Santiago
No hubo más notas, al menos no hasta ahora.
Reviso uno papeles cuando la puerta de mi oficina se abre sorprendiéndome y haciendo que me levante de golpe, espero encontrar a Mario, ya que él siempre entra sin avisar, pero a quien me encuentro es a logan, que llega agitado y con el rostro pálido. Algo malo ha sucedido, y debe ser muy malo para que mi amigo venga a decírmelo en persona.
- ¿Esta todo bien? – pregunto. Logan solo niega y se va al minibar por una copa.
Y mientras observo caminar a logan de un lado a otro en mi oficina, en silencio, jalándose los pelos, considero que todo tiene que ver con Fer, y que algo malo le ha pasado.
- Fer, ¿ella está bien? – digo con un nudo en la garganta. De tan solo pensar en que alguien le ha hecho daño, y peor con una imagen de Mario en la cabeza, hace que la sangre me hierva.
-S&iac
Un fin de semana en cama, viendo películas y haciendo del vago ya de por sí es bueno, pero un fin de semana, con unas copas de alcohol encima y un cuerpo caliente a tu costado, es estar por arriba de los cielos.Siento la mano de Santiago subir y bajar por la piel desnuda de mi espalda, es agradable y a la vez acogedora. Su respiración me eriza los pequeños vellos de mi cuello, y la sensación de estar entre sus brazos es la mejor oleada de emociones que he sentido nunca. Me sentía tan ligera cerca de él, como si solo existiéramos nosotros, en una isla apartada, lejos de Mario, secretos, mentiras y miedos.Mi estado de ensoñación se ve interrumpida por el timbre de un teléfono, es el de Santiago-Déjalo sonar. – dice con una mueca. – Si es algo importante volverán a llamar, o dejarán un mensaje de voz. Además, hoy no trabajo.Le
Santiago Ocho años atrás. Liliana y yo salimos a tomar desayuno afuera, en un cafetín al aire libre, aprovechando del sol y del poco tiempo que pasábamos juntos. Los exámenes nos tenían tan ocupados, que si no fuera porque recordaba que estaba en mi último año de carrera, lo dejaría todo botado por los suelos. Y ahora debía esforzarme más por ese título, cuando el contrato de compraventa, para el terreno donde construiría el bufete de abogados, estaba a una llamada. Pero no tuvimos mucho tiempo para desayunar, no cuando estaba a diez minutos de campus universitario, y a quince minutos de mi examen de economía. Así que le di una última mordida a mi dona bañada con chocolate y me incliné para darle un beso en la mejilla a Liliana -Te quiero, no vemos en la cena. – dije levantándome de la pequeña mesa y recogiendo mi mochila con libros. -Adiós, y suerte. – La besé una vez más y me fui. Caminé al estacionamiento que había una cuadra más abajo, y cuando llegué caí en la cuenta de
Liliana le dice algo a Mario que le hace sonreír, y después, se va. En cambio, Mario espero a que ella desaparezca por la esquina opuesta a la que estaba, y cruza la pista directo a su auto. Y yo... Seguía en esa misma intersección, con la cabeza hecha vueltas, y con la misma resistencia a que mis piernas se muevan. No era un sueño, porque, aunque me pellizcaba el brazo, aún seguía en esa esquina inmóvil. Tampoco era una ilusión, o cualquier cosa producto de mi imaginación, porque la gente pasaba a mi alrededor y me observaban preocupados. Por suerte ninguno se me acercó, y yo no hubiera sabido qué responder cuando me preguntaran si me encontraba bien.No, no me encontraba bien. Me sentía traicionada, ciego y estúpido. Y revivir las imágenes de Liliana y Mario besándose era el equivalente a sentir una puñalada penetrar en el pecho, lento y errático, sin presión o refinamiento. Me pude mover después de lo que pudieron ser horas, pero el sol seguía en alto, así que supuse que solo hab
Es suficiente unos pasos para tenerlo delante, Logan se interpone entre nosotros.-Lo que hay entre ustedes dos es costumbre, monotonía. Y ella también lo cree. – dice con la mirada fría. – Liliana está encerrada contigo, se siente atrapada, que no controla nada de ella. Lo que siente por ti se ha ido desgastando con los años, y con eso tengo esperanzas. Lucharé por ella.Mario se escuchaba obsesivo, incontrolable, y sé por la postura de su cuerpo que hará todo lo que dice. Luchará por ella. E, incluso con todos los sentimientos que tenía revueltos dentro de mí ser, sabía, con total seguridad, que yo también lucharía por ella. La amaba, y no estaba listo para dejarla ir, ni ahora, ni nunca.- ¿Y dónde nos deja eso? – pregunté.-No estoy dispuesto a que te quedes con ella. – Da un paso, pero
