En ese instante se acercó Guillermo y entrelazó sus dedos a los de ella.—Les presento a Isabella Rodrígez, mi novia.Don Guillermo, cruzó sus ojos color chocolate a su esposa unos instantes, sin poder dar crédito a lo que escuchaba.—Un placer. —Sacudió su cabeza para cambiar su cara de asombro y acercó su mano al instante a ella. Era un hombre de grandes valores.—El gusto es mío —respondió Isa, sin poder ocultar su nerviosismo en el tono de su voz.El hombre ladeó los labios sonriente y tomó por el brazo a su mujer para que la saludara, y luego se sentaran en la sala.— ¿Qué les hizo venir a visitarme de esta manera…, tan inhabitual? —preguntó Memo sin poder evitar la franqueza en sus palabras.Sus padres se miraron a los ojos, a pesar que habían ensayado una excusa durante en el trayecto, no estaban acostumbrados a mentir, por lo que se quedaron de pronto en silencio.—Salimos a hacer unas compras muy cerca de aquí…, y pensamos en pasar a saludarte —don Guillermo dijo notandose a
—Este es el indicado —Isabella expresó con entusiasmo.Guillermo correspondió a su sonrisa, al verla tan emocionada, la vio caminar hacia una de las habitaciones y la siguió quedándose de pie en el umbral de la puerta.—Aquí voy a poner la cama de María, quiero que sea blanca, en la cabecera le colocaré estrellas de madera en color morado. —Señaló el espacio—, allá irá su tocador y una repisa para sus muñecas. —Lo miró sin ocultar su felicidad. — ¿Te gusta la idea? —Me encanta —respondió—, ya veo el juguetero repleto de muñecas, y osos de peluche —indicó él.—Deseo que no le falte nada —su voz se fragmentó—, ha tenido que pasar por muchas carencias, y ya es tiempo de que cambie la situación —manifestó aclarándose la garganta.Se acercó a ella y la estrechó con cariño, inhalando el dulce aroma que emanaba de su piel.—Has hecho todo, por darle lo mejor, María se ve una niña feliz, te aseguro que no le ha faltado nada, teniéndote como su mamá.Escuchar esas palabras le provocaron que s
Isabella se dirigió a la sala de juntas y acomodó las carpetas sobre los lugares de cada uno de los abogados que asistirían. Antes de que llegara a la puerta, se dio cuenta que Guillermo estaba recargado en uno de los muros, viéndola.— ¿Se le ofrece algo, abogado? —Isa acomodó su cabellera hacía uno de sus hombros y sonrió de manera coqueta.—Un beso —respondió él, cerrando la puerta de la sala de juntas, la tomó por la cintura y se acercó a sus labios, para saborear su dulce sabor.—También lo necesitaba —suspiró profundo la joven—, lo dejo trabajar —susurró.Momentos más tarde Guillermo presidió la reunión, hablando sobre los casos que estaban llevando, tomó su Ipad para ver a detalle cada caso, frunció el ceño al no poder encontrar la información, imaginó que al compartirsela a Isa, algo había hecho y se bloqueó.— ¿Cambiaste de carpeta la información? —le preguntó al salir a buscar a Isa.—No, no hice nada —respondió ella e ingresó a su ordenador y comenzó a buscar la información
Seis meses después.La majestuosa vista que albergaba el parque de Brooklyn por la noche, daba la panorámica perfecta para lo que Memo se traía entre manos. Desde donde estaba parado, observaba la impresionante vista de Manhattan, al otro lado del río. Además que se podía sentir una especie de atmósfera romántica a su alrededor, debido a los distintos tipos de luces que rodeaba el parque, y también por la iluminación de los altos rascacielos, frente a él.Una ligera brisa acarició su rostro, de inmediato sacó un pañuelo desechable para limpiar sus mejillas. Caminó sobre el firme piso de vigas de madera, y se recargó sobre la barandilla de hierro forjado. Su mirada se perdió en el icónico puente de Brooklyn, bañado de resplandor, por grandes reflectores.En verdad que la vista era maravillosa, además que la luz de la luna terminaba de complementar el escenario, que había preparado. En cuanto sintió su móvil vibrar, lo sacó del bolsillo de su pantalón y leyó el mensaje recibido:«Vamos
