomando el portavasos que llevaba en sus manos, además de tomar su bolso—, no sé como puedes con tantas cosas.—Avanzamos más rápido si yo salía a comprar el café —contestó acercando sus labios a los de ella para darle un beso.***Oliver intentaba encontrarla, pasando entre las personas que también cruzaban la avenida, al llegar a la esquina se detuvo al escuchar que timbraba su móvil, presionó los dientes, en señal de reproche al ver que se trataba de Emma, había olvidado que lo estaba esperando en su restaurante preferido.— ¿Vas a tardar mucho? —ella preguntó.—No, ya voy para allá —contestó de inmediato.—Se oye mucho ruido, ¿en dónde estás?—En el auto, estoy escuchando las noticias. —Se paró de puntitas intentando encontrarla por encima de las personas, pero no lo conseguía, la duda de saber si era Isabella o no, lo estaba consumiendo, aunque a
En ese instante se acercó Guillermo y entrelazó sus dedos a los de ella.—Les presento a Isabella Rodrígez, mi novia.Don Guillermo, cruzó sus ojos color chocolate a su esposa unos instantes, sin poder dar crédito a lo que escuchaba.—Un placer. —Sacudió su cabeza para cambiar su cara de asombro y acercó su mano al instante a ella. Era un hombre de grandes valores.—El gusto es mío —respondió Isa, sin poder ocultar su nerviosismo en el tono de su voz.El hombre ladeó los labios sonriente y tomó por el brazo a su mujer para que la saludara, y luego se sentaran en la sala.— ¿Qué les hizo venir a visitarme de esta manera…, tan inhabitual? —preguntó Memo sin poder evitar la franqueza en sus palabras.Sus padres se miraron a los ojos, a pesar que habían ensayado una excusa durante en el trayecto, no estaban acostumbrados a mentir, por lo que se quedaron de pronto en silencio.—Salimos a hacer unas compras muy cerca de aquí…, y pensamos en pasar a saludarte —don Guillermo dijo notandose a
—Este es el indicado —Isabella expresó con entusiasmo.Guillermo correspondió a su sonrisa, al verla tan emocionada, la vio caminar hacia una de las habitaciones y la siguió quedándose de pie en el umbral de la puerta.—Aquí voy a poner la cama de María, quiero que sea blanca, en la cabecera le colocaré estrellas de madera en color morado. —Señaló el espacio—, allá irá su tocador y una repisa para sus muñecas. —Lo miró sin ocultar su felicidad. — ¿Te gusta la idea? —Me encanta —respondió—, ya veo el juguetero repleto de muñecas, y osos de peluche —indicó él.—Deseo que no le falte nada —su voz se fragmentó—, ha tenido que pasar por muchas carencias, y ya es tiempo de que cambie la situación —manifestó aclarándose la garganta.Se acercó a ella y la estrechó con cariño, inhalando el dulce aroma que emanaba de su piel.—Has hecho todo, por darle lo mejor, María se ve una niña feliz, te aseguro que no le ha faltado nada, teniéndote como su mamá.Escuchar esas palabras le provocaron que s