.Lina salió de hospital hace como dos semanas, y desde que llegó a casa hemos intentado que recupere la memoria. Ella ha estado yendo con un psiquiatra, intentando hacer terapia de retroalimentación para recordar, pero, simplemente los recuerdos de ese día están borrados de su cabeza. Lina no reconoce a su agresor, y no hay culpable que pague.No queda mucho de esa chica fuerte y carismática que conocí. Lina ahora era huraña, insegura y débil. Quería creer que el cambio tan radical fue por su agresión, y que muy pronto regresaría a ser ella. Ojalá.Y como los últimos días los he pasado con Lina, en su casa, cocinando, cuidando de ella, llevándola a las terapias, no he tenido mucho tiempo para Santiago. Pero él tampoco se queja, el trabajo y la constante acción de intentar buscar al agresor de Lina lo
Fernanda ha salido temprano del trabajo para acompañar a Lina a su terapia, y yo estoy en el estacionamiento de la empresa camino a mi auto. Ella no sabe aún del caso que armo contra Mario, y sí que me ha costado escondérselo. No he visitado tanto a Lima como quisiera, ni he podido darle el tiempo necesario para buscar a su agresor, pero cuando todo esto termine, cuando Mario esté en la cárcel, podré encontrar al bastardo que se atrevió a golpearla, y después de eso... Permanecer con Fernanda Recordé la noche pasada, que fue perfecta, ideal. Todos mis miedos e inseguridades habían quedado hecho polvo cuando le dije a Fernanda que la quería, y saber que ella tampoco quería irse de mi lado, lleno uno de los vacíos que tenía en el pecho. Fernanda, ella me ha aceptado con errores y mentiras, con pasado y culpa. Y no podría estar más feliz de tenerla conmigo, y de poder demostrarle cada día que la quiero más. Por eso, por el amor que le tenía, por el hecho de no querer perderla, me han
- ¡¿Qué mierda que te sucedido en el rostro?! – grito cuando Santiago cierra la puerta tras sus pies. Santiago tiene el rostro golpeado, un moretón el pómulo y debajo del rostro, muy cerca del músculo orbicular, y una rajadura en el labio que sangra. ¿Con quién diablos se ha peleado? O en el peor de los casos, ¿quién le había intentado hacer daño? - ¿No tendrías que estar con Lina ahora? – refuta desviándose del tema, de él. No le respondo y llego a su lado. Toco con suavidad el golpe, y Santiago cierra los ojos en muestra de dolor. El cardenal ya tiene un color verdoso, rodeado por pequeños puntitos morados, eso sí que le va a doler por una temporada. -No intentes cambiarme el tema. – le digo tomando su mano y viendo sus nudillos heridos. - ¿Con quién te has peleado? Estoy tan molesta con él por irse a los golpes, y si es con la persona que imagino, estaré aún más molesta. Pero Santiago solo sonríe e intenta inclinarse para besarme, lo esquivo y pongo cuerpo como jarra. -No te
Doce años atrás.Hay días que están marcados por la simpleza, días en lo que te quedas pegados a las sábanas, leyendo, tomando un café, viendo una serie, o contando las grietas de la pared. Simple, sin acción, o control. Y hoy era uno de esos días. Estaba acostado en la cama, con Liliana pegada en mi pecho, descansando de la primera semana de universidad. Los últimos siete días hemos estado recorriendo cada milímetro del campo universitario, y visitando infinitas tiendas para amueblar nuestro departamento. Porque sí, nos habíamos mudado juntos, con logan de añadido, en el mismo piso. -Tengo hambre, voy a la cocina por algo para picar. – dice levantándose y dejando un hueco en el colchón. Y cuando se levanta no puedo evitar posar mi mirada en todo su cuerpo, en especial cuando solo lleva bragas y una diminuta camisa. - ¡Deja de mirarme de ese modo! Alison se viste, y para mi mal gusto se pone un chándal de color azul. - ¿De qué modo? – pregunto juguetón. -Como un idiota. – se incl