Isabella tomó una de las manos de Guillermo y la colocó cerca de su corazón, deseando que sintiera los fuertes latidos que le provocaba.—Nunca había sentido esto por nadie —confesó con un fuerte destello en su mirada—, eres tan especial, tan distinto…Guillermo ladeó su rostro y con uno de sus dedos la silenció.—He aprendido lecciones importantes, la muerte fue mi maestra —declaró—. Aprendí con honores, no puedo desperdiciar ni un solo día de mi vida. —Acarició sus mejillas con la tibieza de sus manos—: La lección más importante que me costó aprender es: “Disfrutar cada día como si fuera el último”.—Lección muy importante —respondió acercando sus labios a los de él.—Lo es —respondió mientras sus gruesos dedos, comenzaron a deslizar la cremallera de su vestido, dejándolo caer al piso, quedando al descubierto la sexy lencería de seda y encaje que llevaba en tono azul marino, permitiendo que las finas curvas de su cuerpo, resaltaran.—Eres tan…, hermosa —manifestó con la voz enronqu
Con el dorso subiendo y bajando, aún agitado, después de haberse entregado a aquella pasión desbordada que ya no podían esconder, Isabella acomodó su rostro en el firme pectoral de él, y comenzó a deslizar la yema de sus dedos sobre su pecho, trazando suaves círculos sobre la tibieza de su piel, disfrutando de haberse entregado libremente al amor, que emanaba desde lo más profundo de su ser.—Fue maravilloso —pronunció con la voz un poco ronca—, jamás me había sentido así —confesó elevando su rostro para mirarlo.Guillermo frunció el ceño al escucharla.— ¿A qué te refieres? —preguntó, acercándose para darle un beso sobre uno de sus hombros.—En tus brazos he vibrado como nunca lo había hecho jamás —sonrió al verlo—, cuando estás metida en una relación en la que no te aman, pierdes el sentido de la vida, pensando que sin esa persona no podrás vivir, no podrás salir adelante; sin embargo, para mí, fue una oportunidad, para darme cuenta que el mundo no se acababa. Aprendí a amarme y a v
Isabella acomodó las carpetas sobre cada uno de los lugares de los socios de la firma, que no tardaban en llegar, salió y se dirigió a la oficina de Guillermo.— ¿Puedo pasar? —indagó asomando su rostro por la puerta.Memo sonrió al ver la forma en la que caían un par de largos rizos sobre su cara.—Pasa. —De inmediato se puso de pie para recibirla.— ¿Está todo listo? —indagó. —Sí, todo perfecto, supervisé cada detalle, revisé que no hubiera ninguna falla —explicó—, jamás volverá a suceder algo como lo de hace algunos meses, no volveré a dejarte en ridículo.—Nunca lo haces —susurró, y la estrechó, sin poder evitarlo. — ¿Acaso crees que nunca me equivoqué cuando era un pasante y le reportaba a mi padre. —Elevó una ceja.— ¿Te llegó a pasar?No pudo evitar sonreír al evocar aquellos momentos.—Por supuesto, no tienes la menor idea del hombre en el que se transformaba mi padre, cuando se convertía en el presidente de la firma.—No tenía la menor idea que habías pasado por algo así. —L
Las piernas temblaron, cuando sintió su mano sobre su antebrazo, dirigiéndola al estudio, ni siquiera se atrevió a poner resistencia. Cada que lo tenía tan cerca a ella, perdía el control de su cuerpo, era el efecto que le provocaba, la desestabilizaba completamente, estaba perdidamente enamorada de él, era su debilidad. Se volvía un corderito, ante un feroz cazador. Entró al estudio y se arrinconó como cuando era niña y se había portado mal, sintiéndose pequeña ante la imponente presencia de Guillermo, apretó con fuerza sus puños, tensa. Sabía que había desatado su ira y esta vez no se lo perdonaría. —Ya es tiempo de que aclaremos las cosas —Guillermo la soltó de su agarre y cerró la puerta colocando el pasador. — ¿Quién te dio el derecho de entrometerte en mi vida? —preguntó furioso—, ya te lo había advertido y parece que no comprendiste nada. —No te enfades, lo hago por tu bien —se defendió mirándolo a los ojos—, lo hago porque me importas, más de lo que te imaginas. No merezco q