Salgo y cierro con llave la puerta de la habitación donde tengo encerrada a Fernanda Detrás de la puerta escucho sus sollozos, y sin pensar una sonrisa se instala en mi rostro. Me gusta jugar con Santiago, con su desesperación y su amor perdido, el hecho de que él se vuelva loco buscándola, es como una inyección de adrenalina que me activa a seguir. Ya es hora de que él pague por lo que me arrancó de mi lado, no es justo que dos los perdiéramos a Liliana por su obsesión. Santiago sentiría lo mismo que yo sentí cuando la perdí, solo que esta vez él sabría que ella está viva y fuera de su alcance. Olvido los planes de mi venganza y me concentro en Pablo, el hombre que cuida la puerta de Fernanda. - ¿Por qué me llamas? – pregunté bajando las escaleras al primer piso con Pablo tras mis pies. -Han telefoneado diciendo que incautaron la casa de Oregón, se llevaron toda la mercancía. ¡Mierda! La policía no dejaba de perseguirme, y con Santiago presionando por tener secuestrada a
Son tres semanas, veintidós días sin verla, sin tocarla, sin escucharsu voz, sin saber si esta bien, sin saber... si aún vive. Es que me vuelve loco, me tortura, no tenerla a mi lado. Y Mario con sus juegos, era como la inyección perfecta de desesperación por llegar a ella. La primera pista que tuvimos del paradero de Fernanda llegó gracias a las investigaciones que hizo el agente Peral, y es que pudiera estar en uno de las casas que manejaba Mario, ya que últimamente había mucho movimiento en ellas. Pero no, Fernanda no estaba ahí, y esa decepción cayó como un balde de ladrillos sobre mi cuerpo. Y seguimos desmantelando muchas casas más, pero en ninguna la encontramos. Después de días llego a casa, y sí, aún me sentía extraño al entrar por esa puerta y no escuchar la voz de Fernanda, o verla correr a la sala por mi llegada, o esperarme con la comida hecha, o subir a nuestra habitación y verla en el tocador retocándose lo hermosa que es. Sí, aún me sorprendía lo rápido que desapare
Ocho años atrás. Ya pasó más de cuatro meses desde que Santiago nos descubrió, a mi y a Liliana, en la cafetería. Y no podía aceptar la decisión de Liliana simplemente no podía. En mi interior se disputa una pelea, entender que ella ama a Santiago o, considerar la posibilidad de que fue obligada a dejarme. La segunda opción tiene más sentido. Porque sé que ella aún me ama, Liliana no podía olvidar al caos que la acogió de la noche a la mañana. Santiago tiene la vida perfecta, la familia perfecta, el mejor amigo perfecto, dinero, popularidad, inteligencia, un brillante futuro y, ahora también a ella. Desde niño lo he envidiado, cada vez que veía a mis tíos, Laura y Gabriel, anhelaba ser su hijo, porque los míos eran pura apariencia y engaños. Mis padres, su falta de interés sobre mi vida, la hostilidad que se vivía en casa, desató que me zambullera entre las drogas, alcohol y apuestas. No es un buen ritmo de vida, pero si me ayuda a desconectar de la realidad. Estoy en mi depar
Son exactamente treinta y ocho días desde que Fernanda fue secuestra.Mario nos ha tenido jugando como si fuéramos sus títeres, los muñecos que maneja a su querer. Nos ha llevado a emboscadas falsificando pistas del paradero de Fernanda, primero, a una casa a la otra punta del país, segundo, a unos túneles subterráneos, y tercer, y último, y uno de sus más jodidos juegos, a una oficina forense, cosa que me volvía loco. Él quería volverme loco con tantos juegos y maquinaciones, pero no, por más trampas y desafíos, la encontraría.Con la evidencia que entregué a los oficiales, la carta, el collar y el acta de defunción, se declaró el caso de Liliana vuelto a abrir. Mario era el único y posible sospechoso. Él padre de Liliana, el señor Hamilton, llego desde New york al ser notificado que el caso de su hija era abier
Llevo ya días vomitando, y no sé si es porque Mario ha puesto algo en la comida o bebida, o quizás por la tensión que es caminar y solo ver paredes blancas a tu alrededor. De cualquier forma, mi cuerpo se siente cansado con cada arcada, e incluso, aunque no pudo ver mi reflejo, se que estoy tan pálida como un plátano. He perdido la cuenta de los días que llevo encerrada, pero, para ser sincera, la verdad es que nunca la tuve. Ni siquiera sé si, ahí afuera, es de día o de noche, si llueve o hay sol, si esta tan nublado como el color gris, o tan azul como el color de los de Santiago. No sé nada más que cuando Mario llega y mi cuenta sus descabellados planes, que no soy mucho que digamos. Y como si lo invocara con el pensamiento, escucho como el cerrojo cede, me levanto de un salto de la cama, y Mario aparece detrás de la puerta. — Voy a entrar mi querida Rapunzel. – Cada vez mejoraba más sus mofas, esta era mejor que el ¨ Ya despertaste bella durmiente¨, y justo escucharlo al lado
Momentos en el cual el tiempo se te hace eterno, esperar por tu compra online, permanecer sentado en la sala de un hospital, ver el reloj pasar, quedarse en una puñetera estación de policías mientras los oficiales hacen una redada para traer de vuelta a tu esposa que fue secuestrado por tu psicópata primo. Solo esperar, en un día rutinario.- ¡Deje de moverse! – me gritó el comandante Peral. – Si es verdad que su esposa esta en esa casa la sacaremos con vida.Cuántas veces había escuchado esa oración en el último mes y medio, ¨Si su esposa esta ahí dentro la sacaremos con...¨, y peor aún, esa esperanza que fluida cuando al parecer estaban muy cerca de ella, muchas más de las que podía contar con las manos y pies. Es tan fácil decir que uno se calme, que se deje de mover, cuando lo único que esas palabras logran es que uno quiera gritar y correr. - ¿Cree que ella esté ahí? – señalé al radio intercomunicador que actuaba como nuestro enlace con lo oficiales. - No lo sabremos hasta que
Fernanda SanmiguelMe levanté de un salto de la cama cuando escuché gritos, el sonido de una puerta caer y disparos. Aún desconcertada por lo que estuviera sucediendo a mi alrededor. ¿Qué eran esos gritos? ¿Qué eran esos disparos? ¿Acaso era mi salvación o mi muerte? Tenía el corazón tan acelerado y al cuerpo temblando mientras no dejaba de pensar en para quién eran esos disparos. Mario... ¿seguiría con vida? Entonces, discurrí en Santiago, y en que tal vez él pudiera estar ahí afuera. No había alivio en ese pensamiento, solo miedo y pavor. Empezaba a hiperventilar, a perder los sentidos, cuando la puerta se abrió de golpe y apareció Mario con la camisa sangrada, agitado y con un arma en la mano derecha. Cerró la puerta tras de él. - Recuerdas lo que hablamos ayer, – asentí, aunque para decir verdad, los recuerdos eran vagos sobre nuestra conversación. Creo que hablamos de muerte y esperanza. Mario acortó nuestra distancia. – primero muerto que ir a la cárcel, ¿recuerdas eso, Ferna
Santiago Ferreira Mario esta muerto, ¡ja!, muerto de la misma forma que hizo creer a todos que Liliana murió, suicidio.El muy cobarde termino suicidándose en vez de asumir sus errores, sus delitos Aún me cuesta creer que Fernanda está de vuelta, en una cama de hospital, pero de vuelta. Se ve pálida, algo delgada y triste, sin embrago, intentaré que eso muy pronto cambie. Ella volverá a sonreír. El sentimiento de felicidad que ahora me invade es incluso desconocido y desconcertante para mí, pero es lo merecido y suficiente para volver a respirar con tranquilidad, sin presiones sin miedos sin ese extraño sentimiento de estar vacío y lleno a la vez. Cojo una de sus manos, esta tibia, y la envuelvo. La he extrañado tanto. De repente, cuando empiezo a dibujar una pequeña línea en su palma, Mía empieza a sacudirse, rasgando las sabanas y gritando.- ¡Mario! ¡No! ¡Mario! – grita. Suelto su mano para tomarla por los hombros y despertarla. Es una pesadilla, y por lo que escucho, esta re